Los mitos del suicidio que rompe la guía de Cifuentes para profesores
Fuente: El Español
Fecha: 02/02/2017
Los datos empujan, obligan. Cada dos horas una persona se suicida en España, más de diez por día. Una cuarta parte son adolescentes y jóvenes menores de 25 años. «La realidad silenciada», dicen los expertos. Con el objetivo de establecer protocolos eficientes de actuación, el Gobierno de Cristina Cifuentes repartirá entre el profesorado madrileño una guía titulada «¡No estás sólo! Enséñales a vivir». Los ejemplares terminarán de distribuirse antes de marzo.
Justo después de definir «los pensamientos distorsionados» que acechan a quien se quita la vida -la desesperanza de que el sufrimiento existirá para siempre y que su muerte incluso podría ser un favor para familiares y seres queridos-, el documento relata y desmonta los mitos del suicidio, aquellos tópicos asimilados como ciertos que arruinan la prevención.
LOS CUATRO GRANDES MITOS
Suele decirse que preguntar a alguien si está pensando en suicidarse puede incitarle a hacerlo. Error. «Hablar con la persona sobre la presencia de estos pensamientos disminuye el riesgo de cometer el acto ya que permite aliviar la tensión», contrarresta la guía.
«La persona que se quiere suicidar no lo dice». Todo lo contrario, insisten los expertos que han forjado el documento. «Un número significativo de personas con ideas suicidas expresa claramente sus propósitos».
En tercer lugar, y en relación al mito anterior, suele creerse que quien exterioriza su deseo de acabar con su vida nunca terminará haciéndolo. Falso. Con frecuencia, sintetizan los expertos que han confeccionado estas pautas, «la mayor parte de aquellos que intentan suicidarse expresaron previamente su intención con palabras, amenazas, gestos o cambios de conducta».
Otra de las teorías más extendidas es la de que sólo aquellos con graves problemas se suicidan. De ahí que apenas lo hagan adolescentes y niños. Mentira. Y en este punto insiste la guía, precisamente por estar dirigida al profesorado: «Muchos problemas que a ojos de un adulto son triviales se tornan catastróficos para un niño». Cuidado con infravalorar el dolor, alertan.
FACTORES DE RIESGO
De cara a que los profesores detecten las conductas suicidas que puedan esconder los alumnos, quedan especificados algunos rasgos que suelen repetirse entre aquellos que se quitan la vida o tratan de hacerlo.
El retrato trazado por la guía señala los adolescentes con problemas de comunicación, presencia de psicopatologías -depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia…-, abuso de alcohol y drogas, autolesiones físicas, excesivos sentimientos de fracaso personal, altos niveles de impulsividad, con muchos problemas derivados de su orientación sexual, víctimas de maltrato o abusos sexuales…
Más allá de las características personales, también existen riesgos en el entorno como la falta de amigos, el aislamiento, las fuertes exigencias académicas y personales por parte de la familia, la ausencia de un confidente con quien charlar de las preocupaciones, etc. El bullying es una de las armas más destructivas.
¿CÓMO PROTEGER AL ADOLESCENTE?
Dentro del protocolo de actuación, se explica a los profesores cómo propiciar un buen entorno para cualquier alumno, no sólo para aquellos a los que se les presupone un riesgo.
Las buenas relaciones con profesores y compañeros, la buena comunicación con los familiares, la confianza con al menos una persona para hablar de temas difíciles y los amigos son algunos de estos puntos.
NUNCA SILENCIAR UN CASO
El manual de la Comunidad de Madrid insiste en que los profesores no deben silenciar los suicidios en las aulas. «No conviene ocultar la realidad, hay que fomentar el apoyo al alumnado y permitir las manifestaciones de duelo espontáneas o dirigidas por sus profesores». «Guardar silencio puede dar lugar a un aumento de ansiedad entre el alumnado y a producir sentimientos de culpa exacerbados debidos a discusiones previas», concluye el texto.
Como medida innovadora, la guía propone la creación de dos figuras especializadas: el «alumno de confianza» y «el tutor de apoyo». El primero sería una especie de ‘topo’, alguien que facilitara la comunicación entre los jóvenes y un adulto especialmente preparado, ese «tutor de apoyo».