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“El 90% de los niños con Asperger ha sufrido acoso escolar, un dato dramático a nivel social”

Fuente: El País
Fecha: 18/02/2018

El psicólogo Jorge López Vallejo explica que son menores que sufren discriminación por las diferencias que otros ven en ellos y por la falta de información sobre el síndrome

El Síndrome de Asperger es uno de los Trastornos del Espectro Autista (TEA) más comunes y menos conocido entre la población en general, e incluso por muchos profesionales y por esto puede generar prejuicios y discriminación hacia los pequeños que lo padecen. La falta de información, el desconocimiento de sus síntomas y los diagnósticos tardíos o erróneos provocan que no se atienda a estos pequeños como se debe. Y hace de estos niños un blanco fácil de acoso y malestar.

El arduo trabajo de las familias, que suelen demostrar una gran implicación, requiere de especialistas conocedores del síndrome para que puedan guiarlos en el camino. Este domingo, 18 de febrero, se celebra el Día Internacional del Síndrome de Asperger, un trastorno del desarrollo que se manifiesta de diferente forma en cada individuo, y eso es algo que se debe tener en cuenta a la hora tanto del diagnóstico como a la de elegir el tratamiento más adecuado.

En las últimas décadas, la prevalencia del conjunto de los Trastornos del Espectro del Autismo se ha incrementado significativamente, situándose en la actualidad en 1 caso por cada 100 nacimientos, lo que cifraría en más de 450.000 el número de personas en España, según Autismo Europa, 2012. A falta de datos oficiales, se estima que hay entre 1 y 5 casos de Asperger cada 1.000 nacimientos. Y, según diversos estudios, tiene mayor incidencia en niños que en niñas.

“Lo primero que hay que aclarar es que el síndrome de Asperger no es una enfermedad, es un trastorno severo del desarrollo a nivel neurobiológico dentro del espectro autista”, explica el psicólogo, psicopedagogo y experto en educación infantil Jorge López Vallejo. Aunque en todos los casos existan síntomas comunes, como las dificultades para la interacción social, alteraciones de los patrones de comunicación no-verbal, e inflexibilidad cognitiva y de comportamiento, “este síndrome se manifiesta de diferente forma en cada individuo”, reitera. Tener claro esto, es la base del éxito de los tratamientos.

Estos niños llegan a sufrir discriminación “por las diferencias que otros, niños y adultos, pueden ver en ellos, y por la falta de información, tanto de los padres del pequeño con Asperger, como de los padres del resto de niños”, argumenta el experto. Hay que incidir también en el hecho de que “el 90% de los niños con Asperger ha sufrido acoso escolar, un dato dramático y alarmante a nivel social”, asegura López Vallejo. Son niños que, en términos generales, encuentran dificultad en hacer amigos, no entienden las pistas sutiles necesarias para lograrlo. Utilizan un lenguaje que para el resto de menores puede considerarse raro –demasiado formal o monótono–, y toman a menudo significados literales de lo que leen u oyen, sin saber interpretar ironías o figuras retóricas.

“Son más felices con rutinas y en un ambiente estructurado”, continúa López Vallejo, “cuando encuentran dificultad en decidir qué hacer, caen en sus actividades preferidas”. Además, las personas que lo padecen suelen tener una inteligencia normal o ligeramente por encima de la media, y “aman la alabanza y ser los primeros en todo; pero el fracaso, la imperfección y la crítica les resulta difícil de sobrellevar”.

“Sus problemas de comunicación, las rutinas repetitivas, los rituales y su posible inflexibilidad son motivos rápidos de rechazo, por esta razón, desde la terapia breve estratégica se trabaja desde el inicio el control de estos síntomas que reducen la ansiedad y mejoran las relaciones”. En esto, las familias son un elemento clave a la hora de reducir el rechazo. “La responsabilidad no está solo en la familia que rechaza, sino también en los padres de hijos con Asperger que, con las mejores de las intenciones, muchas veces obtienen los peores resultados”.

La importancia de un diagnóstico veraz
“Tenemos la experiencia de que un diagnóstico erróneo del Síndrome de Asperger, prosigue, puede llegar a crear una enfermedad haciendo más daño que bien, incluso con un tratamiento inadecuado que en algunos casos incluye medicación y que técnicamente en psicología llamamos iatrogenia”. Los diagnósticos equivocados son comunes y peligrosos, un hecho que complica el tratamiento y afecta a todo el sistema que rodea al niño, actuando en consecuencia. “De este modo la etiqueta diagnóstica inventa y construye una dinámica que alimenta el problema, o incluso lo crea”, incide el experto. “Muchas veces se confunde con el TDAH, con la depresión infantil, con el autismo, con el que el pequeño padece un ligero retraso en el aprendizaje, o con el trastorno obsesivo compulsivo. La equivocación con este último es muy común en los niños y produce mucha confusión, por lo tanto, debemos contar siempre con un diagnóstico profesional experto en estos trastornos”, reitera el psicólogo. Cuanto antes se diagnostique el síndrome de Asperger, antes se puede comenzar un tratamiento adecuado que sin duda mejorará la situación del niño. El objetivo inicial es contar con un diagnóstico preciso y, lo más importante, que realmente funcione a la hora de tratar el problema.

Con un adecuado tratamiento, la evolución está garantizada
“Desde la Terapia Breve Estratégica se trabaja inicialmente para que el niño deje de desarrollar sus rituales o patrones disfuncionales de comunicación no verbal reduciendo la ansiedad, que en muchos casos se elimina de inmediato, lo que nos hace pensar que en algunos casos no es tan claro que nos encontremos ante autismo o Síndrome de Asperger”.

Según explica el experto, el mal comportamiento proviene a menudo de la inhabilidad para comunicar sus frustraciones y ansiedades y “hay que abordarlo rápidamente para intentar mejorar la capacidad de comunicación y expresión del niño o niña”.

En una segunda fase se trabaja la tendencia al aislamiento. “En los mejores casos se desbloquea con facilidad y el niño nos sorprende dejando de aislarse rápidamente”. Los especialistas trabajan los patrones de inflexibilidad cognitiva y comportamental desde la plasticidad de un modelo terapéutico que permite tratamientos prácticos y altamente efectivos. “El único concepto que nos puede ayudar es el de la flexibilidad máxima y la elección de instrumentos que sean adecuados a cada situación concreta. Y debemos trabajar con amor, dulzura, cuidado, paciencia y comprensión, dentro de este marco se realizan grandes progresos”, añade.

En la terapia, los padres son el pilar del tratamiento. Se convierten en coterapeutas desde el inicio, con la intención de evitar el fenómeno llamado de “etiquetaje”, o, en el momento en que se haya dado un diagnóstico, un agravamiento posterior del mismo.

Un profesional con conocimiento especializado en autismo debe ayudar al niño, a los padres, a los profesores y a la escuela a entender y educar al niño. “El vínculo entre el colegio y el hogar es de vital importancia, una comunicación fluida resulta esencial en el intercambio de información sobre los logros y problemas que van ocurriendo y que el profesional de la salud, psicólogo o psicopedagogo, debe liderar”, sostiene López Vallejo.

La interacción social es un objetivo prioritario en el tratamiento y “la inclusión es positiva siempre y cuando se articule de la mano de un profesional”. Para el experto, “obligar y forzar la inclusión puede tener un efecto inesperado, provocando ansiedad en el niño y complicando el trastorno y el tratamiento”. “Cuando hablamos de inclusión social, es un trabajo de todos y debe articularse de manera multidisciplinar liderado por un profesional que logre implicar a la familia, colegio y amigos”, concluye.

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