En julio de 1929, el dictador comunista soviético publicó en el órgano oficial de la URSS, el diario Pravda, su famoso artículo “El año del gran viraje”, donde anunció la ofensiva contra los elementos capitalistas del campo y de la ciudad, señalando su intención de hacer virar a las masas campesinas hacia la “trayectoria socialista”:
Para ello, desde 1930, destacamentos de la Dirección Política del Estado (GPU) comenzaron a requisar de forma abusiva el grano y el trigo ucranianos, dejando las tierras sin semillas y sin dar tiempo a que los campos se pudieran volver a plantar.
A partir de 1931, la falta de alimentos en varias regiones de la Unión Soviética condujeron a la muerte por inanición de millones de personas, situación conocida por las autoridades y también consentida, pues así se consolidaban los koljoses y los sovjoses, granjas colectivas y estatales, respectivamente.
Entre julio y agosto de 1932, Stalin concibió un nuevo análisis de la situación de Ucrania y de sus causas, expresada en una carta enviada a Lázar Kaganóvich el 11 de agosto:
“Ucrania es hoy en día la principal cuestión, estando el Partido, y el propio Estado y sus órganos de la policía política de la república, infestados por agentes nacionalistas y por espías polacos, corriendo el riesgo «de perder Ucrania», una Ucrania que por el contrario, es necesario transformar en una fortaleza bolchevique”.
El 7 de agosto de 1932 se aprobó la conocida como «Ley de las Espigas», cuyo objetivo era escarmentar a aquellos campesinos contrarios a la expropiación o a quienes robasen alguna espiga o cebada para comer. Sin embargo, y pese a los duros castigos, el hambre era tal que ni la cárcel ni las torturas bastaron fue necesario crear tribunales especiales para condenar a muerte a los saqueadores. Según registros de la época, alrededor de 5.400 personas fueron ejecutadas en virtud de esta ley y enviadas a la cárcel otras 125.000.
No contentos con ellos, Stalin decidió enviar a la zona a dos de sus comisarios más duros y temidos: Molotov a Ucrania y Kaganovich al norte del Cáucaso. Las primeras persecuciones se produjeron en el Cáucaso desde noviembre de 1932 cuando la GPU deportó a 71.236 norcaucásicos (chechenos, daghestanos o inguches), que serían 268.091 en 1933. Algo similar ocurrió en Kazajistán.
Pero en vista de que ni una represión tan dura servía para aplacar los ánimos de la población de estas zonas, Stalin decidió finalmente cortar por lo sano y aplicar una solución más radical y mucho más simple: dejar morir de hambre a la población rural que tan rebelde se había mostrado.
La hambruna provocó, además de millones de muertos, un gigantesco éxodo rural del campo a las ciudades en busca de comida, pero el Kremlin ya había previsto que esto podía pasar el 22 de enero de 1933 las autoridades prohibieron a los campesinos acceder a las metrópolis y, para ello, montaron una serie de perímetros con alambrada de púas, cortaron los accesos por carretera y ferrocarril y situaron a miles de soldados del Ejército Rojo para aislar Ucrania del resto de la URSS.
El hambre y los rigores del clima, un frío intenso en invierno y un insoportable calor en verano que se cebaba con los cuerpos malnutridos, así como una epidemia de tifus, dejaron tal cantidad de cadáveres que fueron necesarios vagones enteros de trenes para retirar los cuerpos sin vida de los muertos.
La hambruna se cebó especialmente con los niños, muchos de los cuales fueron dejados por sus padres a las afueras de las ciudades para que las autoridades les admitiesen en centros de acogida. Las tropas, sin embargo, cerraron estos centros, subieron a los pequeños en trenes y los abandonaron a decenas de kilómetros en el campo, donde morirían de hambre y frío en soledad.
Tras cerca de dos años, a inicios de 1934, el Holodomor terminó dejando en Ucrania, Kazajistán y el norte del Cáucaso unos siete millones de muertos, de los cuales unos cinco millones eran ucranianos, uno de norcaucásicos y otro de kazajos.
Aunque hay fuentes que indican que la hambruna se debió a las malas cosechas, los datos no parecen indicar esto ya que fueron de 18.3 millones de toneladas de grano en 1931, de 14.6 millones en 1932 y de 22.3 millones en 1933, los años precisamente en que se produjo la pérdida masiva de vidas. Estos datos están en línea igualmente con los de los años previos al Holomodor.
Fuentes soviéticas achararon lo ocurrido a una terrible sequía en 1932, la desorganización de los agricultores, la rebelión de muchos campesinos contra la expropiación forzosa, que habrían destruido gran parte de su patrimonio, incluido cosechas y ganado…
Curiosamente, en 1932, el Gobierno dejó de ofrecer datos censales, hasta 1937, año en que la población ucraniana había mostrado un retroceso, de hasta el 25%.
Ucrania aprobó la ley «Sobre el Holodomor en Ucrania de los años 1932-1933», propuesta por el presidente del país, Víktor Yúschenko. Según esta ley, el Holodomor en Ucrania de los años 1932-1933 es declarado genocidio contra el pueblo ucraniano.
En su preámbulo se incluye la definición del genocidio, de acuerdo con la jurisprudencia internacional aceptada. Asimismo, la propia ley establece que, «la negación pública de la existencia del Holodomor de los años 1932-33 en Ucrania se considera una burla a la memoria de los millones de víctimas de la tragedia, una humillación a la dignidad del pueblo ucraniano y es ilegal».
Con motivo del 75 aniversario del inicio del Holodomor, Ucrania presentó ante las Asamblea General de las Naciones Unidas, una nueva propuesta dirigida a declarar el Holodomor de los años 1932-1933 un genocidio contra el pueblo ucraniano. En la 58 sesión de la ONU se introdujo por primera vez en el diccionario internacional político como término para denominar al Holodomor hambruna artificial. La declaración común fue apoyada por 63 estados y aprobada.
El 23 de noviembre del 2008 el Papa Benedicto XVI recordó la gran hambruna de los años 30 en Ucrania, coincidiendo con el 75 aniversario del Holodomor: «En estos días celebramos el 75 aniversario del Holodomor -la gran hambruna- que en los años 1932 y 1933 causó millones de muertos en Ucrania y en otras regiones de la Unión Soviética durante el régimen comunista».
Actualmente, numerosos países denominan la hambruna de 1932-1933 como genocidio contra el pueblo ucraniano, aunque no hay ningún documento de la ONU que lo califique como tal.