Del “póntelo, pónselo” al TikTok: cómo hacer que los jóvenes vuelvan al condón
El País.- Las nuevas infecciones por VIH suben más en la población entre 15 y 24 años en Sudáfrica, el país con las peores cifras del mundo. Conocer el lenguaje de las nuevas generaciones es básico para frenar la pandemia de sida que este 2021 ha matado ya a 755.000 personas.
“Nos recomiendan que llevemos siempre condones, pero luego ellos te dicen: ‘Oye nena, no puedes comerte un plátano con la cáscara, necesitas pelarlo, ya sabes…”. Con esta frase, Sisanda Khuzami, de 22 años, da una idea del talante de los chicos de su edad ante el preservativo. Lo describe con desparpajo, gesticulando exageradamente e imitando la voz de un varón con un punto macarra. Sus compañeros Zipho Sithandathu (21) y Nihlali Nolokwe (23) ríen, pero le dan la razón. “La mayoría piensa que el condón es aburrido; solo se fijan en eso, y no en que salva vidas”, considera Sithandathu.
Estos tres jóvenes sudafricanos están muy bien aleccionados en lo que a educación sexual se refiere porque colaboran con Médicos Sin Fronteras como asesores para niños y adolescentes en los colegios e institutos de su barrio, Khayelitsa, uno de los más pobres y más grandes de Ciudad del Cabo. Saben de los riesgos que implica no usar protección, como los embarazos no deseados y enfermedades como el sida. Pero su ejemplo no es el mayoritario: en Sudáfrica, el VIH aumenta más en la franja de edad de 15 a 24 años, con un 38% de las 200.000 nuevas infecciones de 2017, según los últimos datos ofrecidos por el Consejo Nacional del Sida de Sudáfrica (Sanac).
Cuarenta años después de que el VIH se describiese por primera vez, sigue siendo un problema mayor en Sudáfrica. Se trata del país con mayores cifras del mundo, hasta 7,6 millones de personas conviven con la enfermedad, casi el 14% de la población, y todavía 72.000 murieron en 2019. Pero también es donde se han alcanzado importantes logros, pues la mortalidad ha descendido un 60% en la última década y el país se aproxima a la meta 95-95-95 de Naciones Unidas para 2030: el 92% de la población seropositiva conoce su estado, un 70% de ella está en tratamiento con antirretrovirales y el 92% de estos últimos no presenta carga viral, según la Agencia de la ONU para la lucha contra el sida (Unaids).
No existe una sola causa que explique los malos resultados entre la población joven. Muy al contrario, el análisis de esta situación da para horas de charla, por lo menos para los tres jóvenes de Khayelitsa, que reflexionan sobre el fenómeno desde una moderna cafetería de aire hipster de su barrio, de esas donde sirven capuchinos y hamburguesas con pan de masa madre. Sisanda Khuzami se dispara con dos motivos: “Uno: Cuando los jóvenes salen a beber se olvidan de los condones, se acuestan con gente que acaban de conocer. Y dos: la violencia de género está en aumento; estamos siendo violadas y no sabes si la persona que lo hizo tenía VIH”.
Los datos apoyan su tesis: 3.224 mujeres fueron asesinadas en 2018, una cada tres horas, en una tendencia que aumenta en los últimos años. Entre 2018 y 2019, la policía registró una media de 114 violaciones diarias, casi un 5% más que el año anterior. De hecho, una investigación realizada en el mismo Khayelitsa en 2016 encontró que un 35% de niñas en primaria y secundaria habían sufrido una agresión sexual en el último año. Al mismo tiempo, las mujeres y niñas sudafricanas de entre 15 y 24 años son el grupo más vulnerable ante la enfermedad, pues hasta 180 de ellas se contagian a diario. En 2018, fueron casi 65.000 frente a algo más de 19.000 hombres de la misma edad, según Sanac.
“Se entiende que las relaciones intergeneracionales entre hombres mayores, un grupo con alta prevalencia del VIH, y las mujeres jóvenes están impulsando un ciclo de infecciones”, describe un informe de Sanac en referencia a los llamados “sugar dadies”, un término referido a varones adultos que mantienen sexo con niñas y mujeres muy jóvenes de entornos empobrecidos a cambio de protegerlas económicamente. Lo ha observado en numerosas ocasiones Phumeza Runeyi, promotora de salud de Médicos Sin Fronteras en Khayelitsa desde hace 15 años y mentora de los tres jóvenes reunidos en la cafetería. La última vez, un par de semanas atrás: “Tengo un caso de una chica de 12. Durante la cuarentena, la madre se quedó sin trabajo y sin ingresos, así que decidió vender a su hija a un hombre que tenía una tienda. Ella podía cogerle comida a cambio de que el comerciante pudiera dormir con la niña”, relata entre los sorbos que va dando a su refresco. Tanto la madre como el abusador fueron arrestados y a ella le han quitado la custodia de la menor.
Una de las certezas más claras sobre el VIH es que el uso del preservativo es la manera más eficaz de prevenir el contagio durante las relaciones sexuales. Sudáfrica invirtió solo en 2019 más de 2.200 millones de euros en la lucha contra la enfermedad y posee un robusto programa de reparto de preservativos de forma gratuita, con mil millones distribuidos anualmente según el Ministerio de Sanidad y otros 27 millones de los femeninos. Pero no todo el mundo los usa: el 63% de los jóvenes entre 15 y 24 años afirma utilizarlos de manera habitual.
Que los jóvenes no se protejan es algo que se atribuye en buena parte a que la información todavía no llega como debería, pues menos de la mitad (el 45,8%) de los sudafricanos entre 15 y 24 años posee conocimientos suficientes sobre cómo prevenir el contagio por VIH, según ONUSIDA. Y esto es algo que a la asesora de MSF, Phumeza Runeyi, no le entra en la cabeza. “Cuando yo empecé, los jóvenes no sabían nada sobre el VIH, solo sabían que equivalía a la muerte, y aun así seguían contrayéndolo porque no había nada para prevenirlo”. A medida que pasaba el tiempo, con sensibilización, activismo y mucha financiación, se han dado enormes pasos en el control de la enfermedad. “Me aseguro de que cuando hablamos sobre el VIH, en conferencias y en cualquier otro lugar, también hablamos para los jóvenes, porque son los más vulnerables.” afirma Runiye, quien reconoce, sin embargo, que las campañas se han relajado durante el último año a raíz de la covid-19 porque el mensaje se ha centrado en la pandemia y el VIH ha perdido protagonismo. “Nosotros sensibilizamos mucho sobre el preservativo. Pero viene la covid-19 y nos centramos más en informar sobre mascarillas. Pasas 20 años hablando del VIH a diario y luego la gente se olvida en un día. No lo entiendo”, lamenta la experta.
Para Khuzami, los esfuerzos realizados para informar a la población sobre el nuevo coronavirus bien se podrían utilizar también para el VIH. “Si deseas información de covid-19 no tienes ni que buscar, el Gobierno te envía SMS solo para recordarte que tomes precauciones. Pero con el VIH nunca recibes un SMS que te diga ‘oye, ponte el condón, mantente a salvo’. No hace eso. Y sería útil”, opina.
A unos 40 kilómetros, la vida pinta lujosa y apetecible. Entre los muelles, jardines y cuidados comercios del Victoria & Alfred Waterfront, uno de los lugares más exclusivos de Ciudad del Cabo, tres adolescentes practican el noble arte del monopatín. Ellos son Wiley, Morné y Olivier, de 17, 15 y 16 años respectivamente y piensan que el VIH no va mucho con ellos. “Es algo que pasa más en los suburbios y zonas rurales porque no reciben mucha educación, está relacionado con la pobreza”, comenta Wiley, el más hablador. “La gente no recibe educación sobre el tema o no tiene dinero para comprar preservativos. Les pasa a las personas menos educadas de esas comunidades, yo no conozco a nadie que tenga VIH”, afirma. Sus dos amigos asienten.
Precisamente de una zona rural puede hablar Simangele Dube, agente de salud comunitaria en la periferia de Eshowe, una ciudad de la región de Kwazulu-Natal, en la otra punta de Sudáfrica. “Hay mucha desinformación entre los jóvenes, vienen con muchas preguntas e ideas incorrectas, otras veces no quieren tomar la medicación ni ser testados”, cuenta esta enfermera, que entre otras labores se encarga de ofrecer asesoramiento sobre salud sexual o planificación familiar, y que también ofrece apoyo al diagnóstico y tratamiento de VIH y tuberculosis. En su pequeño habitáculo, al pie de una carretera rural, ofrece esta información valiéndose de una vagina de plástico, un pene del mismo material para enseñar cómo ponerse un condón y otro más para explicar la circuncisión, otra de las prácticas recomendadas por la Organización Mundial de la Salud para prevenir el VIH. “Lo más difícil es que entiendan lo importante que es protegerse; les da miedo el tratamiento, les da miedo ir al hospital a por la medicación y que les reconozcan y también temen morirse”, sostiene.
También Runeyi, desde Ciudad del Cabo, asegura que han observado un descenso de los chavales que siguen el tratamiento. De hecho, un tercio de los adolescentes sudafricanos con VIH no lo hacen, según un estudio publicado en The Lancet en octubre 2019. Los datos del Gobierno confirman que solo el 66% de los jóvenes sigue bien la terapia.
En una calle del centro de Eshowe, tres colegialas de uniforme restan importancia al problema y, contrariamente a la opinión de los chicos del monopatín de Ciudad del Cabo, ellas aseguran que la información es suficiente en su entorno. Se llaman Oratile, Ahmale y Nomcebo, tienen 20 años y estudian en un instituto de Formación Profesional. “Sí que hay información; a nuestra escuela han venido varias veces a hablarnos del tema”, exclama Ahmale con despreocupación. En lo que sí coinciden los chicos de ciudad y las chicas del campo es que el estigma sigue ahí, de alguna manera. “No sé si conozco a alguien con VIH, pero eso no se cuenta, es como un secreto”, advierte Nomcebo. Coinciden los tres adolescentes de los muelles: no es algo que hablen con los amigos, porque “no es interesante”, opina Morne.
Ese miedo a ser señalado se disimula con una despreocupación que, después de todo, no es más que fachada. “Pregunté a un chico que por qué no usaba condón, que si no tenía miedo de contraer el VIH y me dijo que sabía que se puede tomar una pastilla. Esa ignorancia o falta de importancia es porque saben que tienen opciones y que no van a morir”, sospecha Zipho Sithandathu, el joven asesor de MSF en Khayelitsa. “No significa que hayan perdido el miedo a ser señalados, pues el estigma aún permanece”, completa su compañera Nolokwe.
Por otra parte, la familia no siempre es un apoyo porque no hay confianza entre padres e hijos para hablar con libertad de sexo. “¿Una conversación fluida con los padres? No con una madre africana. Bueno, si quieres vivir en la calle, ¡hazlo!” exclaman las dos chicas a la vez y casi con las mismas palabras. “Eso no pasa con los tíos, si eres un chico puedes hablar con tu padre, pero nosotras no…”. Sithandathu les da la razón. “Si les dices que quieres hablar de VIH, se alarman porque ya se creen que eres positiva”, aseguran.
Los mensajes clásicos que tan bien funcionaron en los primeros años de trabajo de Runeyi ya no calan y hacen falta nuevas fórmulas para que las nuevas infecciones entre adolescentes y jóvenes desciendan. En este contexto, las redes sociales se están convirtiendo en una herramienta que ya está funcionando en la prevención del VIH y el sida, pues desde ellas se pueden emitir mensajes que llegan a millones de usuarios que hacen más caso a un influencer que a un médico. Mucho mejor si ejerce ambas funciones, como los tiktokeros sudafricanos Doctor Siyamak Saleh, Alana Beau o Adora Blendoda, con miles de seguidores. En esta plataforma existen cientos de usuarios que hablan abiertamente del asunto con una libertad y naturalidad que no siempre se encuentra en casa. “No tenemos tiempo de tomar un panfleto por la calle y leerlo, estamos demasiado ocupados con nuestros móviles, así que es mejor compartir la información sobre el VIH en Tiktok, Facebook, WhatsApp…” reflexiona Nolokwe, que no ha despegado el móvil de su mano en toda la tarde.
Las redes sociales están en presentes en las estrategias de las organizaciones humanitarias y gobiernos para promover mensajes sobre salud, como ya se ha visto con la covid-19. Pero antes que esta pandemia, ya se lanzaron algunas campañas: Colour My HIV y MTV Shuga (una serie de televisión) son dos de las más recientes.
MSF también se vale de las redes, como explica Nikola Nkhoma, del departamento de comunicación de esta organización en Sudáfrica. Desde su oficina en Pretoria, explica cómo esta herramienta puede promover un cambio de comportamiento de la sociedad y cómo se diseña una campaña como la que está a punto de lanzar, sobre la adherencia al tratamiento antirretroviral en este caso. “Será una campaña de dos vías con la que enviaremos un mensaje sobre la importancia de tomar la medicación. También habrá un botón que se podrá pulsar para que quien desee más información se comunique con nosotros, y luego podamos dirigirle a las clínicas donde puedan obtener su medicación”, describe.
Es importante definir bien el perfil de usuario al que van dirigidas las campañas: si es para padres, para niños o para jóvenes. “La clave investigar el contexto. ¿Es culturalmente apropiado? ¿Es apropiado lingüísticamente? ¿Se entenderá el mensaje? ¿Está simplificado? Hablando sobre el VIH entre los adolescentes, tendrías que diferenciar entre el mensaje que les envías a sus padres y el mensaje que les envías a los niños y a los jóvenes. Es importante que ellos se sientan identificados”.
Para Nkhoma, la promoción digital de la salud se ha convertido en una vía a tener muy en cuenta durante la pandemia, y cuando esta pase, se seguirá potenciando para acabar con estas otras epidemias más antiguas que no parecen tener fin. “Hay momentos en que las personas no pueden físicamente ir a un centro de atención sanitaria o reunirse con alguien cara a cara para obtener la información médica que necesitan. En esos casos, la promoción digital de la salud puede llegar a personas a las que es difícil llegar y ayudar a transmitir un mensaje en lugares que son difíciles de alcanzar”.