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Cero tabúes en clase

Fuente: El País
Fecha: 01/04/2017

El último día del curso 2007-2008 el maestro José Antonio Suárez tomó la palabra al final del claustro y anunció a sus compañeros que después del verano debían llamarle Josefa porque iba a cambiar de sexo. Poco a poco se iba a hormonar y explicaría su decisión a todos, sin tapujos, incluidos sus alumnos de 10 años. Y permanecería en su colegio.

La estupefacción de los profesores y la dirección del centro dio paso al miedo. Recelo a que las familias no entendieran la decisión de una transexual que no estaba dispuesta a ocultarse. «Nos temíamos lo peor para los cursos siguientes, que las madres dijeran que sus hijos no tenían por qué presenciar sus cambios. Pero ella pasó por todas las clases explicando lo que iba a pasar, que la llamaran Josefa. Dos años después, la noticia fue que no había pasado nada», recuerda Antonio Ortega, director del colegio Gloria Fuertes, ubicado en un barrio de clase media baja de Dos Hermanas (Sevilla). Tras superar depresiones y periodos de negación, cuando hace una década dio el paso, ella también sintió pavor: «Pensaba que alguno iba a liarla parda. Y en cambio, a tope. Los padres me decían que me querrían más todavía. Y los niños, mejor aún. Ellos me veían con un look mitad hombre mitad mujer, y justo en ese momento me empezaron a tratar de Josefa. Fue extraordinario», relata.

La Junta de Andalucía ha premiado la valentía de Suárez por coger el timón de su vida y defender al colectivo transexual, que cada cierto tiempo aparece en el foco mediático. La última vez por el autobús de la asociación Hazte Oír que recorre el país con lemas contra los menores transexuales. «¿De dónde sacan estos grupos ultras esa idea prejuiciosa de que la profesión de maestro está vetada para los transexuales?», inquiere.

Julia Jiménez, presidenta de la asociación de padres y con una hija alumna de Suárez, explica que cuando la docente contó su historia a los niños, estos se emocionaron y la abrazaron. «El tema está tan naturalizado que no se habla, es algo más», puntualiza sobre el día a día. Mientras, la maestra atribuye el galardón del Gobierno autónomo a su «trayectoria moderada, que siempre gusta a los poderes».

Suárez, de 57 años, está acostumbrada a romper moldes y esta semana imparte una charla en un centro de la Iglesia, donde esgrimirá el argumentario del Departamento de Bioética de la Universidad Católica de Valencia para intentar despertar conciencias desde dentro y desmontar los clichés hacia su colectivo. «La transexualidad tiene un fondo biológico. No es una cuestión cultural, ya venimos programados. Tras el cambio previsto desde la Organización Mundial de la Salud, ¿de dónde tirarán colectivos como Hazte Oír cuando ya nadie identifique la transexualidad como un trastorno mental? En 2018 se les acaba el argumento», avanza.

En la escuela, la detección de casos de acoso a menores transexuales y sobre todo la sensibilización de los alumnos tienen una frontera: los centros privados. «En la educación concertada y privada no damos pasos porque ni las direcciones ni las asociaciones de padres están abiertas a la educación afectivo-sexual y de identidad de género», explica Maribel Povedano, de la asociación De Frente LGTB, que cada año imparte un centenar de charlas a estudiantes.

Suárez es consciente de que representa un caso inusual en su colectivo, un panorama que espera cambie con las nuevas generaciones, que sufrirán menos acoso escolar que las anteriores. “El empoderamiento de nuestro lobby es inusual, hemos sido unas pobres desgraciadas. Siempre en los últimos escalones sociales, sin ocupación, muchas de ellas en la prostitución. Lo mío es una excepción (…) Hasta ahora ser transexual era un privilegio burgués o de las pobres que trabajan como esclavas sexuales con el único objetivo de pagarse las operaciones”.

La fortaleza y estabilidad de Suárez proceden en parte de su pareja e hijo adolescente. «Llevo 31 años casada y 37 de pareja. El secreto es poner por encima de todo la persona más que el cuerpo o la atracción física. Mi pareja me conoció como un hombre. Ella tiene más mérito que el poquito que pueda yo tener», resalta. Y sin hacer sangre, rebate los argumentos de los grupos ultras contra su colectivo con el afecto de los compañeros maestros, padres, madres y alumnos. «Nadie afirma ya que hay un trastorno, que es una incapacidad de adaptación. Que alguien me diga que yo no estoy adaptada». El director de su colegio concluye: «Todos hemos tumbado ese temor sin base. Creíamos que la gente no está por ser tolerante».

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