Las lesbianas: tan invisibles, que se libraron de la ley de peligrosidad social
El Periódico.- Las mujeres homosexuales también existían durante el franquismo, pero el régimen no concebía su existencia
Vivían con «terror» a ser descubiertas y sufrieron la represión de la dictadura en el entorno familiar
La ley de peligrosidad y rehabilitación social, que se aprobó en 1954 y que sustituía a la de vagos y maleantes, le sirvió al franquismo para reprimir durante décadas al colectivo LGTBI. A quienes eran sorprendidos entablando algún tipo de contacto homosexual les esperaban años de cárcel y destierro, además de un enorme rechazo social. Pero hubo un sector que tuvo la suerte y la desgracia, a un tiempo, de no sufrir esta ley: las mujeres lesbianas.
«Nos afectó muy poco porque estábamos totalmente invisibilizadas. Solo hay un caso documentado de una mujer encarcelada por lesbiana», relata Maria Giralt, directora general de Gayles TV. Giralt contaba con apenas 18 años cuando participó en la primera manifestación LGTBI de la historia de España, que tuvo lugar en las Ramblas de Barcelona en junio de 1977. ‘¡Detrás de las ventanas hay lesbianas!’, gritaban. Este 26 de diciembre se cumplen 40 años de la reforma de la ley de peligrosidad social mediante la cual la homosexualidad dejaba de ser delito en España.
La ley de peligrosidad y rehabilitación social, que se aprobó en 1954 y que sustituía a la de vagos y maleantes, le sirvió al franquismo para reprimir durante décadas al colectivo LGTBI. A quienes eran sorprendidos entablando algún tipo de contacto homosexual les esperaban años de cárcel y destierro, además de un enorme rechazo social. Pero hubo un sector que tuvo la suerte y la desgracia, a un tiempo, de no sufrir esta ley: las mujeres lesbianas.
«Nos afectó muy poco porque estábamos totalmente invisibilizadas. Solo hay un caso documentado de una mujer encarcelada por lesbiana», relata Maria Giralt, directora general de Gayles TV. Giralt contaba con apenas 18 años cuando participó en la primera manifestación LGTBI de la historia de España, que tuvo lugar en las Ramblas de Barcelona en junio de 1977. ‘¡Detrás de las ventanas hay lesbianas!’, gritaban. Este 26 de diciembre se cumplen 40 años de la reforma de la ley de peligrosidad social mediante la cual la homosexualidad dejaba de ser delito en España.
Giralt matiza que, aunque a las lesbianas no se les aplicó directamente la ley de peligrosidad social, sí la sufrieron indirectamente, sobre todo en el entorno familiar. Muchas mujeres homosexuales eran internadas por la familia en centros psiquiátricos. «No sé si es peor esto o estar en la cárcel», opina Giralt, que vivió la represión franquista «como mujer, como lesbiana y como catalana». Ella fue una de las fundadoras del Col·lectiu de Lesbianes dentro del Front d’Alliberament Gai de Catalunya (FAGC), que en 1977 pedía la amnistía, el derecho al propio cuerpo, la libertad sexual y el reconocimiento de la existencia de las lesbianas.
Como explica Katy Pallàs, presidenta de la Associació de Famílies LGTBI, la «invisibilidad» que las lesbianas sufrieron durante el franquismo tenía que ver con el hecho de que la mujer tenía entonces un lugar «preferente»: la casa. «Pero todo el mundo conocía a fulanita y menganita que vivían juntas porque no encontraban a ‘ningún hombre que las quisiera'», señala con ironía.
«Terror de ser descubiertas»
«Durante el franquismo hubo represión hacia hombres y mujeres homosexuales, pero era más visible la persecución hacia ellos porque su homosexualidad ha sido siempre más visible», cuenta Paulina Blanco, de 69 años. «Las lesbianas hemos hecho creer a la gente que éramos amigas, primas, hermanas, porque vivíamos con el terror de ser descubiertas».
La familia de Paulina nunca aceptó su homosexualidad. Su madre la desheredó y su hermano las agredió físicamente a ella y a su esposa, Encarnita. «He sentido todo el desprecio y me he sentido muy mal. También he sentido vergüenza. Y no siempre he tenido fuerzas para enfrentarme al entorno que me rodeaba. Necesité terapia y ayuda. Ha sido muy largo y deja huella», cuenta. «Ahora me siento liberada de ese peso».
De niña fue a un colegio de monjas donde todo se «confabulaba» en contra de ella. «De adolescente primero descubrí mi sexualidad; dentro de ella, mi homosexualidad. Y mi soledad: ¿a quién le explicaba todo eso en los años 60?», se pregunta. «Yo tenía un sentimiento religioso muy acentuado, lo cual supuso una carga de pecado muy grande». De joven, en la «zozobra» de aceptarse como lesbiana y cristiana, acudió a la consulta de un psiquiatra en Madrid, quien le recomendó un tratamiento de ‘electroshocks’. «Por suerte, no seguí esta recomendación», narra.
Al matrimonio 33 años después
Paulina conoció a Encarnita en 1972. Se casaron en el 2005, el mismo año en que se aprobó la ley del matrimonio homosexual. «Para mí esta fue la ley más importante. Fue la norma que restituyó nuestros derechos. Yo conocí a Encarnita a los 23 años y no nos pudimos casar hasta que tuve 56. Durante esos 33 años no tuvimos derechos: yo no podía pedir permisos cuando ella estaba enferma», opina. Esta pareja es patrona fundadora de la Fundació Enllaç, que asiste a personas mayores LGTBI en situación de soledad y precariedad. A Paulina le preocupa tener que ingresar un día en una residencia de ancianos: «Todos hemos sido educados en la homofobia», denuncia.
También Katy Pallàs señala que «todo ha cambiado muchísimo» en estos 40 años. «Sobre todo por el hecho de que las familias homoparentales podemos tener hijos con toda la protección legal. Hemos luchado mucho para que nuestros pequeños no fueran ciudadanos de segunda, y nos sentimos orgullosas de a donde hemos llegado», subraya. Según ella, las familias homoparentales, dado que son visibles «sí o sí», han trazado un importante «puente» entre las familias heterosexuales y la comunidad LGTBI.