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Desvelan el papel de España en la trama nazi para desvalijar los tesoros de Europa

ABC.- En «El expolio nazi», el historiador Miguel Martorell se adentra en el robo masivo de obras de arte durante la Segunda Guerra Mundial y en su posterior venta tras la contienda. Además, analiza por primera vez el papel de España en esta gigantesca tela de araña

Todo empezó con un sueño que se convirtió, a toda velocidad, en una pesadilla para Europa. Durante la Segunda Guerra MundialAdolf Hitler, personaje megalómano y multifacético donde los hubiera, se obsesionó con fundar un gigantesco museo en Linz (el Führermuseum) que albergara las mejores obras de arte de la historia. Anhelaba que fuera su gran legado. Para ello, el líder nazi organizó un complejo entramado con órdenes de saquear desde cuadros, hasta estatuas. Su decisión marcó el inicio de la compraventa y el contrabando masivo de miles y miles de piezas. Unas 150.000 solo en el centro de Europa, según explica a ABC el historiador Miguel Martorell, autor de «El expolio nazi» (Galaxia Gutenberg).

En palabras de este historiador, aunque fue Hitler quien comenzó el saqueo de forma oficial, el robo masivo de obras de arte pronto se le escapó de las manos. Y es que, cuando Europa supo que los nazis iban a ser derrotados, fueron muchos los marchantes y expertos que comenzaron a vender las piezas que habían atesorado fuera de las fronteras del Tercer Reich. España no fue una excepción. Durante la contienda (y después de ella) coleccionistas privados de nuestro país obtuvieron tesoros europeos a un módico precio y, según el autor, gracias a la permisividad de las autoridades franquistas. Las mismas que permitieron a contrabandistas como Alois Miedl desarrollar sus negocios en nuestras fronteras.

-Al leer su obra queda claro que, más que un caso anecdótico, el expolio fue un gigantesco entramado orquestado por el nazismo

Era un entramado perfectamente organizado y en la cúpula del expolio, en la que estaban Hitler y Goering, también institucionalizado. A nivel oficial, Hitler montó un gran proyecto para el Museo de Linz, el que quería que fuese su legado para el pueblo alemán. Su estructura administrativa era gigantesca. En él trabajan decenas de personas en el país y centenares de marchantes, militares y agentes fuera.

Por otro lado, Goering, que era un coleccionista privado que se aprovechaba de fondos públicos para incrementar su colección, también tenía montada una gran infraestructura que ocupaba a expertos del sector de todo tipo. Desde profesionales de museos, hasta historiadores, especialistas capaces de identificar cuadros, restauradores, galeristas…

Y eso solo en la cúspide de la pirámide. Tras ellos había otros grandes jerarcas como GoebbelsHimmlerRibbentrop… Y, por imitación, decenas de pequeños funcionarios. Todo ello generó una maquinaria terrible a la que hay que sumar la competición interna para hacerse con las mejores piezas, algo que acrecentaba todavía más la voracidad del expolio.

-¿Y quiénes se hallaban en la base?

Hay que pensar en esto como una suerte de pirámide en la que Hitler Goering estaban arriba. En la base, sin embargo, había muchos marchantes y especuladores que no provenían del mundo del arte. Gente que, al calor de los beneficios, se metió en el negocio. Un ejemplo de este caso fue Alois Miedl, que sirve como hilo conductor en el libro para explicar el expolio. Pero también había delatores, personas que hicieron fortuna en el Tercer Reich desvelando colecciones judías y cobrando un porcentaje del material que habían descubierto.

-¿En esta base solo importaba el dinero?

Si. Lo que les importaba era el negocio. Todos los marchantes que traficaban o localizaban obras de arte para los grandes coleccionistas nazis cobraban grandes sumas de dinero. Entre un 10 y un 15% de comisión, que no era ninguna tontería. En la cúspide lo que importaba no era la riqueza, era otra cosa. Pero en la parte baja lo que les movía era el beneficio.

-¿Hasta qué punto fue masivo el expolio organizado desde la cúspide de esta pirámide?

Hitler consiguió recopilar para el Museo de Linz 6.700 pinturas. Si la cifra se da en abstracto es difícil hacerse a la idea. Pero el Museo del Prado, por ejemplo, posee casi 8.000. Es decir, en menos de una década el Führer logró obtener una cifra similar a la de esta institución en doscientos años. Esto nos ayuda a hacernos a la idea de hasta qué punto fue voraz el expolio. Nos permite entender que fue como una plaga de langostas que arrasó con el arte europeo.

-¿Hicieron acopio los nazis de estas obras solo a base de robos?

No solo. Hitler impuso unas condiciones durísimas a los países ocupados de Europa Occidental (FranciaBélgicaHolanda Luxemburgo). Devaluó su moneda, les obligó a pagar unas reparaciones de guerra salvajes, incentivó el mercado negro… Al final, la economía de estos territorios se hundió. Eso hizo que comprar arte en regiones como Francia fuese muy barato. Y eso formó también parte del expolio: las adquisiciones masivas favorecidas por una situación económica inducida por los alemanes.

-¿Sabemos cuáles son las cifras totales del expolio?

En Europa del Este no tenemos datos porque los nazis se hicieron con lo que quisieron, como quisieron y cuando quisieron. La razón era que consideraban que los eslavos eran subhumanos, una raza destinada a ejercer como esclavos en el nuevo orden europeo, y entendían que no tenían derecho a la cultura. Pensaban que era peligroso que mantuvieran sus obras de arte porque eso podía exacerbar su identidad propia y alentar a la revuelta contra ellos. Por eso se llevaron cuadros de museos, de iglesias y de colecciones privadas. En Europa Occidental, curiosamente, respetaron las instituciones y solo se cebaron con los judíos y con los enemigos del Reich.

Entre ese pillaje indiscriminado, y también por la cortina opaca establecida por los soviéticos tras la Segunda Guerra Mundial, resulta casi imposible tener cifras, ni siquiera aproximadas, del expolio en la URSS.

Pero el expolio está muy documentado en Europa central. Sabemos que en Francia rondó las 100.000 obras de arte y objetos culturales (esculturas, tapices, alfombras, estatuillas, libros antiguos, instrumentos musicales…). De Holanda se llevaron 30.000 y de Bélgica 20.000. Las cifras son brutales. Los galos recuperaron el 60%.

-¿Se sacaron obras de España en esta época?

No. España no era un territorio ocupado. Donde los nazis ejercieron el expolio fue en todo el territorio que controlaban en Europa, el cual era extensísimo. Desde la Bretaña hasta los Urales. En el momento álgido de la guerra, a finales de 1942, toda la Europa Continental salvo los países neutrales (Suiza, Turquía…) estaba bajo el dominio nazi. El resto o estaba ocupada, o colaboraba con ellos.

Lo que sí sabemos, y esa es una aportación del libro, es que hubo españoles que compraron arte en Francia a los mismos marchantes que estaban trabajando para los nazis.

Hay que tener en cuenta que la depreciación de la moneda gala fue tal que, a pesar del estado de las finanzas de nuestro país y de la autarquía, la Peseta era una moneda fuerte frente al Franco. Eso hizo que adquirir obras de arte para coleccionistas de nuestro país fuese relativamente barato.

-¿Conocemos algún ejemplo?

Sabemos que el cónsul de España en Hendaya, Antonio María Aguirre Gonzalo, compró obras de arte en Francia a los mismos proveedores que suministraban a los nazis. O que José María Arenza hizo lo propio. Como eran adquisiciones privadas en las que el Estado no intervenía apenas tenemos documentados unos pocos casos, pero es probable que hubiera muchos más porque la situación de ventaja de nuestro país era considerable. Al final, los que tenían recursos y acceso al mercado galo por su posición de privilegio dentro del régimen podían hacerlo.

-¿Colaboró España con este entramado tras la Segunda Guerra Mundial?

La participación de España llegó con la dispersión del expolio. Sabemos que la dictadura franquista, cuya relación con el Tercer Reich era evidente (pues Franco debió su victoria al apoyo alemán y colaboró con el nazismo enviando soldados al frente y trabajadores a las fábricas), fue tolerante con las obras de arte robadas por el nazismo que entraban en sus fronteras tras la Segunda Guerra Mundial. Ya fuera por avión, a través de valija diplomática, o mediante sus fronteras.

Por otro lado, Franco no colaboró con los Aliados en el descubrimiento de obras de arte procedentes del expolio. Además, sabemos que muchos traficantes, desde marchantes hasta delincuentes que habían participado en el robo de piezas en Francia, encontraron refugio en España.

-¿Existen obras adquiridas por españoles en este mercado que hayan acabado en museos nacionales?

Comprada directamente no. Lo que sí sabemos es que hay dos cuadros que figuran en museos españoles que proceden del expolio nazi. Pero se compraron en los años 70, no durante la Segunda Guerra Mundial.

Uno es el cuadro de André Masson, «Familia en estado de metamorfosis», que está en el Reina Sofía. Sobre esta obra el museo alcanzó un acuerdo con los herederos hace una década. El otro es el lienzo «Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia», de Camile Pissarro, que posee el Thysen. Este se compró en el año 76 en el mercado europeo, pero no directamente a los nazis.

Pero esto no quiere decir que en colecciones privadas haya cuadros procedentes del expolio. Eso puede ocurrir porque nadie sabe lo que cada uno tiene en su casa y nadie está libre de que ocurra algo similar a lo que pasó en Alemania hace diez años, cuando se encontraron decenas de cuadros en una vivienda privada.

-Afirma en su obra que la frontera española se convirtió en un nido de contrabandistas tras la contienda.

El contrabando fue muy activo en la frontera del País Vasco. El tráfico de obras de arte se acrecentó cuando empezó a estar más claro que el Tercer Reich iba a perder la guerra. No sabemos cuántas piezas entraron por allí, pero sí nos podemos hacer una idea a través de los servicios secretos aliados de que el movimiento debió ser muy intenso.

-¿Contribuyeron las autoridades franquistas de alguna forma en la dispersión del expolio?

La principal contribución de las autoridades franquistas al expolio fue no hacer nada, que era una manera también de colaborar en la dispersión. Hicieron la vista gorda frente al contrabando.

Solo hay un caso documentado, al menos por el momento (pues sabemos muy poco del mercado del arte español en los años 40), en el que se abrió un expediente a un francés que había colaborado con los nazis. Este personaje había sido marchante en el sur de Francia, había traficado con obras procedentes del expolio e intentó introducir en nuestro país una cantidad considerable de piezas. Fue detenido por un soplo germano y le requisaron parte de lo que llevaba.

-Hablaba de Alois, un personaje central en su obra que, históricamente, supo aprovechar las ventajas que le ofrecía el mercado del arte.

En el libro lo utilizo como hilo conductor para contar todo. Fue un banquero alemán que comprendió a finales de los años 30 que el arte iba a ser un gran negocio. Eso le hizo empezar a invertir en este mundillo. Estuvo en todas las fases del expolio. Participó en la venta del arte degenerado que los nazis purgaron de los museos en el año 38; en el robo en Holanda; fue uno de los suministradores de piezas para Goering y colaboró en la dispersión.

-¿Cómo se hizo rico?

Su estrategia, sobre todo al principio de la Segunda Guerra Mundial, fue comprar obras y colecciones a los judíos que estaban intentando escapar de Holanda. Como necesitaban dinero, se hizo con sus bienes a bajo precio. Pudo porque tenía una relación estupenda con la comunidad debido a que su mujer era judía.

¿Qué sucedió con él tras la Segunda Guerra Mundial?

Escapó de Europa tras la Segunda Guerra Mundial y vino a España. No sabemos cuántos cuadros trajo a nuestro país, pero rondarían entre los 60 y 80. De ellos, 22 fueron interceptados por la aduana española en Irún. Los Aliados solicitaron al gobierno que los retuviera hasta que se descubriera quién era su verdadero propietario, pues habían sido comprados en condiciones de extorsión en Holanda y habían sido reclamados por dicho estado.

Así comenzó un conflicto entre el gobierno español y el holandés que duró cinco años, hasta que el primero tomó partido por Alois y se los devolvió. Miedl dejó el país en 1949 con todas las piezas que no había podido vender en la posguerra. Pero no sabemos ni cuántos ni cuáles eran porque se hizo todo de forma clandestina.

Solo hubo un cuadro de los 22 retenidos en Bilbao que ha aparecido y que han recuperado los descendientes del propietario expoliado: una María Magdalena.

-¿Cuál es el caso más llamativo de una obra de arte perdida durante o después del expolio?

Uno de los casos más llamativos es «Retrato de un hombre», de Rafael. Pertenecía a una familia polaca y, a día de hoy, sigue desaparecido. Es una obra que se encuentra reproducida en libros de historia anteriores a la guerra, pero no se sabe donde está. Puede que se destruyera durante un bombardeo, que esté en alguna colección privada… Es imposible determinarlo.

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