Alemania sigue lidiando con la larga sombra del nazismo 75 años después de la caída de Berlín
Crónica Balear.- Alemania tiene una nueva cita con su pasado el próximo jueves, 30 de abril, el 75 aniversario del suicidio del dictador nazi Adolf Hitler, acorralado por las fuerzas soviéticas, en su búnker de Berlín: el símbolo de la caída de la capital, de la aniquilación del Tercer Reich y el principio de la rendición total de sus fuerzas, una semana después, en el final de la II Guerra Mundial en Europa.
Tres cuartos de siglo después, Alemania sigue cargando con esa losa sobre sus hombros, una que le ha acompañado durante su devenir histórico y definido para la eternidad su conciencia nacional, marcada por la guerra desencadenada por el dictador y los horrores que desencadenó la aplicación de su ideología supremacista.
Los efectos de la tiranía de Hitler siguen siendo objeto de debate en el país, que no puede evitar examinar cada crisis desde esta faceta. El desplome económico mundial de 2008 disparó todas las alarmas ante una posible subida de la inflación, uno de los factores determinantes del ascenso del Partido Nacionalsocialista en el prolegómeno del conflicto mundial.
Diez años después, otra crisis, la migratoria, desató de nuevo el odio racial en algunos sectores del país, traducida en una cadena de victorias del ultraderechista partido Alternativa para Alemania (AfD) el año pasado en los parlamentos estatales que fue interpretada como un resurgimiento de una ideología que la canciller Angela Merkel ha dedicado su vida a combatir.
Tres cuartos de siglo más tarde, en el panorama internacional, Alemania se vanagloria de abanderar una visión multilaterialista de las relaciones internacionales, un paradigma que le ha puesto en un rumbo de conflicto con Estados Unidos, y la agenda nacionalista y aislacionista de su presidente, Donald Trump. Como escribió Horst Krueger en su novela ‘La casa rota’, “este Hitler se va a quedar con nosotros hasta el final de nuestras vidas”.
ETERNO PASADO
Incluso ahora, las restricciones impuestas por el Gobierno alemán para combatir la letal pandemia de coronavirus recuerdan a los supervivientes la amenaza constante de la muerte durante los últimos meses de la guerra, con la entrada de las fuerzas soviéticas en la capital. “A muchos ancianos este confinamiento les recuerda el pasado nazi”, asegura el profesor alemán.
Alemania ha dudado hasta de su propia bandera y son contadas las ocasiones donde la ha enarbolado orgullosa como nación. El gran evento, en este sentido, tuvo que esperar 60 años, durante su labor como anfitriona del Mundial de fútbol de 2006. “Un siglo y medio después de 1848”, rezó una editorial del ‘Die Welt’, “hemos aprendido a exhibir los colores de nuestra bandera”.
Diez años después, la canciller Merkel tomó una controvertida decisión para impedir una catástrofe humanitaria en Hungría al permitir la entrada en el país de un millón de refugiados; una orden entendida como un gesto de redención histórica ante un pasado que reaparece cada vez que Alemania se granjea enemistades, incluso de aliados europeos como Grecia.
En este sentido, la insistencia del Gobierno alemán en imponer una férrea disciplina fiscal al país en 2008, uno de los más afectados por la crisis económica de hace una década, provocó una reacción de odio nacionalista contra la canciller, caricaturizada como el propio dictador en carteles pegados en las calles de las ciudades griegas.
Merkel no ha sido la primera canciller en lidiar con una Europa consciente del impacto de Alemania en su historia contemporánea. El exjefe del Gobierno alemán Helmut Kohl recordó en sus memorias las palabras de la entonces primera ministra británica Margaret Thatcher tras la caída del Muro de Berlín en 1989: “Dos veces hemos derrotado a los alemanes, y otra vez han vuelto a resurgir”.
Años después, Kohl recordó el impacto del nazismo en su juventud. “Como muchos de mi generación lo viví de primera mano, y actué guiado por el deseo de impedir otra guerra a cualquier precio”, declaró el fallecido canciller, que tenía 15 años de edad cuando el general Alfred Jodl, representante del Alto Mando del Ejército alemán, firmó la rendición en el cuartel general aliado en la ciudad francesa de Reims. Cuatro meses después, en septiembre de 1945, Japón haría lo mismo tras su derrota en el Pacífico y la destrucción de Hiroshima y Nagasaki.
RECUERDO BAJO LA CUARENTENA
Las ceremonias oficiales programadas para conmemorar el aniversario de la rendición han sido canceladas por las medidas de restricción para contener la pandemia, y en su lugar se ha creado una exposición virtual titulada ‘Hacia Berlín y más allá’.
Pero incluso estos actos conmemorativos son de ingrato recuerdo en un país donde los memoriales de guerra y del Holocausto son ocasionalmente objeto de actos de vandalismo.
Estos actos palidecen no obstante frente a actos terroristas como el intento de asalto perpetrado por un hombre armado el pasado mes de octubre contra una sinagoga en la ciudad de Halle, en el este del país, en el que murieron dos personas; un acto descrito por la Fiscalía como “motivado por sentimientos antisemitas, racistas y xenófobos”.
Y, ya en la arena política alemana, Alternativa para Alemania, que cuenta con representación en todas las cámaras legislativas del país, sigue flirteando con el negacionismo como herramienta para ganar votos. Hace dos años, una de sus figuras más destacadas, Alexander Gauland, desestimó los años del Tercer Reich como “solo una mierda de pájaro” en los 1.000 años de historia del país.
El tiempo no juega a favor de Merkel. Cada minuto que pasa, el Holocausto queda más atrás y las tragedias van profundizando en el olvido. Kohl murió en 2017, a los 87 años, y muchos de sus contemporáneos también están desapareciendo lentamente. “La era de los testigos oculares está llegando a su fin”, advierte el profesor Bauerkaemper.