Los viejos y los niños
Heraldo de Aragón.- Se ha repetido durante el confinamiento que de esta crisis saldremos mejores, seremos más solidarios y estaremos atentos a las urgencias de los débiles porque hemos cambiado nuestros valores y nuestra manera de entenderlo todo. Y siento decir que no comparto estos augurios. Solo seremos mejores si somos capaces de atender las necesidades de dos colectivos a los que, en las últimas cuatro o cinco décadas, hemos tenido abandonados: la infancia y las personas mayores. Quizá este tiempo nos ha permitido descubrir que somos injustos con nuestros mayores, que hemos de invertir mucho más en sus cuidados, que no podemos recogerlos en residencias y hacerles una visita semanal, que un abuelo no molesta nunca en nuestra casa. Muchos de nosotros hemos descubierto durante estos días a nuestros propios hijos, esos a los que llevábamos tanto rato a las escuelas. Los dejábamos allí a las ocho de la mañana y los recogíamos a las seis de la tarde, después de que hicieran todo tipo de actividades: esgrima, expresión corporal, danza o violín. El objetivo era que nos dejaran tiempo libre para poder dedicarnos a nuestros asuntos. Luego, ya en casa, los colocábamos delante de una pantalla para que se entretuvieran, los acostábamos y, al día siguiente, vuelta a empezar.