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De refugiado vietnamita a premio Pulitzer, el escritor que abrazó su pasado traumático

El País.- Viet Thanh Nguyen, de origen vietnamita, reflexiona sobre la necesidad de lidiar con la memoria y sobre las dificultades de los inmigrantes en EE UU en tiempos de Trump

La vida y la obra del escritor Viet Thanh Nguyen, de 48 años, ganador del premio Pulitzer y profesor de la Universidad del Sur de California, es pura ambivalencia. Piensa en sí mismo como estadounidense (llegó al país con 4 años junto a su familia huyendo de la guerra) y también como vietnamita (de allí huían), pero se sabe parte de una minoría en ambos países. Logró salir adelante y labrarse una carrera académica obligándose a no pensar en su infancia y adolescencia como refugiado, pero volvió a sumergirse en ese tiempo cuando decidió ser escritor: “Para recopilar material para nuestra escritura tenemos que volver aquello que nos hizo daño”, explica. Su experiencia traumática nace de sus recuerdos, como el primero de todos, cuando le separaron de su familia para poder salir del campo militar donde vivían a su llegada a EE UU a mediados de los años setenta; pero también de aquello que ha hecho suyo a través de los recuerdos de sus padres, esa memoria de segunda mano que puede llegar a ser más poderosa que la directa.

La vida y la obra del escritor Viet Thanh Nguyen, de 48 años, ganador del premio Pulitzer y profesor de la Universidad del Sur de California, es pura ambivalencia. Piensa en sí mismo como estadounidense (llegó al país con 4 años junto a su familia huyendo de la guerra) y también como vietnamita (de allí huían), pero se sabe parte de una minoría en ambos países. Logró salir adelante y labrarse una carrera académica obligándose a no pensar en su infancia y adolescencia como refugiado, pero volvió a sumergirse en ese tiempo cuando decidió ser escritor: “Para recopilar material para nuestra escritura tenemos que volver aquello que nos hizo daño”, explica. Su experiencia traumática nace de sus recuerdos, como el primero de todos, cuando le separaron de su familia para poder salir del campo militar donde vivían a su llegada a EE UU a mediados de los años setenta; pero también de aquello que ha hecho suyo a través de los recuerdos de sus padres, esa memoria de segunda mano que puede llegar a ser más poderosa que la directa.

Habló, por ejemplo, de esa “memoria de segunda mano” que también marcó toda la obra de uno de sus autores favoritos, WG Sebald. “Él usa el término para describir su propia experiencia, la de alguien nacido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que creció en los años cincuenta y en medio de un gran silencio en todo el país”. En su propio caso, se refiere a los silencios de sus padres, a las cosas que no respondían y a las que él mismo prefería no preguntar. Y también a las que ellos elegían contarle.

“Eran de procedencia humilde, vivieron tiempos muy difíciles, de guerra y descolonización”, arranca. Y añade sobre esas historias que sí elegían rememorar para él, las que de hecho han repetido una y otra vez a lo largo de los años: “Eran o bien muy dramáticas o muy nostálgicas”. Muchas de ellas tenían que ver, por ejemplo, con una brutal hambruna que sufrieron en los años cuarenta y que mató a casi un millón de personas en el norte de Vietnam, cuando no tenían ni siquiera arroz y se veían obligados a comer raíces. “Algunas veces, mi padre cocina raíces como entonces, simplemente porque le recuerda a ese periodo que, aunque fue horroroso, también le lleva a su juventud ahora que tiene 85 años”.

Nguyen ha reflexionado mucho sobre estas cuestiones, como académico y en obras como The Displaced (Los desplazados, en la que reunió testimonios de 17 escritores que habían sido refugiados), The Refugees (Los refugiados, una colección de cuentos que exploran entre otros temas la inmigración y la identidad) y el ensayo Nothing Ever Dies. Vietnam and the Memory of War (Nada muere nunca. Vietnam y la memoria de la Guerra). Y ha llegado a la conclusión de que no hablar de algo no es lo mismo que olvidarlo: “Incluso con el silencio puedes sentir que algo está ocurriendo. Yo he crecido en el entorno de una comunidad de refugiados vietnamitas y allí había mucha violencia doméstica y de otros tipos que creo que estaba conectada con ese pasado en la guerra, como refugiados”.

Entonces, ¿el olvido no es una opción? “Obviamente necesitamos olvidar —individualmente y como países— para poder avanzar. La cuestión es cómo lo hacemos. Y me temo que la mayoría de la gente en la mayoría de los países olvidamos, simplemente, negándonos a lidiar con el pasado, pretendiendo que nunca existió y creyendo que eso nos permite seguir adelante, pero en realidad significa que ese pasado seguirá acompañándonos”. ¿Y cómo se hace, entonces, para olvidar? “Es crucial volver a ese momento traumático para saber qué significa emocionalmente para ti, para entender las complicaciones. Yo creo que solo puedes olvidar cuando finalmente te enfrentas a tu pasado”.

Y eso vale para las personas y también para los países, insiste. De hecho, cuando se le pregunta por cómo está tratando hoy Estados Unidos a los refugiados y a los inmigrantes, su respuesta se remonta a una cuestión histórica no resuelta, una especie de batalla interminable entre los dos corazones de EE UU. “El país está dividido sobre un montón de cosas porque desde el propio origen de la sociedad estadounidense hemos tenido dos impulsos. Uno de ellos es hacia cosas preciosas como la integración, el sueño americano… Pero el otro es la violencia, porque el país fue construido sobre la base de la conquista, el genocidio, la esclavitud, el racismo, el odio… Esta contradicción fundamental vive en la raíz de la historia estadounidense y ahora se está dirigiendo contra los refugiados y los inmigrantes”, explica. Así, si las decisiones políticas de la Administración están teniendo “efectos humanos terribles” («Las podemos ver todos los días, con inmigrantes muertos, fotografías terribles, niños torturados…»),  también es cierto que “hay una protesta social muy fuerte, desde políticos a gente común que están diciendo que es un error, que se puede hablar de políticas de inmigración y de fronteras, pero no se puede de ninguna manera cometer este tipo de atrocidades”.

LA LUCHA POR LAS MAYORÍAS

Viet Thanh Nguyen admite que su primer impulso es el de verse como parte de una minoría, de la minoría de origen vietnamita en EE UU, y de la exiliada a América en Vietnam. Pero, cuando reflexiona sobre ello, de nuevo aparecen los matices y, por supuesto, cierta ambivalencia. “Efectivamente, soy una minoría en Estados Unidos y eso es algo para mí es importante asumir y no pedir perdón por ello”. Una actitud que se refleja en su premiada novela, El simpatizante: “Es extremadamente crítica con Vietnam y con EEUU y eso hace que algunos lectores vietnamitas y estadounidenses se sientan incómodos”.

En todo caso, añade: “La cuestión de quién es mayoría en quién es minoría es complicada. Si miras a EE UU, puedes argumentar que en realidad es una minoría del país la que lo está dirigiendo, es decir, los que son poderosos, tienen influencia y dinero no son la mayoría, pero tienen la mayoría del poder. En realidad, la mayoría es la clase trabajadora, la gente que quiere más justicia económica y social, incluso cuándo muchos de esos grupos son en realidad minorías, pero juntos forman una generalidad”.

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