Discapacidades que desaparecen en combate
ABC.- Judocas, atletas o ciclistas dan alas a la inclusión con éxitos en torneos contra personas sin discapacidad
De algunos deportistas paralímpicos es difícil notar a simple vista su discapacidad. Como pasa con Óscar Higuera. Pero ahí está, pérdida de fuerza en ambas piernas por un accidente que lo dejó sin movilidad en el pie izquierdo y otro en 2016 que le destrozó el fémur derecho. La de Alfonso Cabello es más evidente: su mano izquierda es una prótesis. O la de Sergio Ibáñez, con un 78% menos de visión por un problema de nacimiento en el nervio óptico. Y sin embargo, todas estas dificultades desaparecen en el combate y en la pista, capaces y más que capaces todos ellos de superar a deportistas sin ninguna discapacidad.
No, no es posible la integración total, porque las diferencias existen y en ningún caso son subsanables. Pero sí es posible esta inclusión en la que trabajan varias federaciones como la de ciclismo, judo, atletismo o tenis de mesa. Ejemplos de que con las mismas oportunidades y la misma estructura, el esfuerzo da resultados increíbles. La velocista Adi Iglesias logró en octubre dos bronces en categoría absoluta sub 23. Sergio Ibáñez compitió el pasado fin de semana en el Campeonato de España de judo absoluto. Perdió en la ronda de cuartos, pero en la repesca atrapó una medalla de bronce. «Que Sergio gane combates de judo a personas sin discapacidad es un hito, algo histórico, una cosa de locos. Se lo decía: tienes 21 años y no sabes todavía lo que estás haciendo», explica Alfonso de Diego, director técnico de judo de la Federación Española de Deportes para Ciegos.
El judo pasa por ser uno de los deportes que menos adaptaciones requiere. Solo se necesita que los dos combatientes comiencen agarrados y, en caso de que se suelten, que el árbitro los vuelva a juntar. «Igualar no es posible. Lo que sí es posible, y es lo que intentamos, es que la integración sea completa: ir a concentraciones o competir sin ningún problema. Que se sientan como uno más, que se desarrollen en el mismo camino», dice De Diego.
Para otros deportes es algo más difícil, pero no imposible. «En ciclismo hay categorías que no se pueden integrar, como con las handbikes, pero otras sí. Depende del grado de discapacidad. Y las menores afectaciones se pueden incluir. La categoría C5, de Alfonso Cabello, por ejemplo, es más fácil: en pista, prueba del kilómetro o velocidad. Es una manera de que se vea que hay ciertos grados de discapacidad que no tienen por qué suponer una limitación para competir», indica Félix García Casas, seleccionador nacional de ciclismo adaptado. No solo para competir, sino para ganar a rivales de todas las capacidades: bronce en 2018, plata en 2019, otro bronce en 2020 en prueba del kilómetro y oro en velocidad por equipos, con ciclistas sin discapacidad. Óscar Higuera fue séptimo, Eduardo Santas, noveno. Más hitos.
«Cabello no desentonaría en un campeonato del mundo absoluto, como hay ya ciclistas C5 de otros países. Y, ojo, que la discapacidad de Cabello lastra: no es lo mismo tirar con una mano que con una prótesis. No tienes la misma fuerza y pierdes velocidad en la arrancada. O luego para cambiar la posición de la prótesis en el manillar. Ahí está el mérito de Cabello. Porque lo valoramos en unos Juegos Paralímpicos, y ya es impresionante, pero en pruebas absolutas el éxito es tremendo», prosigue Casas.
Son ciclistas a todos los efectos, sin más adjetivos, como ha fomentado la federación. Una categoría más. «Mismo programa de tecnificación, entrenamientos, estructuras convencionales o detalles como que el mismo maillot de Alejandro Valverde de campeón del mundo lo luce también Ricardo Ten. Es hacerlos sentir ciclistas profesionales. Los entrenadores no tienen por qué estar especializados en discapacidad, aunque la experiencia ayuda. Lo que sí tienen que entender es que te da las mismas satisfacciones», indica Begoña Luis, directora técnica del equipo Cofidis Promesas Paralímpicas.
Sobreprotección
«La política de la Federación es una inclusión coherente y segura. Y no es tanto cuestión de dinero como de conocimiento. Saber qué personas y qué discapacidades tienes y adaptarte», analiza Luis, que reconoce como principal problema para encontrar más deportistas de nivel la sobreprotección que a veces se inculca a los niños con discapacidad. «Pero en cuanto ves que tu hijo disfruta con la bicicleta, los reparos desaparecen. Y tiene muchas más posibilidades: tándem, triciclo, no solo para competir, sino para disfrutar o de integración social». También lo dice De Diego: «El entorno protege demasiado, y nosotros siempre intentamos sacarlos de su zona de confort; al menos una semana al mes fuera de casa. Ahí es cuando maduran». La asignatura pendiente para ambos: atraer a más mujeres.
«Competir con personas sin discapacidad no es que vayan a tener igualdad de condiciones, las diferencias siempre van a existir, pero estar en el mismo entorno y dejar de verlo como algo extraño es lo bonito y lo motivante, y lo educativo para todos», subraya García Casas.