«No quieren jugar conmigo porque soy gitana»

Burgos Conecta.- Una niña del barrio San Pedro de la Fuente vuelve a su casa llorando. Sus compañeros del colegio no querían jugar con ella. Esto sucede un día cualquiera, en un colegio de Burgos. Juani Pisa, agente de igualdad en la Fundación Secretariado Gitano (FSG), recuerda cómo vio a esa niña entre llantos. «No quieren jugar conmigo porque soy gitana», le explicaba la menor.

Olimpia Iglesias es otra joven que ha vivido una infancia rodeada de actos discriminatorios. «En el colegio notaba mucho el racismo por parte de alumnos y profesores», lo que le quitaba las ganas de asistir a las clases.

Una profesora decía en su colegio que «los gitanos tienen muchos hijos» o «que solo tienen hijos para obtener ayudas económicas». La situación mejoró en la ESO, aunque persistía algún comentario racista.

Al final, una persona que se ve discriminada en clase no se siente motivada a estudiar. «Según mi experiencia, siempre ves aspectos que sí son racistas. A lo mejor eres un niño y no te das cuenta, pero vas creciendo y detectas que era racista», considera Iglesias.

Sus padres querían que estudiase, pero tampoco le obligaban ni a seguir con ello ni a abandonarlo. Continuar con los estudios universitarios ha sido su decisión. Así, esta joven gitana es graduada en Pedagogía y en la actualidad trabaja en la Fundación Secretariado Gitano (FSG).

Iglesias comenta que a lo largo de su experiencia en la universidad no ha notado racismo. De hecho, aprecia una evolución positiva respecto al trato recibido en el colegio hasta los niveles formativos superiores.

«Como gitana, estos prejuicios me hacen daño»

Al preguntar a niños de entre nueve y diez años qué ideas tienen sobre los gitanos escriben prejuicios como «los gitanos son sucios, llevan navaja, son drogadictos, se casan muy jóvenes o se lavan los dientes con lavaplatos».

Así lo ha vivido Pisa en los talleres ‘Cultura para compartir’ que la FSG desarrolla en los colegios. «¿De dónde pueden salir esos prejuicios en niños de nueve años?», cuestiona Pisa. A través de estos talleres están cambiando mucho las cosas y «entre todos lo podemos cambiar».

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