El 14% de los problemas de convivencia en los centros se originan en redes sociales
La Voz de Galicia.- «Podemos prohibir el móvil en el recreo o enseñarles a no pelearse», dice una experta
En Galicia se calcula que hasta el 14 % de los conflictos que se generan durante la enseñanza secundaria están relacionados con las redes sociales. Apenas hay datos al respecto, y ninguno oficial, solo encuestas y sondeos; de hecho, pocos estudios envejecen tan mal como los relacionados con los jóvenes y el teléfono móvil. Pero aunque se haya pasado del SMS al WhatsApp y de este a Instagram o las otras redes sociales, cuando aparece el conflicto los temas son recurrentes: insultos, amenazas y extensión de rumores sobre un compañero de clase. Los casos más graves son envíos de material con escenas íntimas, acoso activo o, en mayor medida, campañas de vacío hacia la persona, que es una de las características del acoso
Los datos no extrañan a los expertos,porque gran parte de la vida de los adolescentes transcurre en las redes sociales, y se vinculan tanto con su día a día que ya no se puede diferenciar entre realidad virtual o física. «Las peleas en las redes sociales son las que antes había en el patio del colegio». Lo dice Nathalie Lamarque, quien, junto a Juan Manuel Salido, dirige una escuela de padres de Vilagarcía. Y José Raposeiras, del servicio de orientación de la Xunta y profesor de la Universidade de Vigo, señala en uno de sus estudios que el 40 % de los estudiantes recibieron en su terminal contenido inapropiado; claro que el trabajo de campo de Raposeiras se hizo en el curso 2012/13, después de la irrupción de WhatsApp pero antes de Instagram, Snapchat o Twitter. Lo que parece probable que no haya cambiado mucho en este tiempo es que el 97 % no denunciaron el hecho a la policía, a pesar de que sabían que estaba mal.
Con todo, tanto Lamarque como Raposeiras creen que el móvil debe usarse en clase de secundaria en un contexto de control por parte del profesor, ya que es una herramienta magnífica para los jóvenes. No solo se aprende con él, argumentan, sino que es obligación de los docentes enseñar a los alumnos a hacer un buen uso de esta tecnología. Pero, lógicamente, tenerlo cerca es una tentación. ¿Un buen sistema en clase? «Hay aulas en las que tienen una cesta. Allí cada alumno deja el móvil y lo recoge a la salida o cuando el profesor se lo permite», dice Nathalie Lamarque, quien recuerda que «un adulto mira el móvil unas 200 veces al día». En los cambios de clase se entiende que los móviles seguirán en la cesta.
Tanto Lamarque como Raposeiras abogan por permitir el uso del teléfono en el recreo, aunque con condiciones. El profesor universitario cree que «antes dos 14 anos o rapaz non pode levar o móbil ao colexio. Pero no bacharelato, por exemplo, xa é outra cousa». Y Lamarque cree que «tenemos dos caras: si prohibimos el uso del móvil no les enseñamos a consumirlo y, frente a eso, podemos enseñar a los chicos a no pelearse», porque, recalca, el conflicto es humano; la clave es gestionarlo bien.
Lamarque propone en su escuela medidas educativas que tienen mucho de sentido común: «¿Es lógico que un adolescente tenga un móvil de mil euros? ¿Que duerma con él? ¿Qué cosas hacemos con nuestros hijos además de llevarlos de un sitio a otro?». Apunta que las familias no pueden «usar el móvil como un juego de poder con sus hijos» y deben abrirse a los intereses de los jóvenes: «Cuando no se sienten juzgados, les encanta a los chicos hablarnos de sus cosas, como de sus youtubers favoritos».
La filosofía de la Consellería de Educación es proteléfono: «Os móbiles poden funcionar como unha ferramenta pedagóxica de primeira orde, máis no contexto actual, no que a consellería está a impulsar as competencias STEM entre o alumnado; pero deixa a criterio e elección dos centros a posibilidade de usalo nos períodos lectivos, no marco da autonomía que esta consellería lles quere confiar aos centros de ensino».
El uso educativo del móvil dentro del aula parece ser también la tendencia en los colegios concertados religiosos. En la comunidad, la organización Escolas Católicas, que agrupa a la práctica totalidad (120 colegios), apuesta claramente por el uso del móvil o la tableta en clase, tanto que el próximo día 20 se celebrará un encuentro sobre la integración de la tecnología en el aula y, además de que varios expertos cuenten su experiencia, se ofrecerán talleres con las principales marcas tecnológicas del mundo.
«Estas clases valen por diez. No es lo mismo recibir el mensaje en un aula que al aire libre haciendo fotografías», explica Ángel Núñez, profesor de Literatura del bachillerato internacional del IES do Castro, de Vigo, mientras sus alumnos recorren el jardín del centro fotografiando árboles con sus móviles. Literatura, árboles y fotografía. Suena raro hasta que el maestro explica la intención del ejercicio. Con la aplicación Google Keep, los estudiantes crean notas multimedia (texto y fotos) con los ejemplares del jardín del centro, entre los que se encuentra un centenario ombú catalogado como árbol singular de Galicia. Tras identificarlos e inmortalizarlos, Núñez lanza el ejercicio: realizar una búsqueda en Internet de obras literarias en las que estos árboles tengan un papel relevante. Y pone como ejemplo el sauce, siempre presente en las creaciones de Shakespeare.
Prácticas como esta son habituales en casi todas las materias de los últimos cursos de secundaria y bachillerato en el IES do Castro, en las que los alumnos aprovechan el potencial de sus smartphones para sacarles más jugo a las lecciones de sus profesores. Inglés, Física, Geología, Tecnología, Matemáticas o Imagen y Sonido son otras de las materias en las que el móvil también está presente.
Pero el uso de estos dispositivos está regulado. «Os alumnos non teñen o móbil enriba da mesa durante as clases», puntualiza el director del instituto, Luís Pérez. El smartphone solo puede emplearse cuando el profesor lo autoriza para realizar algún ejercicio. «Logo teñen que apagalo e gardalo. Só está permitido o uso do móbil con fins académicos e para usar aplicacións educativas», añade Pérez. En la normativa del centro, aprobada por la Consellería de Educación, se establece que «deben permanecer apagados e gardados en todo momento, salvo no recreo. Tampouco está permitido o seu uso nos cambios de clase. Poderase utilizar durante a clase só co permiso do profesor».
A pesar de la necesidad de imponer restricciones al uso de estos dispositivos para evitar distracciones, la directiva del centro está haciendo una apuesta decidida por el uso de la tecnología. Además de emplearla de forma regular en las aulas, también realizan trabajos en el exterior basados en el uso del móvil. Los participantes en el programa Erasmus, que intervienen en sesiones internacionales de debate, y los que acuden a las excursiones anuales incluidas en la guía docente de Geología, tienen sendas cuentas de Instagram en las que comparten vídeos y fotografías de sus actividades. Y una colección de retratos hechos con la cámara de sus móviles visten ahora las paredes del instituto tras exponerse en la Cidade da Cultura.
«Al principio lo pasé fatal, horrible, no sabía qué hacer con las manos». Una estudiante de primero de bachillerato del IES Miraflores (Oleiros) describe así los primeros días en que su instituto decidió, en consello escolar, prohibir el uso de móviles en el centro. Fue al inicio del curso pasado y hoy, tras haberse adaptado «bastante bien y en poco tiempo», según el director, Óscar Iglesias, los propios alumnos creen que fue una buena opción: «Ahora me doy cuenta de que estamos mejor así, porque socializamos más, estamos más unidos y hay menos peleas». ¿Y los jóvenes se concentran mejor? «No, eso no, nos concentramos igual», responde la estudiante con un gesto que no queda claro (¿igual de bien o igual de mal?).
Si la experiencia para los adolescentes ha sido en conjunto muy positiva -«estoy encantada, me dura más la batería», respondía otra de las entrevistadas-, para los profesores la mejora ha sido exponencial. «Se ha notado muchísimo el cambio», resume Concha Castro, jefa de estudios. El número de problemas en el recreo y durante el tiempo de comedor se ha reducido drásticamente, y los profesores se dan cuenta de que han conseguido que «los niños se comuniquen más entre ellos». Para compensar la pérdida de los móviles en el tiempo de descanso, el centro se ha apuntado al programa Recreos Activos de la Xunta, y ofrece ping-pong, ajedrez (este año) y deportes en la pista. «No se trata tanto de prohibir el uso del móvil -puntualiza el director, Óscar Iglesias- como de eliminar su mal uso». Y la respuesta ha sido muy buena: de 500 alumnos, en todo el curso solo ha habido 76 amonestaciones por el uso del teléfono.
Otra cosa es en clase, donde las tecnologías, e incluso los móviles, se utilizan con normalidad para fines educativos. «Tenemos profesores que los usan, y en ese caso informan a los padres y al centro del día que lo van a necesitar», explica Iglesias. Pero adiós a las grabaciones personales en los recreos, que siempre acababan produciendo problemas. «Agora non hai», reconoce un alumno de cuarto de ESO, y ante la pregunta de si no existen fuera del horario del centro, sentencia: «Non, cadaquén anda ao seu». Clases de refuerzo, actividades extraescolares, deberes y algo de videoconsola ocupan más que de sobra su escaso tiempo fuera del instituto.
Y como ventaja añadida a todo lo anterior, los profesores se han quitado una responsabilidad sobrevenida y de la que poco se habla: «Los móviles los guardaba en mi despacho -cuenta Concha Castro- y no está cerrado con llave. Son aparatos de 700 o 1.000 euros, y la verdad es que es un riesgo» que ahora no tienen que asumir.
Los alumnos con ordenador y libros electrónicos en casa suelen obtener mejores resultados
En las encuestas que se hacen en los colegios para determinar el nivel sociocultural de las familias tradicionalmente se preguntaba por el número y tipo de electrodomésticos y por el tamaño de la biblioteca familiar. La versión siglo XXI de este sondeo es fácilmente deducible: cuántos ordenadores hay en el hogar y si disponen de libro electrónico. Según los datos recogidos en el último informe PISA publicado (con datos de la primavera del 2015), a mayor posesión de libros electrónicos mejores resultados en la prueba de ciencias (que fue el examen más extenso de esa edición).
En PISA se pregunta a los alumnos si tienen e-books en casa y sobre todo si lo usan; y este segundo grupo obtiene en general mejores resultados. Sin embargo, en el caso de Galicia apenas hay diferencia entre quienes tienen libros electrónicos y no los usan y entre quienes sí lo hacen; otra cosa son los alumnos sin este dispositivo. Los estudiantes gallegos con libro electrónico en la vivienda (al margen de que lo empleen o no) sacaron en ciencias unas notas entre 510 y 530 puntos; los que no, entre 502 y 517. La media española en esta materia es de 493 y en Galicia, de 512 (a la altura de Corea del Sur).
En cuanto a la existencia de un ordenador en casa, en Galicia, al igual que en España, hay un 8 % de alumnos de 15 años que no tienen ordenador (la media de la UE es del 6 %) en la vivienda, aunque solo un 5 % carecen de Internet. La ausencia de un ordenador en el hogar es un dato interesante: los que no lo tienen sacaron entre 450-480 puntos en ciencias; los que sí, entre 510-520 puntos. La diferencia es mucho más llamativa que en el caso del libro electrónico, e incluso que en el caso de carecer de Internet.
Peor no tener PC que Internet
No poder acceder a la Red supone, en Galicia, situarse entre 465 y 500 puntos en ciencias, mientras que hacerlo amplía el rango a 508-520 puntos, aproximadamente. Esto se podría explicar, aunque en el informe PISA no se contempla, porque en Galicia hay muchas zonas donde la falta de Internet no está relacionada con un bajo nivel socioeconómico o cultural, al menos no más bajo que el del entorno, sino que se vincula a problemas de recepción.
Vincular ordenador en el hogar con mejores resultados está detrás del cambio de estrategia de la Consellería de Educación al saltar de Abalar a E-Dixgal. Entre otras cosas, el ultraportátil del segundo programa, una evolución del primero, se puede (y debe, de hecho) llevar a casa. Si el alumno no tiene Internet, puede bajarse antes los trabajos para seguir operando sin línea externa.
200 colegios en las olimpiadas de ciberseguridad
Unos doscientos colegios de toda España se apuntaron a las olimpiadas de ciberseguridad que organiza el Incibe (Instituto Nacional de Ciberseguridad) y que comenzaron esta semana. Su objetivo es, por una parte, mostrar a los jóvenes las debilidades de Internet y cómo protegerse; y por otra, potenciar las vocaciones de seguridad informática en un campo con un enorme futuro.
Ángela García, una de las organizadoras de la prueba final (que se celebrará en Málaga en noviembre) explica que las pruebas son «de cifrado, y hay análisis forenses de sistemas y penetración web. Pueden parecer difíciles, pero están adaptadas a la edad de los participantes».