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Niños nazis terroristas: la extraña guerra de guerrillas clandestina que siguió luchando por Hitler tras la II GM

ABC.- Un gran misterio rodea a esta organización formada desesperadamente por Himmler y Martin Borman cuando Alemania lo tenían todo perdido

Algunos historiadores creen que sobrevivió hasta 1950 cometiendo asesinatos y atentados y otros, que solo era un grupo de jóvenes asustados que jamás supusieron un verdadero grupo de resistencia contra los aliados

ABC fue el único periódico español que se hizo eco de este extraño grupo terrorista nazi poco antes de acabar la Segunda Guerra Mundial. Se había formado en la clandestinidad cuando el Tercer Reich lo tenía todo perdido y sobrevivió en la sombra cometiendo algunos asesinatos después de la muerte de Hitler y la firma de la paz. La primera referencia la encontramos escondida en la página 10 de nuestra edición sevillana, el 3 de abril de 1945. «El movimiento alemán Werwolf en las regiones ocupadas», anunciaba el titular.

El diario recogía una nota de la agencia Efe, que decía: «En la regiones alemanas ocupadas por los aliados y los bolcheviques en el oeste y el este del Reich, los combatientes nacionalsocialistas han formado un movimiento denominado Werwolf, cuya misión es luchar en todas partes y por cualquier medio contra las fuerzas de ocupación. Su cuartel general ha dirigido una proclama en la que dice que no se doblegará nunca al enemigo y que se opondrá a él con todas sus fuerzas sin reparar en sacrificios. El Werwolf dispone de un tribunal propio que juzgará a los adversarios de dicho movimiento y a quienes traicionen al pueblo alemán. “Nuestra misión se basa en la voluntad de libertad de nuestra nación, de la cual somos ardientes guardianes”, agrega la proclama».

 ¿Quién formó este grupo de resistencia y cómo consiguió escapar de las autoridades tras el final de la guerra? ¿Cómo estaba realmente organizado y cuáles fueron sus acciones? La idea inicial fue presentada por Martin Borman, jefe del Partido Nazi en 1944, cuando la derrota de Alemania parecía clara. En especial, después del desembarco de Normandía y la operación Bagration, la ofensiva en masa del Ejército de la URSS durante el verano de ese mismo año. Mientras que el punto culminante de este sentimiento fue la apocalíptica batalla de Berlín.

«Hombres lobo»

A finales de año, el ministro de propaganda, Joseph Goebbels, creó una emisora de radio y un periódico a los que llamó «Werwolf», ambos dedicados a difundir la propaganda nazi bajo el eslogan «¡Quién no está con nosotros, está contra nosotros!». Hitler estaba todavía obsesionado con que su imperio resistiría, pero algunos miembros del Tercer Reich comenzaron a pensar en lo que tendrían que hacer después de que la ocupación de los aliados se hiciera efectiva. Fue ahí donde Heinrich Himmler secundó la idea de Borman y este, a su vez, logró convencer finalmente al «Führer».

Decidieron bautizar a este ejército guerrillero clandestino con el mismo nombre que el diario y la radio. La denominación surgió de una novela de Hermann Löns titulada «Der Wehrwolf» («hombre lobo»), publicada en 1910. En ella se narra la lucha de los campesinos durante la devastadora guerra de los Treinta Años (1618 y 1648) y sus más de siete millones de muertos en los territorios alemanes. El protagonista es uno de esos campesinos, Harm Wulf, cuyas posesiones son arrasadas y su familia asesinada salvajemente por soldados extranjeros. Tras perderlo todo, organiza una especie de grupo de autodefensa local que acabaría congregando a centenares de vecinos para vengarse de los invasores.

La novela causó una profunda impresión entre los jerarcas nazis, que no tardaron en encontrar los paralelismos con su causa para designar a este grupo integrado en la sección de combate de la Waffen-SS. A mediados de septiembre de 1944, nombraron como director a un alto mando de las SS que había sido jefe de la Policía en Ucrania, Hans Prützmann. Su misión era resistir al avance aliado empleando tácticas de guerrilla que había aprendido de los bolcheviques en aquel país y que él mismo perfeccionó para que fueran utilizadas por comandos integrados en grupos de tres a seis hombres, mujeres y niños. Es más, muchos de los que se presentaron voluntarios pertenecían a la Juventudes Hitlerianas, que convirtieron rápidamente en potenciales terroristas y que se dedicaron, en primer lugar, a pintar amenazas en las paredes del país: «¡Traidor, ve con ojo, la Werewolf te observa!».

 El llamamiento

En su instrucción era de lectura obligada el libro «Hombres lobo. Aviso para las unidades de caza». Según los documentos incautados a la organización, los programas de instrucción incluían técnicas de sabotaje con latas de sopa vacías llenas de explosivo e impermeables con forros también explosivos. Les enseñaban a matar centinelas con una soga, con una pistola Walther provista de silenciador o a disparar como auténticos francotiradores. Y se les instaba a robar armas, comida y munición o a provocar incendios y todo tipo de sabotajes .

El día 1 de abril de 1945, Goebbels emitió por radio el siguiente llamamiento sobre la Werwolf: «Todos los medios son correctos para dañar al enemigo. Nuestras ciudades en el oeste, destruidas por el cruel terrorismo aéreo, y las mujeres y los niños hambrientos a lo largo del Rin, nos han enseñado a odiar al enemigo. La sangre y las lágrimas de nuestros hombres asesinados, nuestras mujeres violadas y nuestros niños masacrados en los territorios ocupados en el Este, claman venganza. El movimiento Werwolf declara su firme y resuelta decisión, indiferentes ante una posible muerte y tomando venganza de cada ultraje que el enemigo cometa contra un miembro de nuestro pueblo, dándole muerte. Cada bolchevique, inglés y estadounidense se convierte en objetivo de nuestro movimiento. En donde nosotros tengamos la posibilidad de acabar con sus vidas, lo haremos con placer y sin preocupación de las nuestras. Cualquier alemán, cualquiera que sea su profesión o posición social que se ponga al servicio del enemigo o colabore con él, sentirá el peso de nuestro brazo vengador. Para nosotros solo queda un lema: “Conquista o muere”».

Uno de los primeros atentados cometidos por estos «hombres lobo» fue la Operación Carnaval, cuyo blanco fue Franz Oppenhoff. Se trataba de un abogado católico al que los aliados habían nombrado alcalde de la ciudad fronteriza de Aquisgrán y que era, además, el político opositor al nazismo más respetado en Alemania. Dos jóvenes llamados Herbert Wenzel y Josef Leitgeb se infiltraron en territorio ocupado por los Estados Unidos y, al llegar a casa de este, fingieron ser aviadores derribados tras las líneas enemigas. Mientras les contaban lo sucedido, Leitgeb sacó su pistola y le disparó en la cabeza. Solo un mes después de aquello, se puede ver en una filmación a Hitler, pocos días antes de suicidarse, saludando a un grupo de niños Werwolf en el exterior de su refugio en Berlín.

Otros alcaldes asesinados

El 9 de septiembre de 1945, ya firmada la paz, ABC contaba que, «con el fin de investigar sus relaciones con el movimiento subterráneo Werwolf, Otto Skornezy ha sido trasladado al Cuartel General Aliado de Berlín. Como se recordará, fue el hombre que rescató a Mussolini de su encierro por parte de los aliados y que luego realizó una campaña anónima contra la fracasada ofensiva de Rundstedt en las Ardenas». Y a finales de abril de 1946, este diario todavía informaba sobre una gran operación en Alemania contra la organización: «Ochenta antiguos oficiales germanos han sido detenidos en la Alta Baviera por participar en un complot para asesinar al doctor Wilhem Hoegner, ministro presidente de Baviera. Esta noticia apareció primero en un periódico de Landshut, que dijo que un grupo de la Werwolf había confeccionado una lista en la que figuraban más de 400 personas, entre ellas, Hoegner».

Otros seis alcaldes más perdieron la vida a manos de estos «hombres lobo» y fue imposible encontrar sustitutos del terror que causaron. Algunas fuentes aseguran que el grupo cometió otros crímenes sonados como el del general Maurice Rose, oficial judío más antiguo del Ejército de Estados Unidos; el del general Nikolai Berzarin, comandante soviético en Berlín, y el del mayor John Poston, oficial de enlace del mariscal de campo Bernard Law Montgomery. También les atribuyen otras acciones que han caído dentro del mito, como el explosivo que acabó con la vida de 44 personas en Bremen (cinco estadounidenses y 39 civiles alemanes) y que al parecer fue causada realmente por la explosión accidental de una bomba sin detonar.

El historiador Alexander Perry Biddiscombe defiende en su obra «¡Werewolf! La Historia de la Guerrilla del Movimiento Nacional Socialista, 1944-1946» (University of Toronto Press, 1998) que siguieron actuando contra la ocupación desde sus últimos refugios en la Selva Negra y las montañas Harz hasta 1947 e, incluso, hasta 1950. Y que sus acciones tuvieron importantes consecuencias para el futuro de Alemania, aunque no lograsen provocar un verdadero espíritu de resistencia nacional.

Otros autores como el británico Antony Beevor y el estadounidense Earl F. Ziemke tienden a minusvalorar su impacto, argumentando que no fueron ninguna amenaza contra las potencias vencedoras. Hablan de una labor de intimidación a los civiles, pero de menos crímenes. Se trataba más bien de niños asustados, algunos de los cuales fueron masacrados por tropas francesas y soviéticas a las que no les importó su edad. «Otros aprovecharon para marcharse a casa cuando sus superiores los enviaron a preparar actos terroristas», asegura Beevor en su libro «Berlín, la caída: 1945» (Crítica, 2002). En su «Historia de Alemania desde 1789», Golo Mann afirma que los civiles germanos estaban más dispuestos a colaborar con los ocupantes que con la Werwolf.

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