Castropol recuerda a los deportados por los nazis con una exposición internacional
La Voz de Galicia.- Fotos, de sus novias o sus madres, anillos, relojes, carnés o las llaves de casa. De las viviendas que tuvieron que dejar atrás los deportados en el campo de concentración nazi de Neuengamme (Hamburgo), a quienes obligaron a cambiar un hogar por el infierno en la tierra. La casa de la cultura de Castropol acoge estos días una exposición internacional que muestra las historias detrás de los objetos personales recuperados de aquel lugar de infamia, y que da a conocer las biografías de cinco asturianos del Occidente que perecieron en otros centros de exterminio: Armando Murias Vijande (Vegadeo), Belarmino José García Pertierra (Navia), Ramón Jesús Méndez-García Junceda (Puerto de Vega), Nicasio Fernández Sánchez (Coaña), y Manuel Villares Arias (Barres, Castropol).
La exposición, que puede verse en horario matinal hasta el 31, parte del proyecto Stolen Memory del Arolsen Archives, el mayor centro de documentación mundial sobre víctimas del nazismo. Conserva unos 3.000 objetos recuperados de los campos de concentración, pertenencias que desde 2018 intenta devolver a las familias de los deportados, sus legítimos propietarios. De víctimas españolas se han localizado unos 70 bienes, de los que casi la mitad han sido devueltos a familiares. Una charla, mañana a las 20.00 horas, con la participación del historiador y filólogo Xosé Miguel Suárez; Antonio Muñoz, investigador del Instituto de Ciencias Sociais de la Universidade de Lisboa; y Ramón García, profesor de Historia en el instituto de Navia, servirá para presentar la iniciativa.
La exposición incluye paneles de esos efectos personales y una explicación sobre la historia detrás de ellos. Cada una de esas pertenencias tiene algo de milagro. «Son cosas íntimas o intimísimas que sobrevivieron al proceso de deshumanización que sufrieron las víctimas, que allí fueron convertidas en números. Es milagroso que hayan sido recuperadas, porque las SS hacían generalmente rapiña o en algunos casos los propios presos se los llevaron», explica Muñoz, considerado uno de los mayores especialistas en esta temática.
En Neuengamme, entre 1938 y 1945, fueron recluidos unos 500 españoles. La historia de muchos es todavía desconocida. Algunos eran gallegos, otros asturianos. La mayoría fueron represaliados por tener ideas políticas. Otros, por su condición homosexual. Algunos simplemente huyeron del miedo por el golpe de Estado de la Guerra Civil y fueron condenados al coincidir con otras personas que tenían militancias.
Devolver los objetos a las familias no solo sirve para restaurar su memoria. También, para dar lugar a encuentros. Muñoz explica que conoció a partir de este proyecto la historia de un español que trabajó en una cocina de Neuengamme, y que salvó la vida de otro «dándole leche que robaba a uno de los gatos que tenían las SS. Pude poner en contacto a las hijas de estes dos hombres, que desde entonces mantienen una relación muy íntima y personal, muy emocionante», relata.
La exposición queda completa con paneles explicativos sobre la historia de los cinco deportados del Occidente asturiano. Es el grano de arena aportado por el alumnado de Navia, que se inició en la investigación a partir de los represaliados. «Quería que los alumnos fueran conscientes de que esas personas no eran tan ajenas a ellos como pensaban, y no que tuviesen una idea de los campos de concentración a partir de películas. Esto afectó a vecinos de sus antecesores», apunta García.
El alumnado buceó en los archivos, en los registros civiles para concretar genealogías, y después se desplazó a las localidades de procedencia de los deportados para buscar a los descendientes, imágenes o datos sobre estas personas.
Los estudiantes también realizaron las traducciones de los paneles, del inglés al gallego-asturiano. Las explicaciones en el gallego de Asturias son otro de los atractivos de la muestra. «Quizá sea la primera vez que se hace una exposición internacional en eonaviego», resalta Muñoz, que quisiera que la exhibición cruce el Eo. «Es gratuita y sería genial que pudiese verse en Galicia», concluye.