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«Dreamers», los niños de la inmigración se hacen un hueco en Estados Unidos

El Diario.es.- El mexicano César Vargas y la colombiana Catalina Cruz entraron ilegalmente en Estados Unidos hace más de dos décadas, cuando todavía eran unos niños, y ahora han conseguido hacerse un hueco en la sociedad estadounidense y luchan por defender los derechos de los indocumentados.

En una jornada que se celebra el Día Mundial del Migrante, los «dreamers» recuerdan que son sólo una parte de los alrededor de once millones de indocumentados que viven en Estados Unidos, en el que Vargas y Cruz luchan ahora por regularizar la situación de quienes padecen lo que ellos mismos sufrieron.

Sin embargo se sienten afortunados, porque ellos sí lograron regularizar su situación en EE.UU., donde Vargas ejerce de abogado especializado en casos de inmigrantes y Catalina jurará el próximo enero el cargo de senadora del estado de Nueva York, convirtiéndose en la primera «dreamer» en entrar en el Senado neoyorquino.

«Ha sido mucha suerte», dice a Efe Cruz, para quien muchos inmigrantes en su misma situación «no tuvieron la oportunidad de cambiar su estatus, de estudiar, lo mismo que yo».

Vargas, que se convirtió en el primer abogado indocumentado en ejercer la profesión en Nueva York, en febrero de 2016, también ha dado el salto a la política como consejero legal del concejal neoyorquino de origen mexicano, Carlos Menchaca.

Como activista, Vargas participa, entre otras actividades, en concentraciones en favor de los inmigrantes, como la marcha que organizó el pasado 30 de noviembre en el distrito de Staten Island, en solidaridad con la conocida como caravana de migrantes, que intenta entrar en Estados Unidos desde México.

«Staten Island es uno de los condados más conservadores de Nueva York y vamos a luchar para mandar un mensaje a los políticos en solidaridad con los refugiados», aseguró Vargas a Efe frente a la sede del gobernador del condado, donde logró reunir a medio centenar de personas que entonaron lemas contra el racismo y en favor de los refugiados y los inmigrantes.

Para Vargas, Estados Unidos es «una nación donde personas de diferentes partes del mundo pueden llegar y formar parte de una identidad que cree en los derechos de todas las personas».

Vargas rememora cómo con cinco años, cuando vivía en Puebla (México), su madre lo fue a recoger un día al colegio con su hermano de tres y después fueron a por sus hermanas de seis y ocho años para salir hacia Estados Unidos.

«Recuerdo que fuimos a la catedral de Puebla, en el centro, y tomamos una foto ahí. Para mí, ahora, es una foto muy especial porque en esa foto estamos todos con nuestros uniformes y mamá solo con una bolsa de plástico, sin maletas, sin nada. Era todo eso lo que íbamos a llevar para venirnos a los Estados Unidos para perseguir nuestro sueño americano», confiesa.

Cruz, al igual que Vargas y decenas de miles de niños inmigrantes, guarda un recuerdo parecido, cuando con diez años de edad cruzó con su madre la línea fronteriza que separa México de EE.UU.

La joven política de 35 años, que conoció a Vargas hace una década cuando ambos trabajaban en una organización para ayudar los inmigrantes, se presenta como el «altavoz» de los indocumentados.

Para ella, ser senadora estatal significa «la oportunidad de servir como altavoz para resaltar las historias de personas que todavía viven lo que yo viví por tantos años».

El nacimiento de este movimiento se remonta al año 2001, cuando entre otros, el senador por Illinois Dick Durbin elaboró el proyecto Development, Relief and Education for Alien Minors (DREAM), cuyo objetivo era legalizar la situación de los niños inmigrantes indocumentados que habían llegado al país y que acabaron siendo conocidos como los «dreamers».

En ese momento, los inmigrantes que habían llegado siendo niños comenzaron a tomar conciencia de su situación y «a contarse sus historias», como explica Vargas, quien apunta que no fue hasta 2005 «cuando empezó a organizarse, cuando diferentes redes en estados como Nueva York, Texas, Florida, Arkansas, California o Ilinois se empezaron a unir por Facebook y las redes sociales».

«Los dreamers crecimos aquí, con el lenguaje, con la educación, con los valores de este país y, claro, con el interés y la historia de la lucha por los derechos civiles de la gente», cuenta el abogado.

Confiesa que muchos en su comunidad insistían en la importancia de no revelar que eran indocumentados en «no hacer ningún ruido», para evitar ser expulsados.

Pero ahora los «dreamers» como Vargas y Cruz, se muestran orgullosos tanto de los países donde nacieron como de Estados Unidos; no tienen miedo de reconocer sus orígenes y pelean por que otros inmigrantes puedan hacer realidad «su sueño americano».

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