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Cuando los violadores grupales son menores: el problema social detrás del aumento de las agresiones sexuales

RTVE.- “Tengo una mala noticia. Han aumentado los delitos sexuales en menores. Es un aumento progresivo y no lo podemos negar. En el global de la delincuencia juvenil llevamos unos años en descenso, sin embargo, los delitos más graves, contra la vida, las violaciones y los abusos, crecen y de forma considerable». Quien lo afirma conoce muy bien esta realidad porque la vive de cerca cada día. Es Eduardo Esteban, Fiscal de Sala Coordinador de Menores.

Los datos que da Esteban son contundentes. En el último año, 668 violaciones cometidas por menores, dos al día. En el mismo periodo, cerca de 2.000 mil abusos sexuales. Hablamos con el Fiscal de Sala después de un mes de mayo atroz: cuatro agresiones grupales a cinco chicas en diez días.

Hay inquietud y mucha indignación después de ver a cinco chicos de entre 15 y 17 años salir del juzgado haciendo la señal de la victoria. Están acusados de violar en grupo a dos niñas de 12 y 13 en una casa abandonada de Burjassot (Valencia). Llevan el auto de libertad vigilada en la mano. Un trofeo premiado con vítores y aplausos. «¡Son unos guerreros! ¡Campeones!», gritan familiares y amigos. Hasta los llevan en volandas, como héroes de una hazaña brutal.

Una actitud que generó mucha frustración en la Fiscalía. “Es frustrante porque forma parte de una dejación. Los padres no asumen su responsabilidad de educar a sus hijos y luego cuando les condenan tienen que asumir la responsabilidad civil y les sorprenden… ¿pero por qué tengo yo que hacer frente a nada si el que lo ha hecho mal es mi hijo, que es un sinvergüenza con el que no soy capaz de hacer nada? Pero no son capaces porque renuncian, y no solo eso, sino que de alguna manera apoyan a sus hijos en lugar de reprenderles”, explica el fiscal Esteban.

Aquella noche del 20 de mayo, mientras los menores de Burjassot celebran su «hazaña», a pocos kilómetros, cuatro chavales están presuntamente violando a otra chica de 18 años. Tres son menores y el otro no ha cumplido los 14. Son las fiestas patronales en Villareal, Castellón. La siguiente madrugada la Guardia Civil detiene a tres hombres acusados de violar a una mujer en la Playa de San Juan de los Terreros, en Almería. ¿Qué está pasando?

Elena Palacios, Inspectora Jefe de la Unidad Atención a la Familia y la Mujer, la UFAM, no duda: «Es el afán de poder, de reforzar la autoestima y hacer daño, unido al ambiente festivo. Hay delitos que son estacionales, como las agresiones sexuales que en primavera y verano suelen repuntar», explica. Vacaciones, festivales y diversión para todos y, sin embargo, para ellas es un riesgo. Las posibilidades de ser víctima de una agresión se disparan estos días un 50%.

Alcohol, drogas e instinto gregario

«Los violadores grupales son y se comportan de forma distinta a los individuales», explica Andrea Giménez Salinas, criminóloga de la Universidad de Comillas. «Son de menor edad y tienen menos antecedentes por hechos violentos. Suelen actuar en entornos de ocio, en lugares preferentemente públicos y con mucho consumo de alcohol y drogas». «Muchísimo alcohol”, según Javier Urra, psicólogo forense, «para darse valor para hacer lo que tienen previsto hacer. Hay un líder que tiene previsto qué va a hacer y con quién. Jalea a los demás y busca que todos beban mucho alcohol, también la víctima». Para estos jóvenes el grupo es fundamental en su vida. «La personalidad es grupal”, explica Urra. «No busca el placer individual. Busca mucho más la dominación, el sentimiento del macho, demostrar ante los demás su poder».

En las violaciones grupales las consecuencias para la víctima son mucho más graves. Hay múltiples comportamientos sexuales y un mayor grado de intimidación. No es lo mismo, dicen desde la UFAM de la Policía, que haya un único agresor a que vengan cinco. «La víctima lo primero que piensa es que la van a matar y eso la bloquea. No es capaz siquiera de poner las manos para hacer un mínimo de resistencia. Se queda paralizada porque piensa que la van a matar. Cuando es una violación grupal generalmente la víctima no acude a nosotros. Se produce una llamada de emergencia porque la han encontrado semidesnuda, golpeada y sola en un lugar aislado», explica la inspectora Palacios.

La exhibición de los agresores frente a la vergüenza de las víctimas

Las redes sociales y los móviles juegan un papel clave en las agresiones grupales. Los menores necesitan exhibirse y eso suele facilitar su caída, subraya el fiscal Eduardo Esteban. «Hay imágenes donde se ve que el hecho concreto ha ocurrido a 50 metros de un grupo donde se está haciendo botellón y hay doscientas o trescientas personas, o de un concierto. Pero es que además se graban porque les importa más ser notoriamente reconocidos que el riesgo que puedan correr. Y luego lo publican y se comunican y empiezan a mandarse mensajes contando cosas que tiene mucho que ver con lo que ha ocurrido. Al final resulta que las pruebas se obtienen con más facilidad y están claras».

Aunque cada vez más mujeres denuncian, en las agresiones sexuales hay una cifra oculta. Víctimas que se callan por vergüenza, porque se sienten culpables. Eso complica la investigación a la policía, porque los restos biológicos que puedan tener en su cuerpo, en sus ropas pueden desaparecer. Por eso es clave que denuncien pronto, para dar con unos jóvenes generalmente impulsivos y muy agresivos, que no piensan en las consecuencias. Se creen protegidos por la manada, a pesar de que sea un agravante penal.

La banalización de las relaciones sexuales

En los casos de violación el castigo es el internamiento, hasta ocho años. En la Fiscalía se asombran ante la banalización con que hablan los menores de sus relaciones sexuales. Tanto los agresores, como las víctimas. «Cuando escuchamos sus declaraciones judiciales te sorprende cuando ellas dicen: ‘yo ya sé que fulanito es así, pero es que yo quiero que sea así, porque eso demuestra que me quiere’. Eso está haciendo referencia a actuaciones de control del chico sobre la chica, entonces cuando llega él a declarar no entiende muy bien por qué… y te dice ¡pero si yo soy su novio y ella estaba loca por mí!».

Cuenta Javier Urra que cuando trabajó en la Fiscalía hacía un cuestionario al chico que había cometido un abuso sexual. Tenía que contestar rápido a una palabra con lo primero que se le viniera a la cabeza. “Les decía: agua y él contesta: vaso. Sol, luna, perro, gato, mujer… puta. Cuando un hombre a una mujer le dice que es una cerda, una perra, el riesgo es inminente. La ha deshumanizado. La ha animalizado», lamenta Urra.

El consumo temprano de porno

Según Save The Children, siete de cada diez adolescentes consume pornografía de manera frecuente y los vídeos más vistos son los de varios hombres que se turnan a una mujer. El peligro no es que vean porno, dicen, el peligro es que sea su única educación sexual. Precisamente en sus últimas memorias, la Fiscalía de Menores apunta a unas graves carencias en educación sexual y un consumo de pornografía a edades muy tempranas como causas del aumento de las agresiones y abusos sexuales.

Los fiscales destacan comportamientos de adolescentes excesivamente sexualizados que reproducen estereotipos del porno on line. «Al leer sus declaraciones vemos relatos que son como un guion de un acto pornográfico. Chicos y chicas muy jóvenes diciendo cosas como ‘a mí me gusta lo duro, me gusta que me den’”, explica Eduardo Esteban. “Son expresiones que remiten a la pornografía de consumo fácil. Actos en los que se prescinde de todo sentimiento. Ahí es donde es fácil incurrir en hechos delictivos».

Están rodeados. Películas, series, vídeos, canciones que retratan a la mujer como «objeto» de consumo y placer. Y los jóvenes lo normalizan. Fiscales, policías, psicólogos, criminólogos coinciden: tenemos un problema y no se resuelve solo con castigos. Es mucho más complejo y difícil. «La justicia no lo va a resolver, la justicia actúa cuando ya se ha producido el hecho. Para que no se produzca, lo que necesitamos es educación”, reconoce el Fiscal de Menores.

«Y hay que hacerlo desde las más tiernas edades. Hay que jugar a un juego que no es fácil y que es: el que no sabe lo que siente el otro, pierde. Hay que trabajar la empatía, el sentimiento de culpa, ponerse en lugar del otro. El problema no es cuánto se te va a sancionar. Eso no es importante. Lo importante es que te arrepientas, que no lo vuelvas a hacer, que piense cómo lo vivió la víctima. Ese es el trabajo que hay que hacer», añada Javier Urra. Una tarea que para la Inspectora Palacios empieza en casa. «Los padres no son amigos. Son padres. No perdamos el norte. Y ese control parental tiene que existir. Que vigilen las amistades de sus hijos y el uso de internet, porque pueden estar cometiendo un delito, o ser una víctima».

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