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Eva y los barbudos: las escritoras rechazadas por la RAE

Rtve.- En toda su historia, la RAE solo ha aceptado la entrada como académicas de once mujeres, la mayoría ya en el siglo XXI

En 1979, Carmen Conde se convertía en la primera mujer en tomar posesión como académica de la lengua en la Real Academia Española. Había sido elegida un año antes y no sería hasta 1984 que se nombró a la segunda, Elena Quiroga de Abarca. Desde su fundación en 1713, la RAE había cerrado las puertas a las escritoras. Se podría argumentar que ninguna mujer mereció tal honor en más de 250 años, pero esta afirmación encontraría varios ejemplos en contra. Entre los más escandalosos y que generaron una importante polémica en su día, los de Gertrudis Gómez de Avellaneda y Emilia Pardo Bazán. Darío Villanueva, exdirector de la RAE ha reconocido que este rechazo ha sido el mayor error de la institución en su historia.

El portazo a Tula, la maestra del romanticismo

Cubana de nacimiento, Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) fue una auténtica celebridad ya en su tiempo por su poesía, sus novelas y el éxito que alcanzaron sus obras de teatro. Es uno de los mayores exponentes de la literatura del romanticismo español y publicó en 1841 la primera novela antiesclavista, Sabunos años antes que la famosa La cabaña del Tío TomDefendió la igualdad de derechos de las mujeres a la educación, a participar en la vida pública, al divorcio, al acceso a la administración de los intereses públicos, etc. tanto en artículos de prensa como en su producción literaria.

Conocida cariñosamente como Tula, su fuerte personalidad y su independencia y libertad vital la acompañaron siempre granjeándole múltiples amistades, pero también odio entre sus coetáneos.Su candidatura a la Academia Española fue rechazada en 1853, con el argumento de que el reglamento de la institución no contemplaba la entrada de mujeres, y eso que tenía también ilustres valedores. Unos años después, Tula escribía este texto, y aunque el fragmento es un poco largo, demuestra perfectamente que no era una mujer que se callase fácilmente:

“¡Ah! ¡no! También ese terreno (el literario y artístico) le ha sido disputado palmo a palmo por el exclusivismo varonil (a la mujer), y aún hoy día se la mira en él como intrusa y usurpadora, tratándosela, en consecuencia, con cierta ojeriza y desconfianza, que se echa de ver en el alejamiento en que se la mantiene de las academias barbudas. Pasadnos este adjetivo, queridas lectoras, porque se nos ha venido naturalmente a la pluma al mencionar esas ilustres corporaciones de gentes de letras, cuyo primero y más importante título es el de tener barbas. Como desgraciadamente la mayor potencia intelectual no alcanza a hacer brotar en la parte inferior del rostro humano esa exuberancia animal que requiere el filo de la navaja, ella ha venido a ser la única e insuperable distinción de los literatos varones, quienes -viéndose despojados cada día de otras prerrogativas que reputaban exclusivas- se aferran a aquella con todas sus fuerzas de sexo fuerte, haciéndola prudentísimamente el sine qua non de las académicas glorias”.

Tres veces rechazaron a Emilia Pardo Bazán

La candidatura de la autora de Los Pazos de Ulloa, se planteó tres veces y las tres veces se encontró la misma cerrazón. En 1889 Pardo Bazán (1851-1921) consideraba de mal estilo salir a la palestra ella misma a defender su propia candidatura, pero encontró un mecanismo indirecto para hacerlo y al mismo tiempo reivindicar la presencia de mujeres en la Academia. Publicó en El Liberal y La España moderna una serie de “Cartas a Gertrudis Gómez de Avellaneda” en las que se dirigía a la difunta escritora solidarizándose con el rechazo que había sufrido en su día. Pardo Bazán expone que ya hubo mujeres académicas, como la marquesa de Guadalcázar, doña Isidra de Guzmán que fue nombrada en 1784 académica honoraria, pero dirigiéndose a Tula añade:

“Viene el siglo XIX echándolas de muy progresista, y, cumplida su primera mitad, pretendes tú el sillón. No lo alcanzas ni en propiedad ni honorario, y esto indica que lejos de ensancharse se había estrechado el criterio de la Academia, puesto que ni aun nominalmente y por fórmula consintió admitirte».

En 1892 se volvió a plantear la cuestión. Pardo Bazán quería el sillón como reconocimiento a su propio mérito, pero también al derecho de las mujeres a un trato igual: “Si a título de ambición personal no debo insistir ni postular para la Academia, en nombre de mi sexo creo que hasta tengo el deber de sostener, en el terreno platónico y sin intrigas ni complots, la aptitud legal de las mujeres que lo merezcan para sentarse en aquel sillón, mientras haya Academias en el mundo”. Aunque tuviera tantos defensores de peso como detractores, doña Emilia no obtuvo el sillón, ni entonces ni en 1912.

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