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El coronavirus desvela el valor del único centro de mayores LGTBI de Madrid, ahora cerrado: «Allí somos libres»

Diario.es.- La Fundación 26 de Diciembre ha paralizado su actividad presencial, igual que el resto de centros: «No hay lugares para nosotros, así que es importante que esto que está pasando sirva para valorar estos espacios», dice Ángel, de 72 años

No es un día cualquiera en la calle Amparo del madrileño barrio de Lavapiés. El habitual bullicio choca con la repentina tranquilidad que se ha impuesto en Madrid tras las medidas decretadas para atajar la crisis sanitaria por el coronavirus, que ha hecho al Gobierno decretar el estado de alarma. Por eso, no hay nadie entrando y saliendo del nº 27 de esta empinada cuesta que alberga la Fundación 26 de Diciembre, el único centro específico para personas mayores LGTBI y que, desde el viernes 6 de marzo, ha paralizado su actividad diaria.

Una pantalla avisa desde la puerta: «Se suspenden las actividades de los centros de mayores en las tipologías de hogares y clubes y servicios de convivencia familiar y social dirigidos a la tercera edad». Los mayores son un sector de la población especialmente vulnerable al contagio de COVID-19, por lo que el cierre de este tipo de centros fue la primera medida tomada por la Comunidad de Madrid ante la situación de emergencia.

«¿Que nos fastidia? Está claro. Los primeros que lo decimos somos nosotros porque este es un lugar muy importante para muchos, pero entendemos perfectamente que se haya tomado esta medida y es necesario porque la salud pública es lo primero», señala a eldiario.es Ángel Sánchez. A sus 72 años, es uno de los habituales de la Fundación 26 de Diciembre, que ofrece atención y acompañamiento profesional a estos mayores y actividades como teatro, mindfulness, yoga, cineforum, grupos de apoyo (de mujeres o de VIH) e incluso comidas colectivas diarias.

Ángel, que acude al taller de informática y de teatro, come todos los días en el centro. Sobre las 14.00 horas y alrededor de una gran mesa se concentra el grupo, al que se une quien quiere. ‘No comas solo’ es el nombre con el que la fundación ha denominado a este proyecto -en formato domingo se denomina ‘La comida de la abuela’-, que además de cubrir lo que para muchos y muchas es una necesidad material, supone un espacio de encuentro y socialización. La soledad, que afecta de manera general a la vejez, se agrava en el colectivo LGTBI, según la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Trans y Bisexuales (FELGTB), que en un reciente estudio cifra en el 51% la proporción de mayores de 65 años LGTBI que viven solos.

Es el caso de Ángel y también el de Isabel, que cada martes se unía al grupo de mujeres de la fundación, en el que asegura que antes de que cerraran el centro se estaba «integrando». «Se me está haciendo muy raro no ir. Esto es un techo para gran cantidad de personas porque la soledad nos golpea más a la gente LGTBI y esto forma parte de nuestro día a día. A mi edad las mujeres lesbianas o bisexuales están escondidas, por eso no es fácil socializar», señala Isabel.

Y es que la visibilidad de las personas LGTBI también cae con la edad: de acuerdo con el estudio de la FELGTB, a partir de los 51 años no más de un 30% de los encuestados era visible en diferentes ámbitos de su vida. El porcentaje es mayor en todas las franjas de edad anteriores. Es decir, muchos y muchas vuelven a la armario. Por eso, la Fundación 26 de Diciembre defiende que existan espacios como el suyo, en los que «se sienten seguros, cómodos y respaldados», explica Beatriz Rodríguez, trabajadora social del centro.

«No hay lugares para nosotros»

La organización da por hecho la necesidad de las medidas tomadas para contener el contagio del coronavirus y al mismo tiempo intenta que sus usuarios y usuarias no se descuelguen del todo de la actividad del centro. Por eso, sus profesionales han desarrollado un sistema de teleasistencia y acompañamiento a distancia. Les llaman por teléfono habitualmente y están en contacto con ellos y ellas por cualquier necesidad que les pueda surgir. Las ONG y centros de este tipo «debemos esforzarnos por buscar alternativas» ante escenarios como el actual, señala Rodríguez. El objetivo es que los usuarios «sigan teniendo sentido de pertenencia y de familia» y puedan contar con el servicio.

A Isabel, de 68 años, esta le parece una buena oportunidad para mostrar la importancia que tienen para el colectivo de mayores LGTBI este tipo de servicios específicos. «Es un espacio en el que nos sentimos libres», comenta la mujer, que vive sola cerca de la madrileña glorieta de Embajadores. «Tengo EPOC, pero aún costándome subir la cuesta, iba todas las semanas», reafirma. Lo mismo opina Ángel, que coincide en que está «desubicado» sin acudir a la fundación: «No hay lugares para nosotros. A mi me da igual que las personas que vengan sean homosexuales o no, pero lo que está claro es que me quiero sentir cómodo. Me siento mejor en un lugar en el que sé que me van a respetar, así que es importante que esto que está pasando nos sirva para valorar estos espacios».

A pesar de que los mayores LGTBI fueron protagonistas del pasado Orgullo –el lema que encabezaba la multitudinaria manifestación de Madrid era ‘Mayores sin Armarios’-, las organizaciones siguen denunciando su invisibilidad. «No sabemos quiénes son las personas mayores LGTBI porque apenas les hemos visto», decía en 2009 la entonces presidenta de la FELGTB y ahora directora del Instituto de la Mujer, Beatriz Gimeno. «Son las personas dentro del colectivo más invisibilizadas», sigue diciendo más de diez años después Rodríguez.

Persecución y homofobia interiorizada

La trabajadora social explica la difícil trayectoria vital que muchos de ellos han tenido que atravesar. Nacidos bajo el régimen franquista, la mayoría fueron víctimas de la ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social, que perseguía a los homosexuales y que, aunque no fue derogada hasta bien entrada la democracia, fue modificada para sacar de la lista al colectivo LGTBI el 26 de diciembre de 1978 -de ahí, el nombre de la fundación-. Sin embargo, bajo este mandato, cientos de personas fueron detenidas y apresadas, maltratadas e incluso sometidas a ‘electroshock’ y a otro tipo de terapias aversivas.

Junto a la homofobia social y política, las experiencias familiares fueron y son para muchos también un foco de conflicto, explica Rodríguez. «En general, vienen de situaciones previas de armarización muy fuertes y con mucha homofobia interiorizada. Algunos se casaron y tuvieron hijos y han llegado a ser repudiados por sus propios familiares. Todo ello se agrava por ser mayores, unido a situaciones de aislamiento social y vulnerabilidad económica importantes», resume la experta.

En este escenario, una de las cosas que han identificado desde la fundación es que estas personas no suelen acudir a los servicios o recursos sociales generalistas ni están en los centros de mayores «porque son lugares que pueden llegar a ser hostiles para ellos». Por eso, además de su actividad cotidiana, la Fundación 26 de Diciembre espera inaugurar en breve una residencia para mayores LGTBI en Madrid, la única en España de este tipo. El objetivo: no regresar al armario con la edad.

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