La gran estafa de la diversidad sexual en las superproducciones de Hollywood

Fuente: Vanity Fair
Fecha: 07/04/2017

El primer superhéroe homosexual aparece en la adaptación cinematográfica de la serie Power Rangers. La escena “exclusivamente gay” de la nueva versión de La bella y la bestia. Una pareja gay en la secuela de Independence Day. El primer personaje que pertenece abiertamente a la comunidad LGBT+ en más de 50 años de existencia del universo Star Trek. Durante los últimos doce meses algunas superproducciones de Hollywood han dado un primer paso para reflejar la diversidad sexual en producciones de alcance masivo, pero los medios de comunicación y la comunidad se han dejado llevar por el sensacionalismo del titular y las ganas de visibilidad y normalización. Cineastas y grandes estudios se han apresurado a la hora de colgarse la medalla de la diversidad a pesar de que en realidad se limitan a presentar pequeños gestos que pueden pasar desapercibidos para el espectador que se despiste un momento o, simplemente, mire la hora en su reloj. Parpadee y se perderá la supuesta última revolución de Hollywood.

En 2013 Andrew Garfield contó a Entertainment Weekly que había sugerido a Matt Tolmach, el productor de The Amazing Spider-Man, la posibilidad de que Mary Jane llegase a la nueva interpretación del superhéroe en forma de hombre. “¿Qué pasaría si MJ fuese un hombre? ¿Por qué no podemos ver a Peter explorando su sexualidad? No es como si fuera algo revolucionario. ¿Por qué no puede ser gay? ¿Por qué no pueden gustarle los chicos?”. El protagonista de Hasta el último hombre lanzó al aire unas preguntas que nadie quiso recoger en la industria y matizó, a medias, sus palabras. “Lo digo en broma… pero en realidad no lo digo en broma.” Garfield había puesto sobre la mesa una pregunta importante. ¿Por qué no puede haber un protagonista LGTB+ en una superproducción? El tiempo acabó explicándonos por qué.

El pasado verano se estrenó la tardía secuela de Independence Day: Contraataque. Roland Emmerich, director abiertamente homosexual, adelantó en 2015 a The Hollywood Reporter que la película tendría una pareja gay en su trama. “No montamos un gran alboroto al respecto. Empiezas con algo pequeño y poco a poco vas avanzando más y más. De repente, un día tienes un personaje protagonista homosexual y nadie le volverá a dar importancia. Pero no estamos en ese punto todavía”. Definitivamente no lo estamos, si hacemos caso a lo que vimos finalmente en el blockbuster de 20th Century Fox. Para sorpresa de su pareja, un hombre se despierta en el hospital después de estar veinte años en coma. La escena está construida para acabar en un momento romántico. El primer beso en dos décadas nunca llega. Lo más gráfico o romántico que se ve en la película es el uso de la palabra cariño, un momento en el que los dos hombres se dan la mano y un inocente chiste (¿Quién te va a recordar ahora que te pongas los pantalones cada mañana?). Eso es todo.

Doug Joung, guionista de Star Trek Más Allá, contó a la prensa antes del estreno de la película que el Teniente Sulu, interpretado por John Cho, saldría del armario en la nueva entrega de la franquicia. La decisión causó reacciones diversas, siendo rechazada por George Takei, homosexual en la vida real y encargado de interpretar al mítico personaje en la serie original.  «Estoy encantado con la idea de que haya un personaje gay pero, por desgracia, se trata de una distorsión de la idea de Gene Roddenberry, en la que estuvo mucho tiempo meditando. Creo que, realmente, es inapropiado”, confesó el actor a The Hollywood Reporter.  La meritoria apuesta de los productores de Star Trek se quedó en agua de borrajas cuando el espectador pudo ver finalmente la escena de la polémica. Star Trek Más Allá se limita a mostrar a Sulu siendo recogido en un aeropuerto por su marido y por su hija. El personaje no tiene nombre ni diálogos ni gestos de afecto con su marido. Inicialmente, según contó el propio Cho, había un pequeño beso de bienvenida en los labios de su pareja, pero el momento se quedó en la sala de montaje. Tanto ruido para tan pocas nueces.

La situación se volvió a repetir el pasado mes de marzo cuando el director Bill Condon cebó en las entrevistas previas al estreno de La bella y la bestia lo que, según él, sería “el primer momento exclusivamente gay de una película Disney”. Días después, el mismo cineasta se mostró contrariado en Vulture por el revuelo que se había montado con sus palabras. “Empiezo a estar harto de esto. Tú has visto la película. Es un momento realmente pequeño. La situación se ha sobredimensionado”, afirmaba Condon, aparentemente inconsciente de que él y solo él había generado el debate mediático. Efectivamente, la secuencia de la polémica no era más que un baile de dos segundos de duración entre Lefou y un hombre al que, en un momento de lo más rancio propio de la película más viejuna de los años noventa, ya hemos visto anteriormente encantado de probarse ropa de mujer. Eso es todo. El conflicto que tiene el secuaz Lefou en su relación con Gastón, al que admira, teme y (secretamente) desea al mismo tiempo, ya estaba en el clásico de animación estrenado 26 años.

Hoy se estrena en España Power Rangers, una apuesta por la nostalgia que ha sido noticia en las últimas semanas por la supuesta aparición del primer personaje homosexual en una película de superhéroes. La realidad, una vez más, es ligeramente distinta. En un momento de la película que recoge Buzzfeed, el grupo de amigos se reúne alrededor de una hoguera. Trini, el Power Ranger amarillo, confiesa que prefiere no mezclar a su familia con el resto de asuntos de su vida privada. El Power Ranger negro pregunta entonces si tiene algún problema de chicos. Ella responde con un deje irónico. “Oh, sí, problemas de chicos”. Él va más allá. “¿Problema de chicas?”. Lo único que obtiene de Trini es un silencio. Lo que se deja en el aire es potencialmente más significativo que lo que se cuenta. El guion nunca verbaliza ni va más allá en esa idea. Lo realmente interesante es cómo el personaje de él no da por supuesto que su amiga es heterosexual.

En un año en el que la ganadora del Oscar a la mejor película (Moonlight) abrazó la diversidad racial y sexual por primera vez en noventa años de historia de los premios, los intentos de la industria del cine de hacer un gesto resultan frustrantes a pesar de sus nobles intenciones de sus responsables. En la gran pantalla la gran mayoría de personajes homosexuales y no caucásicos en una película lo son porque el guion lo exige. Si los actores que interpretan al vaquero Ennis del Mar (Heath Ledger en Brokeback Mountain), a la esclava Patsey (Lupita Nyong’o en Doce años de esclavitud),  o al político Harvey Milk (Sean Penn en Mi nombre es Harvey Milk) pertenecen a una minoría es porque el conflicto de esos personajes tiene que ver directamente con que no son blancos y heterosexuales. Si la raza de un personaje no es explicitada en el guion, el director de casting escoge casi siempre a un actor blanco para interpretarlo.

El cine está perdiendo la batalla de la diversidad contra la televisión por el miedo a ser rechazado por mercados tan influyentes y conservadores como China. La situación en la pequeña pantalla es mucho más esperanzadora. Omar (The Wire), Clarke y Lexa (Los 100), Annalise Keating y Connor Walsh (Cómo defender a un asesino), la familia Pfefferman (Transparent), David y Keith (A dos metros bajo tierra), Sol y Robert (Grace and Frankie), Trevor e Ian (Shameless), Tara y Willow (Buffy cazavampiros) y las presas de la prisión de Litchfield (Orange is the New Black) han normalizado la representación de la comunidad LGTB+ más que cualquier título salido de las grandes majors de la industria del cine. El público está preparado para la revolución. Ahora es tu turno, Hollywood.

 

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