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Las fisioterapeutas explotan ante el machismo y forman su #MeToo: tocamientos, faltas de respeto y acoso

El Periódico.- Pacientes que se quitan la ropa interior o buscan a la profesional en Facebook. Hombres que les tocan el culo, que tienen erecciones y piden «ayuda” para ello, que tratan a las mujeres con condescendencia, que las infravaloran y bromean sobre lo que le harán a sus novios… Las fisioterapeutas han dicho basta ante infinidad de situaciones machistas que ya no aguantan.

A través de su propio #MeToo, han convertido las redes sociales en su refugio, un lugar donde desahogarse con sus compañeras y denunciar el acoso sexual y laboral que han sufrido en varias ocasiones cuando el que estaba en la camilla era un hombre.

«¿Habrá final feliz?» La pregunta se traslada a la vida real, y decenas de mujeres narran haber tenido que sufrirlo durante las sesiones y cómo se paralizan por el miedo que sienten ante desconocidos, especialmente en servicios a domicilio.

La explosión de testimonios surgió a raíz de unas viñetas de Bibiana V, ‘fisioterrícola’, en las que plasmaba peticiones de hacer masajes por debajo del calzoncillo, tocamientos o ‘bromas’ sexuales.

Berta recogió el guante y planteó #MeTooFISIO para englobar las quejas y darles magnitud. Ahí se evidenció que no eran hechos aislados, sino algo estructural.

Comenzó narrando que en su primer trabajo, mientras movilizaba el brazo de un hombre, le cogió por la cintura y le tocó el culo. «No supe reaccionar, no dije nada. Mi compañera, que era muy cachas, dijo que lo trataba ella».

En declaraciones a EL PERIÓDICO, Berta cuenta que el hashtag nació tras una discusión en un grupo de Facebook, donde tras colgar la citada viñeta los compañeros restaron importancia a lo que se narraba en los comentarios. «Fue algo totalmente espontáneo. Empezaron a intervenir hombres diciendo que ellos no hacían eso y me fui a Twitter a hacer público el debate. De hecho el primero que comentó acabó borrando lo que puso».

Lamenta que esto es habitual, que su entorno no solo no les defiende sino que suponen un muro, más aún cuando trabajan en una clínica privada: «Te dicen que te aguantes porque el cliente tiene que volver». Y puntualiza cómo ha ido creciendo un mito erótico con su trabajo: «Nuestra profesión se ha sexualizado. Y el acoso no es solo de pacientes, sino de compañeros y superiores. No es un dibujo puntual, es algo estructural».

A Elena, un compañero le dijo que las especialistas en suelo pélvico debían «follar de puta madre». Otra vez se asociaba la habilidad de su profesión con el sexo.  Todas ellas coinciden en lo difícil que es reaccionar ante esto. Sí lo hizo Ana León cuando era estudiante y se desnudó un paciente. «Le dije que se vistiera y me dijo que estaba más cómodo así. Me cagué encima, pero fui capaz de levantar la cabeza y repetirle que se fuera. Si me vuelve a ocurrir no sé si sería tan valiente».

Ana Carrasco incidía en el final feliz. «Me lo han pedido varias veces». También reconoce que le han intentado meter mano y cuenta una anécdota durante una entrevista de trabajo: «Era para un club de élite, y el médico me preguntó si mi novio tendría algún reparo en que yo trabajase en un vestuario con hombres desnudos. Que qué iba a hacer viendo a tantos tíos con la churra fuera».

¿Qué solución proponen?

Las fisioterapeutas están cansadas de ‘bromas’, como que un paciente con dolor en el pubis le diga que si siempre le va a atender una chica tan joven se inventa dolores. O que afirmen que sus novios estarán contentos con esas manos. “Aguantar las erecciones de un paciente que pide que le descarguen las piernas», cuenta Vicky. «Ir a un domicilio y que se te plante el señor en pelotas, que al taparle se quite la toalla, que deje caer sus manos en tus piernas o que se niegue a ponerse boca abajo», añade ‘femifisio’. «¿Sabéis qué es tener 21 años y que se te empalme un paciente y haga gemidos?» En definitiva, un problema estructural al que la profesión quiere poner solución.

Miguel Villafaina, presidente del Consejo General de Colegios de Fisioterapeutas de España, se muestra «absolutamente indignado» y sorprendido, y alerta del «nivel de perversidad de la sociedad» que sexualiza una profesión en la que se trabaja con el cuerpo.

«Nos hemos sensibilizado con este tema y nos hemos preocupado. Me impresiona que sea algo de tanto calado en lo que hemos estado ciegos«, declara a EL PERIÓDICO. Aunque matiza: «Los hombres también hemos sufrido algunas de estas situaciones». Por último, asegura que ya están trabajando en un comité para tratar con especialistas qué soluciones proponer y cómo actuar en estos casos.

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