Uno de cada tres adolescentes pasa más de 6 horas diarias frente a una pantalla y el 20% está en riesgo de uso adictivo
20 Minutos.- Uno de cada cinco adolescentes está en riesgo de caer en un uso adictivo de las pantallas, siendo más altas las probabilidades para las chicas que para los chicos; mientras uno de cada tres pasa más de seis horas diarias delante de una pantalla. Una situación que, en vista de la caída progresiva de la edad de primer contacto con las tecnologías, preocupa a los expertos por los impactos que pueda acarrear para la vida personal, social y académica de los jóvenes.
A través de una encuesta realizada a 930 jóvenes, padres y tutores sobre el uso que hace de las pantallas la población entre 12 y 17 años en situación de vulnerabilidad y exclusión social, la organización ha podido detectar dos variables principales: cada vez empiezan antes a usar dispositivos tecnológicos y existen diferencias significativas según el género.
La inmensa mayoría de los jóvenes de entre 12 y 17 años (96%) ya cuentan con un móvil propio; pero mientras los mayores de 14 años aseguran que su primer teléfono lo tuvieron a los 11,7 años, para los menores de 13 años la inmersión en las pantallas fue antes, a los 10,5 años. Esto es un asunto que, según señaló en la presentación del estudio Daniel Rodríguez, del Equipo de Estudios de Cáritas, despierta las alertas. Ya no solo por el acceso cada vez más temprano a las pantallas, sino porque «la mayoría de las aplicaciones, redes o páginas donde se abren perfiles son para mayores de 16 años», lo que resalta la importancia de educar desde la infancia a hacer un uso responsable de los jóvenes.
Además, el uso de las pantallas muestra también evidentes diferencias de género, siendo las chicas las más susceptibles de caer en un uso adictivo o abusivo de las tecnologías, aunque con factores distintos. Y es que ellas prefieren las redes sociales, mientras ellos optan más bien por los videojuegos. Según la encuesta, las chicas tienden a ser más activas en redes, generando muchas más publicaciones, lo que a su vez multiplica su exposición en Internet, en comparación con los chicos, que tienden a asumir en mayor medida el «rol de espectadores y jueces».
Hay que tener en cuenta que Cáritas considera «uso abusivo» cuando el tiempo de exposición sobrepasa las seis horas diarias; algo que realizan el 36% de los jóvenes encuestados. Es decir, uno de cada tres jóvenes pasa más de seis horas delante de una pantalla. En cuanto al término de «uso adictivo», la organización se refiere a cuando ya se genera un efecto de dependencia que termina afectando e interfiriendo de forma negativa en la vida cotidiana y que incluso puede acarrear dificultades para controlar el tiempo que se dedica a las mismas.
“El abuso de las pantallas puede conllevar o no una adicción. Relacionamos esta adicción con las emociones que las pantallas despiertan y consideramos que se da una conducta adictiva cuando el uso, o la ausencia de este, genera ciertos niveles de aislamiento, ansiedad, falta de control y dependencia”, explicó Rodríguez.
El entorno familiar, crucial para la prevención
Ahora bien, el estudio de la organización muestra que el hecho de estar en una situación de vulnerabilidad o de exclusión social no aumenta las probabilidades de caer en una adicción a las pantallas. Lo que sí condiciona de una manera muy intensa es el ambiente familiar. Según la encuesta, cuando un joven convive con progenitores que hacen un «uso razonable» de las pantallas, la probabilidad de desarrollar una conducta adictiva se reduce un 70%.
No podemos decir lo mismo con los videojuegos, cuyo uso sí que presenta diferencias importantes entre la población según las condiciones de vida y la escasez de oportunidades: la adolescencia en situación vulnerable sufre el doble de adicción a los videojuegos que la juventud en su conjunto (12%), y se dispara entre varones (24%), cuyo número cuadruplica al porcentaje de las chicas (4,9%).
Impactos en la vida familiar y en los resultados académicos
Y ¿cuál es la percepción de los padres, madres o tutores al respecto? Uno de cada cuatro adultos afirma que el uso de pantallas ha empeorado la actitud de su hijo en casa. El 28% tienen claro que las pantallas son las «culpables» de que la comunicación en casa haya empeorado y que haya sido en un 20% de los casos un condicionante para el engaño. Teniendo en cuenta que únicamente el 12% de los progenitores se sienten preparados para afrontar la educación digital de sus hijos, y que el 53% dice necesitar apoyo o sentirse desorientados, es evidente que la educación actual tiene que adecuarse a los cambios introducidos por la tecnología para tratar de prevenir, en la medida de lo posible, las consecuencias negativas que pueden darse por un mal uso.
Además, como ya vienen alertando distintos estudios, lo digital se traduce en muchos jóvenes en una disminución de las formas tradicionales de comunicación y relación: El 11% de la juventud prefiere, con frecuencia, hablar por WhatsApp antes que hacerlo en persona
Y ya no solo eso, sino que el impacto puede llegar a notarse también en los resultados académicos. «La conclusión es clara, la adicción y el uso abusivo están estrechamente ligados al absentismo escolar y al número de suspensos», subrayó Rodríguez. Si el 18% de la población adolescente en situación de vulnerabilidad social ha faltado a clase algún día en el último mes (sin justificar), el porcentaje se incrementa hasta el 23% cuando hay adicción a las pantallas y hasta el 28% cuando hay un uso abusivo de las mismas.
Algo parecido ocurre respecto a los suspensos. Casi la mitad de jóvenes que abusa de las pantallas ha suspendido tres o más asignaturas, según la encuesta, mientras que si se tiene en cuenta si el uso llega al punto de ser adictivo, la tasa asciende al 60%.
Educación digital
«Todos (adultos y jóvenes) estamos pasando por lo mismo, y al mismo tiempo, por el uso desmedido de la tecnología y en continuo aprendizaje. La diferencia es que, normalmente, los adultos lo vivimos con miedos y con inseguridades mientras que los jóvenes sin miedos. Por ello, la infancia, los adolescentes y los jóvenes son los más vulnerables entre los vulnerables y, especialmente en estos momentos de cambios», alertó Carmen García, responsable del programa de Infancia, Adolescencia y Juventud de la organización.
Lo que está pasando, añadió, ocurre a tal velocidad que «no está facilitando un margen de adaptación y reflexión que les permita entender cómo se sienten y cómo vertebran las relaciones en estos momentos de cambio».
Para García, es crucial ayudarles a «generar valores» y educarles en la práctica de la paciencia y en «frenar la impulsividad de no responder a un mensaje en caliente» para que no se arrepientan de lo dicho en el futuro. «En otras palabras, el aprendizaje de la tan difícil autorregulación, con la clave siempre de no culpabilizar y no juzgar», concluyó.