A la caza de la ‘Yegua de Majdanek’, la nazi que mataba a patadas a los presos
La Vanguardia.- Hermine Braunsteiner era temida por utilizar el látigo y dar coces a modo de tortura
La guardiana mató cerca de 200.000 prisioneros entre Ravensbrück y Majdanek
Huyó a Estados Unidos hasta que fue descubierta quince años después
No siempre la justicia apresa a quienes cometen delitos del calibre que entrañan los crímenes de guerra. Hermine Braunsteiner fue una de las ‘afortunadas’. Célebre por su sadismo en los campos de concentración de Ravensbrück y Majdanek, la guardiana nazidesplegó sus malas artes contra mujeres y niños ensañándose con ellos a patada limpia. Aquella crueldad acababa normalmente con la muerte de sus víctimas. De ahí́ que la denominasen la ‘Yegua’. Una de sus coces podía dejar fuera de combate a cualquiera.
Pero la atrocidad de la Aufseherin no solo se reducía a este tipo de castigos, muchas de las supervivientes del centro de internamiento relataron durante el juicio cómo en una ocasión había matado de un tiro en la cabeza a un pequeño al que su padre pretendía ocultar, o cómo parecía disfrutar propinando severos latigazos en el rostro de sus prisioneros. Pese a los crímenes que se le imputaron -en torno a 200.000-, la nazi quedó libre tras varios errores judiciales y rehizo su vida en Estados Unidos.
Hermine Braunsteiner vino al mundo el 16 de julio de 1919 en la ciudad austríaca de Viena en el seno de una familia de clase trabajadora y humilde. Su padre Friedich Braunsteiner trabajaba de chófer de una fábrica de cerveza, aunque hay informaciones que apuntan a que además, ejercía como carnicero. Su madre, María, era asistenta del hogar y se dedicaba a limpiar negocios y casas.
La pequeña Hermine, la más joven de siete hermanos, fue instruida bajo la más estricta educación católica. Aquella jovencita alta, rubia y de ojos azules, bastante atractiva y de mirada intensa, tenía un sueño: ser enfermera. Pero no cumplió su deseo –solo estuvo ocho años en el colegio- y tuvo que tuvo que conformarse con trabajar en una fábrica de cerveza, además de como empleada doméstica.
Gracias al Anschluss (unificación) de Alemania y Austria en 1938 -el país austríaco se incorporaba a la Alemania nazi como una provincia del III Reich, pasando de denominarse Ósterreich a Ostmark-, Hermine se convierte automáticamente en ciudadana alemana. Esto lo cambia todo.
Se muda a Berlín donde trabaja en las fábricas de aviones Heinkel –considerados los más rápidos de la época-. Pero el sueldo era demasiado bajo para vivir dignamente, así que decide presentarse como guardiana en los campos de concentración. Ya entonces, la política de Hitler y el partido nazi la habían deslumbrado. Por no mencionar la tentación de cobrar cuatro veces más. Esa fue la trampa.
El 15 de agosto de 1939 comienza su entrenamiento comoAufseherin a las órdenes de María Mandel en el campamento de Ravensbrück. Pero lo que comenzó como un breve período de instrucción, terminó siendo su primer destino como una guardiana más a cargo de un número determinado de confinados.
Braunsteiner se exhibía ante ellos con soberbia, altivez y sobre todo violencia. Poco a poco sacó su lado más inhumano y bárbaro. Su práctica habitual: infligir patadas a los internos hasta dejarlos inconscientes. Ninguna de sus otras compañeras supervisoras -Emma Zimmer, Johanna Langefeld o María Mandel-, le reprocharon jamás sus acciones por mucho que se excediese.
Aunque fue con la ‘Bestia de Auschwitz’ con quien más problemas tuvo la ‘Yegua’. Ambas se hacían notar. Sus sanguinarios métodos eran muy populares en todo el recinto y ninguna quería perder ni su hegemonía ni su poder frente al comandante Max Koegel. De hecho, de marzo a octubre de 1942, Mandel y Braunsteiner iniciaron una batalla campal para ver quién continuaba con la supervisión de Ravensbrück. Sin embargo, Hermine perdió y la relegaron a ser su auxiliar.
Aún así, esta pareja de guardianas se pasaban dilatadas jornadas castigando a las reclusas en el temido búnker que había en las instalaciones. Pero, el tándem Mandel- Braunsteiner se rompió en octubre de 1942 cuando las trasladaron. La primera, a Auschwitz; y la segunda, a Majdanek. Aunque esa despiadada actitud no terminó con la separación. Pusieron en práctica lo aprendido y desarrollado en Ravensbrück.
La fama de Hermine ya la precedía, por lo que cuando llegó muchos de los presos que esperaban la liberación supieron que no llegarían a conocerla jamás. Aquel centro de destrucción humana fue construido por la Alemania nazi –bajo órdenes de Heinrich Himmler- en la Polonia ocupada, y estaba ubicado a unos cuatro kilómetros de la ciudad de Lublin (cerca de la frontera con Ucrania).
Pese a que su principal cometido era albergar a prisioneros de guerra polacos, se terminó transformando en un campo de exterminio. Tenía una zona de aislamiento, barracones clasificados según el género e ideología política, un hospital, cámaras de gas y los crematorios. En el “campo de mujeres”, los niños eran custodiados, seleccionados y eliminados por sus cuidadoras. En menos de tres años la población se redujo de 500.000 personas -de 28 países y de 54 grupos étnicos- a 250.000.