Cuando la LGTBIfobia se vuelve virtual

El País.- La pandemia obliga a trasladar a la web la celebración del Orgullo mientras los ataques al colectivo aumentan en redes

Si la reivindicación del Orgullo en España cumplió hace tres años cuatro décadas, en 2020 va a acoger la celebración más singular —y virtual— de su historia debido a las restricciones impuestas por la pandemia de covid-19. Las organizaciones convocantes de la manifestación estatal —Cogam, Felgtb y Aegal— asumen el veto a los actos multitudinarios: la marcha física queda cancelada, “pero el Orgullo se celebra”, apuntan las entidades, que han trasladado a la web la mayor parte de eventos.

Así, la fiesta madrileña, una de las más importantes del mundo y que acoge cada año la manifestación nacional, lanza hoy su pregón online. Y la semana que viene organiza su ya tradicional desfile de manera virtual. Pero no solo la reivindicación se ha trasladado al mundo virtual; la LGTBIfobia también.

El último ejemplo es reciente. Hace dos días, la Guardia Civil cambió su avatar de redes e incluyó la bandera arcoíris como gesto de apoyo al colectivo. Los mensajes de odio no se hicieron esperar, incluidos los de dirigentes de extrema derecha. “El discurso de odio promovido por Vox aumenta la LGTBIfobia”, resume Rubén López, del Observatorio Madrileño contra la LGTBIfobia. Remarca que la violencia virtual está aumentando: “En 2020 en Madrid ha habido 118 incidentes de odio contra el colectivo”. Habla de todos los delitos registrados en la capital (físicos y virtuales). Unos datos que “tiran a la baja”, según las asociaciones, pues gran parte de los ataques de odio contra el colectivo permanecen silenciados. “Si las agresiones físicas están infradenunciadas, imagina las virtuales”, apunta López, que afirma que el Observatorio madrileño en el que trabaja “ha registrado durante el confinamiento un notable incremento de las agresiones verbales y virtuales”.

Casi 7 de cada 10 personas LGTBI de Europa ha sufrido un ataque a través de las redes en los últimos cinco años, según una encuesta en la que participó la Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales (Felgtb). “Son cifras que permiten hacernos una idea de la dimensión real de este problema”, incide José Luis Ferrándiz, coordinador de Educación de la Felgtb.

El observatorio andaluz contra la LGTBIfobia constata que el año pasado descendieron un 10% las agresiones físicas contra el colectivo. A la vez, se registró un aumento del discurso del odio del 7%. El organismo concluye que los ataques en redes sociales crecieron un 20% en 2019. “No hay que demonizar las redes”, recomienda Ferrándiz, “sino detectar y denunciar este tipo de comportamientos”.

“La realidad es que en el mundo online hay cierta impunidad. Y eso se acaba trasladando a la esfera física”, explica Rubén López. “Durante el estado de alarma y sobre todo durante las manifestaciones contra el Gobierno en Madrid, hemos registrado un aumento de incidentes contra el colectivo”, cuenta.

A pesar de las diferencias, el acoso virtual produce secuelas de gravedad semejante a las agresiones físicas, según explica Ana Adán, psicóloga en la clínica Tú y yo Psicólogos LGTB. “Hay diferencias en cuanto a la vivencia del acoso. En el caso virtual lo agrava que es más público a la vez que genera una menor sensación de tener capacidad de detener el ataque o de huir de él, pues los dispositivos móviles están integrados en todas las facetas de nuestra vida”, explica la profesional. Y resume: “Los ataques virtuales pueden ser más invasivos y generar mayor sensación de indefensión”.

Anonimato digital

“La gente se aprovecha del anonimato en las redes y de la posibilidad de acosar las 24 horas del día”, explica Ferrándiz. “Durante el confinamiento, los ataques contra el colectivo se han acentuado. Algo especialmente preocupante para los adolescentes, permanentemente conectados en su mayoría y especialmente frágiles, ya que están forjando su identidad”.

En su lucha contra la LGTBIfobia, redes sociales como Twitter han mostrado su compromiso para crear espacios en los que todo el mundo se sienta seguro. La red ya ha creado mecanismos para vetar los mensajes que discriminen por razones de raza, género, religión, edad, discapacidad o enfermedad. Muchos se eliminan —la mitad de los tuits que se borran, según los datos de la empresa—. Pero otros pasan los filtros.

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