El asesinato de un alcalde pro inmigración por un presunto neonazi sacude Alemania
El Mundo. El asesinato de Walter Lübcke es «una señal de alarma» para toda Ademania, ha declarado hoy el ministro de Interior
La Fiscalía federal alemana investiga como «acto ultraderechista» el asesinato del político conservador Walter Lübcke, un defensor de la acogida de refugiados al que presuntamente mató de un disparo en la cabeza un neonazi de 45 años.
«En el estado actual de las investigaciones, partimos de la base que nos enfrentamos con un vínculo con la extrema derecha» para explicar la motivación del asesinato de Lübcke, que conmovió al país, indicó la fiscalía en un comunicado.
El asesinato de Lübcke es «una señal de alarma» para toda Ademania, ha declarado hoy el ministro de Interior, Hors Seehofer. «El extremismo de derecha es un peligro crecienteque debe ser tomado en serio por nuestra sociedad», ha añadido.
Dos semanas después de ser encontrado Lübcke en la terraza de su chalet familiar de Wolfhagen-Istha, junto a Kassel (oeste del país), de madrugada y tras recibir el tiro que le causó la muerte, la Fiscalía informó el lunes de la detención de Stephan E., el presunto agresor. Existe la «firme sospecha» de que el detenido mató al político y se parte de la base de que se trató de un «acto ultraderechista», indicó el portavoz de la Fiscalía, Markus Schmitt.
La muerte del político -de 65 años y de la Unión Cristianodemócrata (CDU) de la canciller alemana, Angela Merkel– ocurrió el 2 de junio.
En los medios se apuntó desde el principio a un crimen ultraderechista, ya que Lübcke había sufrido el acoso continuado del radicalismo y, tras su fallecimiento, aparecieron mensajes en los canales neonazis insultándole por su trayectoria o celebrando su muerte.
El portavoz de la Fiscalía no dio más detalles sobre el sospechoso, por tratarse de una investigación en curso, pero desde los semanarios Der Spiegel y Die Zeit se empezaron a difundir ya el domingo datos inequívocos sobre el sospechoso.
Estaba en contacto con el grupo neonazi «Combat 18», vinculado a la organización «Blood & Honour» y fichado por la Policía de Hessen (el «Land», estado federado, al que pertenece Kassel) desde que en 1993 lanzó un explosivo contra un albergue de asilados, sin causar víctimas.
Se le consideraba «extremista violento», afín a la escena neonazi. En 2009 participó en una marcha de unos 400 ultraderechistas contra una concentración sindical, aunque, según la Fiscalía, no hay certeza de que tuviera cómplices o estuviera organizado.
Hace unos meses había colgado un mensaje en las redes sociales, bajo el alias «Game Over», con la frase «Si este gobierno no renuncia de inmediato habrá muertos», informa el diario «Süddeutsche Zeitung».
Desde el Ejecutivo de Merkel se pidió este lunes prudencia y no extraer conclusiones precipitadas: «La canciller confía en un rápido esclarecimiento del crimen», indicó su portavoz, Steffen Seibert.
«Es importante que la Fiscalía haya asumido la investigación, que se analice todo el trasfondo y se aclare lo ocurrido lo antes posible», indicó la propia Merkel, en una comparecencia posterior.
Los opositores Verdes y La Izquierda instaron a convocar de inmediato una reunión de la Comisión de Interior del Parlamento federal (Bundestag) ante las sospechas de una trama ultraderechista.
Independientemente de cuál sea el desenlace de la investigación, el caso de Lübcke ha puesto de nuevo de relieve la indefensión de los políticos locales comprometidos con la acogida de refugiados frente al acoso de la ultraderecha.
Lübcke, exdiputado en la cámara de Hesse y jefe del Gobierno de distrito de Kassel, se situó en el objetivo de la ultraderecha por defender la decisión de Merkel de mantener abiertas las fronteras del país en 2015, momento álgido de la crisis migratoria.
La medida desató entonces las críticas del ala más derechista del bloque conservador de la canciller, especialmente de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), estado por el que entró la mayoría del casi millón de refugiados llegados a Alemania ese año.
Otros políticos locales sufrieron ya anteriormente la ira xenófoba, como Andreas Hollstein, alcalde de Altena (oeste del país), quien fue atacado con un cuchillo por un vecino, descontento con la llegada a esa ciudad de provincias de cientos de asilados.
Su ataque seguía al sufrido en octubre de 2015 por la alcaldesa de Colonia, la independiente Henriette Reker, quien permaneció varios días en coma inducido tras ser atacada a cuchilladas por un ultraderechista la víspera de los comicios municipales.
También el alcalde de Tröglitz, Markus Nierth, una pequeña población del este del país, dimitió tras varias marchas neonazis ante su casa contra la construcción de un albergue de asilados, que acabó ardiendo antes de su apertura.
La persecución de Lübcke empezó en 2015, cuando en un acto público apeló a los principios cristianos en defensa de los refugiados y, entre fuertes abucheos, desafió a quien no estuviera de acuerdo a «irse de Alemania».
A esa intervención siguieron amenazas desde las redes sociales, mientras que un blog vinculado a la ultraderecha difundió su domicilio privado, teléfonos y correo electrónico