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«Agujerear las orejas de una niña parece inofensivo pero le está diciendo cuál su lugar en la sociedad»

Fuente: El Diario.es
Fecha: 02/02/2018

La autora de ‘Educar en el feminismo’ cree que padres, madres y educadores deben hacer autocrítica y repensar los mensajes que transmiten

«Hay que limitar los espacios que ocupan los niños respecto a las niñas y educarles para que no avasallen. Y a las niñas educarlas en la asertividad y la valentía», dice

Romper los mitos del amor romántico es algo que debe hacerse antes de llegar a la adolescencia: «Que en su propia casa vean que hay adultos que se quieren pero son independientes»

El libro de Iria Marañón llega en el momento adecuado: ‘Educar en el feminismo’ (Plataforma Actual) es el manual con el que esta especialista en educación y edición quiere despertar conciencias sobre la necesidad de añadir la perspectiva de género a la educación que reciben menores y adolescentes. «Ya casi nadie quiere voluntariamente hacer desigualdades pero el constructo social no lo podemos quitar de en medio y a partir de ahí educamos y cometemos errores», dice la autora, que critica un mundo en el que los escaparates, las tiendas de ropas y juguetes, pero también las familias y los colegios, separan a niños y niñas en dos mundos diferentes y desiguales.

Tenemos la sensación de que hoy en día casi nadie diría que no educa en igualdad a sus hijos e hijas, pero ¿es así?

Sí, porque no apreciamos que estamos educando en desigualdad. Hablo de un estudio que se hizo que mostraba, por ejemplo, que los profesores daban más la palabra a los niños en clase que a las niñas. Eso no es algo que se haga de forma voluntaria, sino que es una construcción social. Educamos como nos han educado a nosotros aunque pensemos que no y el sistema patriarcal sigue ahí así que mantenemos los mismos modelos.

Las niñas siguen jugando con princesas, hadas y bailarinas y sus referentes son profesoras, enfermeras o madres y los niños juegan a salir de casa, al barco pirata, con superhéroes que les dicen que pueden cambiar el mundo o con tortugas ninja. Eso parece muy inofensivo pero les está creando dos escenarios completamente diferentes. Creemos que lo estamos haciendo bien pero no nos percatamos del lenguaje inclusivo o de los espacios físicos y verbales que ocupan los niños y usurpan a las niñas y eso incide en que las mujeres nos sintamos ciudadanas de segunda.

¿Deberían madres y padres reflexionar sobre actos tan normalizados como agujerear las orejas de las niñas para ponerles pendientes?

Claro, algo que parece tan inofensivo en realidad está diciendo cómo tiene que ser una niña, y eso lo va a aprender desde que nace y para el resto de su vida. Lo primero que hacemos es ponerles los pendientes o vestirles de rosa o con lazos y eso le dice a esa niña cuál es su lugar y espacio en esta sociedad, es muy perjudicial.

Antes incluso de haber nacido, el sexo parece marcar las expectativas sobre sobre esa persona que llega…

Exactamente, en el momento en que nos quedamos embarazadas nos preguntan si es niño o niña y ya nos hacemos nuestra película de qué es una niña y qué es un niño y cómo lo vamos a hacer. Obviamente somos distintos pero nunca vamos a saber cuáles son nuestras diferencias hasta que no nos hayan criado en un entorno que no esté impregnado del sistema patriarcal.

Es típico escuchar que hay inclinaciones naturales, que los niños son más movidos y han cogido los coches para jugar sin que nadie les diga nada y que las niñas son más tranquilas y eligen las muñecas. ¿Hasta qué punto no estamos de esa manera reforzando la parte que esperamos de ellos en función de su sexo?

Como decía Kate Millet nunca sabremos hasta qué punto es así mientras no sean educados en igualdad. Yo estoy segura de que sí hay diferencias pero esas diferencias no pueden causar desigualdades sociales. Puede que los niños sean más movidos pero también puede ser que a las niñas se les diga más que se estén quietas o se les coarta más. También hay que pensar por qué nuestro hijo quiere jugar al fútbol. A lo mejor porque ve que todos los niños juegan al fútbol o que su padre insiste en ello o le gusta. A lo mejor cuando tiene un año sin casi influencia le gusta o coge una pelota, pero tenemos que preguntarnos por qué lo mantiene. Si a lo mejor nuestra hija siempre quiere ir de rosa, de bailarina o princesa igual le podemos hacer ver que tiene otras opciones que quizá ella no está viendo porque no se le muestran.

Entonces, para educar en el feminismo, ¿tienen las madres y padres que hacer un trabajo propio de revisión y autocrítica consigo mismos?

Lo primero que tenemos que hacer como madres, padres y educadores es dar ejemplo y empezar a repensar nuestra relación, cómo lo hacemos en casa y qué mensajes estamos transmitiendo en casa. Todos los referentes son importantes y el núcleo familiar es fundamental. Si nuestras hijas e hijos ven en una pareja heterosexual que el padre y la madre con corresponsables del hogar y la crianza ya estarán viendo un modelo que les va a servir para su vida. Si ven una desigualdad que es además la que coincide con la desigualdad que ven en toda la sociedad les va a parecer que ese es el modelo correcto.

Y en la práctica, ¿cómo se hace todo esto?

Cambio de roles: que sepan que hay muchas formas de ser una niña y de ser un niño, revisar masculinidades y feminidades y el género binario. Intentar usar un lenguaje en el que las niñas también se sientan representadas porque lo que no se nombra no existe. También hay que limitar los espacios que ocupan los niños respecto a las niñas y educarles para que no avasallen. Y a las niñas educarlas para que no cedan espacios propios y para eso es importante educar en la asertividad. Tenemos que darles referencias de mujeres diversas, que vean que somos capaces de hacer de todo y que hay mujeres de todo tipo, que hay pioneras en todos los campos que pueden ser sus referentes. Respetar la diversidad y la diferencia, que vean que ser diferente no es malo y es importante para que se exploren. Que sepan que pueden resolver conflictos negociando para que no utilicen la violencia y aprendan a ceder.

¿Alguna recomendación específica para los niños?

Con los niños hay que potenciar la sensibilidad, la comunicación, la empatía y la autonomía para que sean ellos mismos los que se ocupan de sus cuidados. Hacerles partícipes de las responsabilidades del hogar y los cuidados, que los niños sean generosos con su tiempo. Que aprendan a ser respetuosos con las mujeres tanto escuchándolas como respetando sus decisiones y sus ‘no’.

¿Y para las niñas?

Las niñas tienen que aprender a decir que no, que sean asertivas, que sean valientes; pero no para ir por la calle de noche sin miedo, sino una valentía que implique poder decirle a tu jefe algo con lo que no estás de acuerdo o romper una relación con la que no estén a gusto, y fomentar su liderazgo.

Entiendo que es algo que tener en cuenta durante toda la crianza, aunque ¿qué hacer en la adolescencia, cuando entra en juego el amor romántico y el sexo?

Hay que empezar antes de la adolescencia a romper los mitos del amor romántico. Que en su propia casa vean que somos personas independientes que nos queremos y tenemos buena relación pero que nadie se mete en el espacio del otro. Y ya en la adolescencia, ser muy críticos cuando vemos una película, una serie o leemos un libro para hacerles críticos con el entorno.

¿Van algunas prácticas sociales muy arraigadas, como la de obligar a niñas y niños a dar besos, en contra de esos valores de respeto hacia el propio cuerpo y la asertividad?

Tenemos que enseñarles a que son libres con sus propios cuerpos. Cuando son pequeños tienen que saber que con su cuerpo también van a tomar decisiones. No se les puede forzar a dar muestras de cariño si no quieren; ya se les saldrá si les apetece. También hay que hablarles y prevenirlos sobre los abusos sexuales, sin asustarles, con mucha mano izquierda. Hay que decirles que siempre pueden decir que no, incluso a un adulto. Y que ellos tampoco pueden hacer nada con el cuerpo de los demás, que el cuerpo es algo de cada uno y que nadie puede hacerte nada ni tocarte si uno no quiere.

¿Están los colegios preparados para coeducar o más bien al contrario?

No, creo que si lo hay es algo excepcional. No hay como acercarse a un patio escolar para ver que los niños ocupan todo el espacio central y las niñas ocupan los laterales. Y luego fijémonos en los referentes que se ponen en los colegios.

Y más allá de lo individual, ¿qué puede hacerse desde las políticas públicas para educar desde la igualdad?

Mucho, se puede igualar la baja paternal a la maternal para fomentar la corresponsabilidad desde el principio, que la coeducación se implemente en los colegios por ley de forma transversal, que la educación pública incluya clases sobre afectividad y sexualidad…

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