El suicidio de ‘Por 13 razones’ prueba que el sufrimiento juvenil es un problema muy real
Fuente: La Vanguardia
Fecha: 23/04/2017
La serie Por 13 razones (13 reasons why) está causando mucho revuelo. Los jóvenes se la recomiendan unos a otros porque se ven reflejados en ella y así conocen la historia de Hannah Baker, una chica que estaba tan harta de sufrir en el instituto que se suicidó. Es una historia de ficción, basada en una novela juvenil del escritor Jay Asher, pero asociaciones de prevención del suicidio temen que pueda dar las ideas equivocadas al público al que se dirige.
El punto de partida adentra este drama humano de Netflix en el misterio. El instituto de Hannah todavía está lamentando su muerte cuando Dylan recibe unas cintas de cassette de la fallecida. Son las memorias de Hannah contadas por ella misma antes de acabar con su vida y están dedicadas a todos aquellos que tuvieron un papel en su muerte. Deben escuchar la triste verdad o de lo contrario las cintas se harán públicas.
Estas cintas que incluyen las trece razones de Hannah son incómodas, como también lo es observar el suicidio del personaje, y algunas asociaciones y figuras públicas cuestionan que podrían provocar un efecto dominó, el llamado efecto Werther. Por ejemplo, Jaelea Skehan del Hunter Institute of Mental Health publicó un artículo donde explicaba seis razones por las que le preocupa la serie.
La primera es que 13 reasons why opta por mostrar el suicidio de forma gráfica: “Sabemos gracias a la investigación que descripciones detalladas y retratos del suicidio y de los métodos están asociados con un incremento de la angustia y del riesgo de suicidio entre aquellas personas vulnerables”. Es la misma razón que hay detrás de que los medios de comunicación no hablen en exceso de los casos de suicidio.
A Skehan le chirría que se mencione una lista de razones como si ese suicidio fuera inevitable o como si no hubiera personas que están al borde del suicidio sin razones concretas. Le molesta que el impacto desolador en su entorno sea un tema secundario (afecta básicamente los padres) y que no haga pedagogía de la necesidad de buscar ayuda si uno se encuentra en esa situación.
Y, finalmente, le resulta peligroso que Hannah lleve a cabo su propio suicidio con otras finalidades en mente aparte de dejar de existir: servir para otorgar la culpa a aquellos que contribuyeron en su desgraciada existencia, y que el suicidio se entienda como una forma de dejar un mensaje a los que quedan en vida.
Estos puntos, en resumidas cuentas, son los mismos que critican las asociaciones de prevención del suicidio y de enfermedades mentales, o por ejemplo la actriz Shannon Purser (Stranger things), que pidió a sus seguidores que no vieran la serie si habían tenido pensamientos de acabar con todo: “Hay escenas muy gráficas que podrían desatar recuerdos y sentimientos dolorosos. Por favor, protegeros”.
Los espectadores y la crítica televisiva, que conste, están defendiendo la calidad de Por 13 razones, no solamente como obra artística sino por la necesidad de la sociedad actual de hablar de las agresiones verbales y físicas en el instituto, en una etapa donde las personas todavía se están formando y descubriendo, y están en un momento emocional muy vulnerable.
No solamente hay canciones de New Order para contentar el público más adulto (Love will tear us apart es como perfecta para el tono de la serie) y Selena Gomez legitima la producción entre los jóvenes como productora ejecutiva. Interesa que se tomen trece horas para escuchar las trece razones de Hannah Baker (cada cara de cada casette va dedicada a una persona en concreta y todos deben escuchar la historia entera), interpretada por la australiana Katherine Langford.
Aquello que puede ser peligroso según las asociaciones, también puede ser su mayor virtud, según los críticos y un público apasionado, que agradece un retrato sincero sobre el bullying. El guionista Brian Yorkey, responsable de la adaptación, se toma tantas molestias en mostrar los ejemplos de micro-bullying, que pueden ser tremendas puñaladas para aquellas personas que sufren en silencio, como demostraciones de violencia más explícita.
Es un curioso caso dentro del panorama televisivo. No se la critica por su calidad o por su frivolidad sino por su posible irresponsabilidad, por no poderla disociar de unas tendencias sociales. ¿Y paradójicamente cuál es su pecado? Darle voz a las víctimas del acoso escolar, de la desolación y la violencia sexual porque podría suponer una fuente de inspiración para su audiencia.
Nic Sheff, que ha trabajado en el equipo de guionistas de la serie, hasta ha sentido la necesidad de justificar ciertas elecciones creativas en un artículo para la edición estadounidense de Vanity Fair. Él mismo había flirteado con la idea del suicidio y había intentado quitarse la vida.
”Me pareció una oportunidad perfecta para mostrar cómo es realmente un suicidio, para disipar el mito de la tranquilidad y hacer que los espectadores se enfrenten a la realidad de lo que sucede cuando saltas de un edificio en llamas a algo mucho, mucho peor”, dijo sobre una de las escenas más polémicas. Por si acaso, la serie incluye advertencias que las imágenes son duras.
Este drama seguramente no podría haber existido en la era previa de internet. No es por el argumento, aunque es cierto que ahora existen más formas de ser torturado por los compañeros por culpa de las redes sociales que ni les dejan tranquilos en casa (he aquí la razón de Hannah para contar sus memorias en cassettes, después de una mala experiencia con whatsappen el primer episodio), sino porque no había una plataforma de contenidos como Netflix que pudiera contar esta historia.
Un canal como HBO, por ejemplo, no se interesa en las historias de instituto. Un canal generalista probablemente habría rebajado el tono, que inequívocamente quiere hacer reflexionar al público juvenil, tanto las personas que se sienten reflejadas en Hannah como aquellos que contribuyen de forma directa o indirecta en el acoso escolar o en la soledad forzada de la chica (no es tan complicado verse reflejado en los receptores de las cintas).
Pero Netflix es la puerta de entrada perfecta para acercarse al público juvenil que odia las programaciones convencionales y que prefiere consumir la serie con su móvil, su tablet o su ordenador. Es una serie con la que los jóvenes se emocionan y reflexionan sin la presencia de los padres y sin que sepan el contenido de lo que estás viendo, más que nada porque no se lo pueden encontrar por casualidad por la televisión. Es un consumo directo.
Esta circunstancia es uno de los factores más inquietantes para aquellos que se preocupan por la influencia de la serie. No se puede controlar su consumo y, mientras el espectador puede entrar en un espiral de angustia, las personas de su alrededor no tienen por qué detectar nada. No necesariamente refuerza el diálogo entre los hijos y los padres, y no necesariamente fomenta el debate sobre el acoso escolar en el comedor de casa.
Por un lado, se teme que literalmente puede provocar suicidios alrededor del mundo (recordemos que la plataforma de contenidos está por todas partes). Por el otro, se adentra en las mentes de los jóvenes, tanto víctimas como verdugos, para que reflexionen sobre su papel en el acoso escolar, en la infelicidad de los demás y hasta qué punto se puede herir otra persona con comentarios supuestamente inofensivos.
Es cierto que hay espectadores que frivolizan sobre la serie (hay una retahíla de hashtags en las redes sociales que demuestran que muchos consumen la serie como cualquier otra serie comercial, quedándose solamente con la anécdota de las cintas) pero no debemos olvidar que esto sucede con cualquier producto que cala entre la audiencia. Las redes están desbocadas en demasiados campos.
Por si acaso, tanto Selena Gomez como el reparto intentan concienciar tanto de la importancia del discurso de la serie como de la necesidad de descartar el suicidio como vía de escape. La cantante, aquí productora, hasta se ha hecho un tatuaje junto a dos miembros del reparto que simbolizan que hay vida más allá de la depresión.
¿Entonces con qué nos quedamos? ¿Valoramos que dé voz a las personas que se sienten solas, aisladas, ignoradas y marginadas? ¿O consideramos que podría incitar al suicidio? Hasta se podría argumentar que silenciar esta historia introspectiva y emocional, que representa tantas personas, sería entrar en la moral cristiana de culpar al suicida por su sufrimiento. ¿Y podemos desestimar los estudios que advierten sobre el contagio del suicidio, sobre todo cuando es un contenido que pueden consumir todos los públicos sin control parental?
Recordemos que un estudio de la Universitat Politècnica de Valencia informaba en agosto que hasta el 2020 habría cerca de 400.000 jóvenes de 12 a 18 años que serán víctimas del acoso escolar en España de un total de 3.100.000 alumnos. Más de un 10%.
El problema no es Hannah Baker sino que ese sufrimiento es muy real en el día a día de demasiados jóvenes. Por 13 razones inquieta porque sabemos que hay demasiados adolescentes que se pueden sentir identificados con ella. Hay que hablar de ello.