El ron La Esclava y otras antiguas marcas que sí fueron claramente racistas

HOY.- El debate acerca de los Conguitos no sólo olvida que actualmente hay otros productos a la venta con una problemática similar, sino también la larga relación entre racismo, consumo y publicidad

Puede que para muchos la polémica acerca de los Conguitos y su supuesto sesgo racista sea un asunto absolutamente intrascendente, un debate artificioso creado al calor de las redes sociales que, al fin y al cabo, no ha recabado de momento demasiadas firmas en contra de que Lacasa siga usando esa marca. Para otros es la punta de lanza en España de un movimiento que durante los últimos meses ha conseguido que en EEUU desaparezcan nombres comerciales o logotipos como los de Aunt Jemima o Uncle Ben’s, vinculados desde hace décadas a la imagen nostálgica del Viejo Sur o a la iconografía racial. La fijación por el caso Conguitos olvida que existen actualmente en España casos similares de empresas que venden, sin ningún problema, productos como Gitanitos y Morenitos. Curándose en salud, Frigo cambió hace unos años el nombre de su helado Negrito (cubierto de chocolate) por el de Negritón, mientras que otros negocios centenarios siguen fieles a su imagen original, nacida en un tiempo en el que las marcas o signos relacionados con la raza no tenían connotaciones negativas. Es el caso del flan Mandarín –que sí ha obviado lo de «chino»–, azafranes y especias El Negrito o del famoso ron Negrita de Bardinet, nacido en 1857.

Bardinet ha pasado también sus apuros públicos con su ron más popular, pero sin duda hoy en día no podría continuar vendiendo alcohol bajo algunas de las marcas que sí comercializó en su día. Esta empresa de origen francés registró en España en 1891 cuatro nombres que actualmente serían impensables y que constituyen uno de los ejemplos más flagrantes del racismo asociado al comercio y la publicidad alimentaria: los rones La Mulata, La India, Las Negritas y La Esclava, que incluía en su etiqueta la imagen de una mujer negra semidesnuda y con grilletes en las muñecas.

El erotismo o misterio representado por las personas de otra raza se combinaba entonces con su asociación directa a países lejanos y productos coloniales, en especial el chocolate, las especias y el café. De ahí el negrito del África tropical que cantó la canción del Cola-Cao, pero también el café La Negrita (Jerez de los Caballeros, Badajoz), el tostadero de café Negrito (Santander) o la soda de café Mulato, un refresco carbonatado a base de crema de café que con el retrato de un joven negro y unas palmeras se vendió en los años 30.

Los rones caribeños producidos en Puerto Rico o Cuba (donde no se abolió la esclavitud hasta 1873 y 1886, respectivamente) fueron de los productos del comercio ultramarino que más explotaron la raza como evocación geográfica y sentimental del tiempo anterior al Desastre del 98. Existió el ron Mulato, Los Negros, Cimarrón y hasta un La Negra «producto de las plantaciones de la caña de azúcar de Málaga» al que el busto de una africana dio empaque colonial. También hubo conservas vegetales El Negrito (Calahorra, La Rioja), caramelos vitamínicos y reconstituyentes Negrito (Barcelona), chocolate Los Negritos (Madrid) y Anís del Negrito (Rute, Córdoba). Los exportadores de fruta se convirtieron en expertos del blackface (disfraz o maquillaje que imita la piel negra) y vendieron por toda Europa naranjas valencianas cuyas etiquetas incluían un «joven alegre» al uso del de la película ‘El cantor de jazz’ (1927), un niño negro disputándose fruta con un mono (Naranjas Negrito, Totana) o directamente un sonriente y falsísimo hombre pintado con betún con una cesta de naranjas sobre la cabeza, cuya marca dirigida al mercado alemán sonaba en 1965 aún peor que en español: Der Neger (El Negro). A su lado lo de los Conguitos parece una minucia.

Más tarde llegarían los Negritos de Nelia (1972), unas galletas de chocolate que quizás algunos de ustedes recuerden y en cuyas cajas aparecían unas inequívocas caras marrones con gruesos labios rojos, poca cosa comparada con la Lejía La Mulata y su eslogan «ahora seré blanca» que supuestamente decía una niña negra mientras se echaba lejía en el brazo. O con algunos anuncios de Heno de Pravia y Jabón Sol de los años 20, que directamente dieron a entender que el color oscuro de la piel se podía quitar frotando con ganas. A pesar de que sea absurdo querer juzgar hechos o actitudes del pasado desde la moral actual, alegrémonos de que este tipo de imágenes sean ahora afortunadamente impensables.

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