Carmen Esteban, psicóloga: “La palabra chivato es la herramienta de los acosadores para conseguir el silencio de la víctima en el acoso”
La Vanguardia.- “Chivato”. Una palabra de tonos negativos, pero también de silencios incómodos. En el contexto escolar, este término es un arma de doble filo: desafía a los estudiantes a no hablar e incentiva el abuso y acoso. Pero, ¿que pasaría si se replanteara su significado? La psicóloga infantil Carmen Esteban, especialista en conducta infantil, propone un enfoque distinto para transformar esta palabra en una herramienta de ayuda y protección.
“Enséñale a tu hijo la diferencia entre ser un chivato y pedir ayuda”, aconseja en un vídeo publicado recientemente en su perfil de Instagram. Llamar chivato a alguien para denunciar una injusticia o buscar ayuda, puede generar en los niños miedo al aislamiento o rechazo. “Ser un chivato es cuando le cuentas a un adulto algo que ha hecho otro niño que no perjudica ni al propio niño, ni a ti, ni a ningún otro niño. Por ejemplo, si un compañero de clase no ha hecho los deberes y el profesor no se ha dado cuenta, levantar la mano y decirle que a tu compañero se le ha olvidado hacer los deberes para que le riñan”, explica Esteban.
Educar en “no mirar hacia otro lado” es fundamental para acabar con el acoso escolar
En cambio, tal y como explica la psicóloga, pedir ayuda es contarle a un adulto que otro niño o, incluso, tú mismo, puede estar pasándolo mal. “Esta diferencia es fundamental para la prevención del acoso escolar”, apunta.
El peso de la palabra chivato actúa como un freno emocional, un círculo de silencio que no favorece a las personas que necesitan ayuda, al contrario, les deja en una situación vulnerable. “La palabra chivato es la herramienta fundamental de los acosadores para conseguir el silencio entre los observadores y, también, de la víctima”, sentencia la psicóloga. Sin embargo, invita a la reflexión: ¿ser “chivato” es algo malo o puede ser un acto de valentía?
El enfoque positivo también puede contribuir a que los niños sean más empáticos dentro de las aulas y sepan ponerse en el lugar del otro ante las injusticias. “Explícale a tu hijo que de la misma forma que si viera a un compañero de clase o a un niño de otro curso que se ha caído y se ha dado un golpe en la rodilla, llamaría a otro adulto para que le ayudara y eso no sería ser un chivato, si ve que otro compañero está sufriendo, pero en vez de físicamente, emocionalmente, también es su responsabilidad buscar un adulto para que le ayude”, argumenta Carmen Esteban.
Pedir ayuda no es ser un chivato, contarlo a un profesor o a otro adulto es ayudar a que otras personas
Su enfoque propone normalizar la denuncia y darle a la palabra chivato otro significado para promover, desde pequeños, valores que puedan marcar la diferencia entre una víctima solitaria y una escuela donde los alumnos se protejan entre ellos. Porque al final, enseñar a los niños que pedir ayuda no es símbolo de debilidad, puede ser el primer paso para acabar con el acoso escolar.