Angela Buxton, la campeona judía que luchó contra el racismo

Fuente: La Vanguardia
Fecha: 15/07/2018

La británica sufrió un trato xenófobo durante su carrera y ayudó a la tenista negra Althea Gibson

Perdió la final de 1956 en el All England Club de Wimbledon ante la estadounidense Shirley Fry, pero, un par de horas después de ese partido, la británica Angela Buxton abrió una página para la historia ganando los dobles junto a Althea Gibson. Buxton no sólo había ayudado a romper las barreras raciales defendiendo a Gibson, la primera tenista negra en ganar Wimbledon un año más tarde, sino que reivindicó su condición de judía y las numerosas trabas que debió superar debido a su religión. “Minorities Win”, fue el titular de un importante rotativo británico tras esa victoria.

Nacida en Liverpool el 18 de enero de 1934, Angela fue la segunda hija del matrimonio entre Harry y Violeta Buxton. Sus abuelos, ambos judíos, emigraron desde Rusia a principios de siglo y decidieron cambiar su apellido. “Creo que el original era Baxbatski o algo parecido”, explicó Angela años más tarde, “pensaron que sería mejor adoptar uno con más carácter británico”, añadió.

Harry Buxton había logrado una estabilidad económica para la familia como exitoso propietario de una cadena de cines en el noroeste de Inglaterra. Cuando estalló la II Guerra Mundial, Harry permaneció en Inglaterra, pero envió a su familia a Sudáfrica. Permanecieron allí durante casi siete años, viviendo en distintas ciudades, aunque la mayor parte del tiempo en Johanesburgo y Ciudad del Cabo. En Sudáfrica, Angela estudió en un convento y encontró amigas tanto negras como judías además de tener su primer contacto con el tenis. También allí conoció en primera persona el racismo y el antisemitismo.

Buxton en la final individual de Wimbledon de 1956 que perdió ante Fry.
Buxton en la final individual de Wimbledon de 1956 que perdió ante Fry. (Archivo)

El casero de su apartamento le prohibió que jugara en la calle con la hija negra de los criados de una casa vecina, y también que su madre cobijara a una joven negra con problemas económicos. Su madre no quería problemas. “Somos huéspedes del país. Necesitamos mantener la cabeza baja y la nariz limpia”, le dijo. Días después, Violeta fue mucho más agresiva. Estaba arreglando el pelo de Angela en el baño común del edificio, cuando un vecino le dijo despectivamente: “Ustedes, los judíos, son todos iguales”. Violeta le atizó dos golpes con el peine.

De regreso a Gran Bretaña en 1946, la familia se instaló en el noroeste de Gales. Angela era mucho más alta que las chicas de su edad, y George Mulligan, el mejor entrenador de la zona, puso el ojo en aquella joven con un potencial enorme para el tenis. “Puede ser campeona en Wimbledon”, llegó a decir Mulligan. Angela ganaba todos los torneos de categoría sub-12, sub-14 y sub-18 en los que participaba. Violeta Buxton pensó que debía regresar a Londres para que su hija siguiera progresando en el tenis.

Se instalaron en Hampstead, y la directora de su colegio la puso en contacto con el Cumberland Lawn Tennis Club. Bill Blake comenzó a darle clases hasta que un día Violeta quiso que su hija se hiciera socia de la entidad. “Me dieron un formulario para rellenarlo con mis datos y había una casilla para especificar la religión. A partir de entonces todo fue un problema. Le preguntaba cada día a mi entrenador porque no me llamaban para ser socia. Un día me dijo: “no preguntes más, aquí no admiten a judíos como socios”. Pudo seguir jugando al tenis en la pista privada de Simon Marks, el propietario judío de los almacenes Mark and Spencer, que escuchó las dificultades por las que atravesaba Angela.

“Me dieron un formulario para rellenarlo con mis datos y había una casilla para especificar la religión. A partir de entonces todo fue un problema”

ANGELA BUXTON

En 1951, Angela leyó en el periódico que Althea Gibson jugaría en un torneo en Londres para preparar Wimbledon. Fue al torneo para intentar conseguir su autógrafo, pero no logró contactar con ella. En 1952, Buxton jugó su primer cuadro principal de Wimbledon, ya que hasta ese año estaba prohibida la participación de judíos en el torneo. Cayó eliminada en la fase previa, pero entró como lucky looser perdiendo en primera ronda ante Valerie Lewis.

 Curiosamente, durante los años de la prohibición a los judíos, Wimbledon mantuvo a la firma Slazenger como uno de sus históricos patrocinadores y proveedores de material. Los hermanos Ralph y Albert Slazenger eran judíos, que apoyaron el torneo desde sus inicios, y que además marcaban con la estrella de David sus prestigiosas raquetas de competición. También durante la II Guerra Mundial, la compañía Slazenger destacó por fabricar armamento para los británicos.

Tras el torneo de Wimbledon, Buxton pagó el viaje a los Estados Unidos para que Angela y Violeta encontraran el mejor lugar para perfeccionar el tenis de su hija. “Ves allí, visita los estudios de Hollywood, y diles que eres la hija de Harry Buxton”, le dijo su padre. De la visita a aquellos estudios Angela se llevó a casa una foto con Doris Day.

 Pero Angela sufrió en el Los Angeles Lawn Tennis Club la misma experiencia que en Londres. Rellenó el formulario para hacerse socia y pagó el dinero requerido. Al cabo de unos días le devolvieron el dinero con la ya conocida frase de que “el club no admite socios judíos”. La negativa del club tuvo unas consecuencias fantásticas para Angela. Se fue a entrenar a las pistas públicas de La Ciénaga, y allí se topó con Pancho Segura y Pancho Gonzales, también vetados por su condición de ecuatoriano y de descendientes de mexicanos, respectivamente. Allí también la observó Bill Tilden, que la ayudó durante seis meses.

De regreso a Gran Bretaña en 1953, Buxton ya era una de las mejores tenistas del país, fue seleccionada para la Wightman Cup, y en diciembre para los Maccabian Games. Juntó a 100 deportistas judíos británicos, Angela zarpó a bordo del Artza rumbo a Tel Aviv. Ganó la medalla de oro, y a su regreso comenzó a trabajar a las órdenes de Jimmy Jones. “Fue la persona que más me ayudó en mi vida. No era judío pero me dijo que iba ayudarme en el tenis y sus estrategias, pero que debería ser mi fuerza interior la que me ayudara para salvar todas las barreras que encontraría por mi condición de judía”.

Con los consejos de Jones, Angela Buxton llegó a los cuartos de final de Wimbledon en 1955 en los que fue derrotada por la estadounidense Beverly Fleitz. Tras el torneo fue elegida por la federación para representar a Gran Bretaña en unos partidos de exhibición en la India. Allí se encontró por vez primera con Althea Gibson. Entrenaron un día, se explicaron su vida, y se hicieron inseparables.

En 1956, Althea Gibson se alojó en el piso de Angela y Violeta para preparar Wimbledon. El propietario de la vivienda acudió un día para decirle a Violeta que los vecinos habían presentado quejas porque una negra vivía en el edificio. Violeta le cerró la puerta en las narices tras decirle: “Mañana a las dos en punto estaré aquí. Que vengan a decírmelo a la cara”. Nadie se presentó. Dos semanas después, Angela cayó en la final individual de Wimbledon, pero con Althea ganaron el doble. Fue un gran día en el que sellaron una amistad para siempre.

Dos meses después, una lesión en la muñeca jugando un torneo en New Jersey, acabó con el tenis competitivo de Angela. Contrajo matrimonio con Donald Silk, presidente de la organización sionista de Gran Bretaña e Irlanda. Tuvieron tres hijos, a los que llevó para que ayudaran en los huertos, la lavandería y el comedor del kibutz de Amiad, y siguió vinculada al tenis ayudando a la construcción de centros de tenis en Israel.

Su relación con Althea fue más esporádica pero intensa. Un día recibió una llamada desesperada de Gibson. “No tengo dinero, vivo en la miseria, estoy pensando en suicidarme”, le dijo, Angela contactó con amigos comunes, pidió ayuda para su amiga, y al cabo de una semana recibió una nueva llamada de Althea. “No sabes lo que ha pasado. He ido a la oficina de correos y me han dado montones de cartas de gente desconocida con dinero dentro”. Gibson superó el bache y con el paso de los años recibió la ayuda de Angela para crear la Althea Gibson Foundation.

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