Confinados con su enemigo: los niños maltratados no están protegidos durante el aislamiento

ABC.- En España hubo probablemente cerca de 15.000 niños y adolescentes maltratados por familiares y cuidadores y solo 4.496 denuncias

De acuerdo con los últimos datos del Portal Estadístico de Criminalidad, dependiente del Ministerio del Interior, en 2018 en España se registraron 4.496 denuncias por malos tratos a menores en su entorno familiar. Esta cifra es el resultado de la suma de los datos provenientes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. La cantidad de casos, que en sí misma es preocupante, esconde con seguridad una cifra muy superior de víctimas infantiles de abuso familiar, tal como se reconoce en el Observatorio de la Infancia, que a través del Registro Unificado de Sospechas del Maltrato Infantil (RUMI), recoge las sospechas de malos tratos en el ámbito familiar detectados por los profesionales que tienen contacto diario con menores de edad (profesores, pediatras, servicios sociales y cuerpos policiales). En 2018 el registro dio cuenta de casi 15.000 sospechas.

Es decir, en España hubo probablemente cerca de 15.000 niños y adolescentes maltratados por familiares y cuidadores y solo 4.496 denuncias, a las que habría que sumar buena parte de las 5.382 denuncias por delitos contra la libertad sexual de menores, toda vez que la mayor parte de estos delitos son cometidos por familiares y personas muy cercanas a los niños. Estos números reflejan, a través de pruebas e indicios, una realidad estremecedora, pero dejan fuera realidades más sutiles, menos evidentes o directamente no detectadas por los agentes responsables, de violencia y abuso sobre los niños. Existen situaciones familiares que generan angustia y temor crónico en los menores, pero no obtienen reflejo en los registros oficiales sobre el maltrato.

Es un alivio

No es osado suponer que para muchos de estos niños la escuela, como el resto de los entornos cotidianos ajenos a la experiencia familiar, constituye un alivio a su demoledora experiencia doméstica. El trato con otros niños y con otros adultos implicados en su desarrollo y bienestar y la propia actividad escolar, al margen del entorno opresivo generado por el maltrato y el abuso, componen un contexto de alejamiento del núcleo del problema, que en muchos casos es además un elemento fundamental en su detección y denuncia.

Desde el 14 de marzo, día en el que entró en vigor el Real Decreto por el que se declara el estado de alarma, los niños permanecen en sus domicilios sin apenas posibilidad de abandonarlo -en algunas circunstancias, como en las de padres separados, al menos cambian de entorno periódicamente-. En muchos de los casos de denuncias y sospechas, la actuación de los agentes responsables habrá tenido consecuencias en la solución al drama vital de los niños, en otros no. De cualquier modo, tal como denuncia Unicef, en los últimos años se asiste a un aumento muy preocupante de los malos tratos familiares sobre los menores. El maldito «dinamismo» de esta realidad hace pensar en la continua incorporación de nuevos casos, y no siempre con consecuencias registrales, porque no todas las formas de maltrato provocan heridas en la piel.

 El confinamiento está siendo difícil para la mayoría de los niños -y también para sus padres- porque está desencadenando sin duda muchas situaciones de estrés para unos y otros. Pero, ¿cómo lo estarán viviendo los niños que conviven con sus maltratadores y abusadores? No es una pregunta cómoda. Las posibles respuestas no se antojan amables y, no parecen haber sido previstas en la protección de los colectivos vulnerables en la actual crisis. La falta de precedentes y la urgencia en la toma de medidas para afrontar la angustiosa situación en la que se encuentra inmerso el país pueden explicar que así haya sido. Pero quizá ha llegado el momento de abordar este problema.

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