Ana Guevara: “El machismo es igual en el deporte y la política”
Fuente: El País.
Fecha: 08/02/2017
Antes de que Ana Gabriela Guevara (Sonora, 1977) se convirtiera en la referente del deporte en su país, quiso ser Michael Jordan. De pequeña empezó a jugar al baloncesto en una liga organizada por las maquiladoras de Nogales, justo en la frontera con Estados Unidos. “El sueño de cualquier atleta era representar al equipo de la ciudad”, recuerda la hoy senadora. Ese deporte lo practicó hasta los 18 años cuando su entrenador, Luis Cruz, le dijo “lo tuyo es correr”.
Para Ana no fue fácil explicarle a sus padres y amigos que se quería dedicar al atletismo, una disciplina inexplorada por las mexicanas. Completamente opuesta a todo lo femenino en un país muy conservador. La joven Guevara tampoco sabía mucho del tema, ella sólo quería correr. Y centrada en una ecuación simple: “Acierto, error, repetición. Así se hace al maestro”, que hasta hoy repite como un mantra, logró un éxito no superado hasta el momento por ninguna atleta. Pero paralelas a sus victorias llegaron las críticas fáciles sobre su físico y una que le dolió mucho más: el cuestionamiento sobre su género.
La identidad de Ana se construyó a partir de sus músculos marcados, el cabello largo amarrado con una coleta, unos botines personalizados con los colores de la bandera mexicana y unas gafas contra la luz. “Cuando estoy con amigos en un café, me dicen ‘oye ponte una gorra y unos lentes de sol’. Y digo, no, es peor. La gente me ubica más así que como voy ahora pintada. Entre más deportiva me ponga, que es lo que habitualmente hacen las estrellas, más me van a reconocer”, comenta y deja ver una sonrisa.
A Guevara no solo la ha acompañado la velocidad, también el machismo. Cada vez que despuntaba a nivel nacional e internacional se ganó, gratuitamente, insultos. “Tenía muy claro que no era Nuestra Belleza, no me podía maquillar para ir a entrenar, no podía andar en tacones, ni en vestido, ni en un desfile de modas”, menciona la exdeportista de 39 años.
Guevara no solo se enfrentaba a sus rivales en la pista, sino a México. El país al que siempre había defendido en el extranjero, dudó hasta de su sexo. Cuando se coló entre las mejores 20 del mundo en 2001 se sometió a exámenes de feminidad. “En México eso no existía, a nadie se lo habían hecho, entonces el desconocimiento de los medios y de la gente les llevaba a sospechar que algo estaba mal”, explica. “Me tocó educar directivos, atletas, medios de comunicación e intenté que comprendieran lo que esto significada”.
Desde 2012 es senadora por el Partido del Trabajo y cuenta que no ve una gran diferencia entre el machismo del deporte y el de la política. “Es igual, lo hace más evidente ser figura pública”, comenta Guevara quien, en diciembre pasado fue brutalmente golpeada por dos sujetos. Ella viajaba en su motocicleta, sobre una de las carreteras principales de la Ciudad de México, hasta que una camioneta la derribó y pidió que se hiciera cargo de los daños y a cambio recibió golpes y patadas que le fracturaron el pómulo derecho en tres partes.
Sentada en su despacho, repleto de galardones pasados, recuerda aquel momento y es muy dura con la situación de los deportistas hoy en día. “Uno de los clavitos del deporte en México es el exceso de apoyo que tienen los atletas, las becas de los seleccionados son altísimas, entonces empiezan a hacer cosas que el dinero les permite” dice Ana y sentencia “el apoyo no es un factor diferenciador”. Se muestra completamente en contra de la administración de recursos en las instituciones deportivas mexicanas, esas que en 1997 le frustraron competir en el equipo 4×400 metros del continente americano en la Copa del Mundo en Sudáfrica. Un error de comunicación con la federación nacional provocó que Guevara llegara un día después de la carrera. “Mis primeros cuatro años fueron de incertidumbre”, recuerda. “Y poco ha cambiado desde entonces”, añade.
Su carrera terminó de tajo en 2007, ese año compitió por última vez en la Copa del Mundo de Osaka, Japón. Guevara ya no soportaba la opaca gestión de su federación ni de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade). Un día de diciembre llegó al entrenamiento, por primera vez, con desgana. Estaba en las vísperas de otra cita olímpica, la de Beijing. “No tenía esta hambre de ganar, dejé de sentir eso”, explica. Su partida tenía la intención de poner en evidencia las carencias en el deporte. “Todavía se repiten las mismas problemáticas y no ha cambiado absolutamente nada”, sentencia.
“Vivimos en una ciudad que genera un coraje increíble por el tráfico, la economía, y todo esto provoca situaciones violentas. El deporte es una vía para poder mitigar la frustración. Cuando me agredieron estaba en la calle, no me quiero imaginar lo que ocurre tras cuatro paredes. Tenemos que buscar las mecánicas para poder despresurizar y el deporte sirve para eso”, cuenta, convencida de que los valores deportivos son claves para el progreso.
El próximo año, Ana Gabriela dejará el Senado. Sus planes se centrarán en el sueño de su vida: el deporte y en cómo educar con él a las próximas generaciones. “Vivimos en una vorágine competitiva donde no está permitido perder. Ahora los niños crecen con la idea de que sólo está bien ganar. No todos podemos ser Messi”, considera la atleta que provocó que las convocatorias de atletismo se abarrotaran de niñas con la intención de ser la próxima Guevara.