El 77% de los maltratadores vejan o agreden también a sus hijos

El Diario Montañés.- Las chicas que han vivido ataques contra sus madres tienen el triple de riesgo de sufrir abusos y violencia machista en la adolescencia

Los adolescentes que ven con frecuencia como su madre sufre violencia a manos de su padre o de su pareja son a su vez casi siempre víctimas directas de esta misma violencia de género y corren un riesgo muy superior al del resto de jóvenes de volver a sufrir vejaciones y agresiones en sus propias relaciones sentimentales, en el caso de las chicas, y de ejercer esta violencia machista con su pareja, en el caso de los chicos.

Así lo demuestra el estudio ‘Menores y Violencia de Género’, que ha contado con los testimonios de 10.465 estudiantes de entre 14 y 18 años de 304 institutos de todas las comunidades autónomas. El trabajo, presentado hoy por la delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, Victoria Rosell, ha sido dirigido por María José Díaz-Aguado, de la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid.

El primer dato que aporta el estudio es que la violencia de género y su conocimiento y vivencia por los hijos es mucho más frecuente de lo que se puede pensar en España. Casi uno de cada cuatro chicos, el 24,7%, asegura haber visto cómo su madre ha sido sometida a vejaciones o agresiones por su pareja (su padre en el 70% de los casos). En el caso del 19,3%, uno de cada cinco, estas situaciones se han repetido con cierta o mucha frecuencia. Las chicas muestran con claridad una mayor sensibilidad para reconocer la existencia de estos casos de violencia del progenitor, pues los relatan entre el doble y el triple de veces que los alumnos.

Uno de cada cuatro adolescentes españoles ha presenciado actos de violencia de género contra su madre

El segundo elemento relevante es que estos jóvenes no solo padecen al ver la violencia machista que sufre su madre sino que, en la gran mayoría de los casos, ellos mismos se convierten en víctimas directas del agresor. El 77% de los maltratadores repiten las vejaciones y agresiones a su pareja en sus hijos y, además, lo hacen en una proporción y con una frecuencia similar. Como en el caso de las madres, la más habitual es la violencia psicológica, el control abusivo, el aislamiento familiar y social, el ambiente de miedo o el pisotear la autoestima, pero también relatan haber sufrido agresiones físicas de sus progenitores hasta el 8,6% de los adolescentes.

La tercera gran conclusión del estudio es que «haber vivido la violencia de género contra la madre incrementa el riesgo de vivir otras formas de violencia contra la mujer», de que los abusos y el maltrato se reproduzcan en la siguiente generación. Aporta dos datos terribles. El primero, que las alumnas que han vivido casos graves y reiterados de violencia de género contra su madre tienen el triple de riesgo que sufrir abusos sexuales durante la infancia y la adolescencia que las que gozan de una convivencia familiar normal. Y el segundo, que los hijos atrapados en situaciones familiares de grave maltrato a sus madres sufren el triple esta misma violencia en sus propias relaciones de pareja desde la adolescencia, en el caso de las chicas, o la ejercen también el triple con sus parejas, en el caso de los chicos.

«De la violencia se sale»

No obstante, el análisis destaca con optimismo que esta reproducción de la violencia machista de una generación a otra no es «ni automática ni inevitable», como lo demuestra que el 65% de los adolescentes que han vivido una grave violencia de género en sus casas luego no la replican en sus relaciones sentimentales. «De la violencia se sale; incluso lo consiguen la inmensa la inmensa mayoría de los jóvenes que han estado más expuestos en sus hogares», asegura Díaz-Aguado. La clave, dicen los expertos, está en ayudar a estos menores a revertir y curar los daños físicos y psicológicos causados por la exposición frecuente a esta violencia con una actuación integral.

Indican que es necesario actuar para prevenir o paliar una serie de problemas que padecen con mayor frecuencia, derivados de su exposición a la violencia, como agotamiento, tristeza, miedo, estrés, baja autoestima, consumo más habitual de alcohol y drogas, y absentismo escolar y repeticiones. Pero también hay que actuar para modificar «su entorno de dominio y sumisión» por otro «basado en la igualdad y el respeto». En este trabajo es fundamental alejar a los adolescentes del maltratador, cuyo contacto aumenta el riesgo de que reproduzcan la violencia de género en sus propias relaciones, e incrementar el papel de la escuela como instrumento para la formación en igualdad y de prevención contra la violencia machista.

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