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El coronavirus llega al campo de refugiados más grande del mundo

El PAÍS.- Saidul Hoque, que nació en el campo de refugiados de Cox’s Bazar, en Bangladesh, ya lo avisó en una entrevista con un equipo Acnur a mediados de abril: «Si el Covid-19 llega al campamento, sería devastador. Aquí siete personas compartimos una casa de dos metros. Nos piden que mantengamos la distancia social, pero ¿cómo podemos hacerlo?».

La noticia llegó anoche, acariciando la madrugada: dos personas han dado positivo por coronavirus en el campo de refugiados más grande del mundo. Se trata de un refugiado rohingya y un miembro de la comunidad local. Son los primeros casos confirmados entre las 860.000 personas que acampan en Cox’s Bazar. Además, uno de lo positivos se ha reportado dentro del campamento de Kutupalong, el más hacinado (viven entre 40.000 y 70.000 personas) de los 34 que hay en este puerto pesquero en la costa oeste de Bangladesh.

«Ahora que el virus ha entrado en el asentamiento, estamos viendo la posibilidad muy real de que miles de personas puedan morir por Covid-19«, ha dicho el doctor Shamim Jahan, director de salud de Save the Children en el país asiático. Otro drama que se puede avecinar para la minoría musulmana de los rohingya que huyó de la limpieza étnica de Myanmar el fatídico agosto de 2017.

Los padres de Saidul Hoque huyeron de la persecución militar bastante antes, en 1992, junto a otros 14.000 rohingyas. Se asentaron Kutupalong y su hijo fue la primera generación de refugiados nacidos en el campamento. Cuando el 14 de marzo Kutupalong se cerró en un intento por detener la propagación del virus, Saidul empezó a grabar vídeos para que sus compañeros pudieran entender la importancia de esta pandemia y que aprendieran a protegerse. Pero el internet en el campamento está capado desde el año pasado. Lo que significa que las personas no pueden acceder a información crucial de salud pública. Por ello, Saidul tuvo que llevar sus vídeos de concienciación puerta por puerta.

«Antes del coronavirus, las calles de campamento estaban llenas y nuestras mezquitas estaban repletas de personas. Desde que se declaró el aislamiento, todo ha cambiado. Las personas tienen miedo, solo salen de casa si necesitan algo urgente», relataba Saidul en su entrevista con Acnur. «Para prevenir el coronavirus, todos necesitamos lavarnos las manos con frecuencia, pero no tenemos suficientes baños. Ni siquiera tenemos suficiente agua para satisfacer nuestras necesidades básicas. Dependemos totalmente de las ONG y del Gobierno de Bangladesh porque no podemos protegernos de este virus», proseguía.

FÁBRICAS DE MASCARILLAS

Durante el último mes y medio, los organismos internacionales y los propios refugiados han estado trabajando sin parar para fabricar mascarillas de tela, jabones para que la gente se pueda lavar las manos y mejorar el acceso al agua potable. Aunque han podido contar con mucha menos ayuda porque las autoridades de Bangladesh obligaron a las ONG a reducir un 80% su presencia en el campamento. Tras la noticia de los dos casos positivos, desde Acnur han informado que unos 1.900 refugiados han sido aislados para pasar los test de coronavirus.

A los problemas de hacinamiento en los campamentos como el de Kutupalong, se suman las infraestructuras precarias de salud que pueden contribuir a que el virus se propague de manera mucho más rápida. Y las distancias de seguridad son imposibles de cumplir. Empezando porque, como relatan desde Médicos sin Fronteras, los roghingyas tienen que hacer largas colas durante horas para lograr algo de agua y comida a diario.

Los expertos en salud extienden su preocupación a que en Bangladesh, los casos de coronavirus siguen aumentando. Ya se han reportado 18.863 contagios y 283 muertos. «Se estima que en todo el país sólo hay 2.000 ventiladores que atienden a una población de 160 millones de personas. Y en los los campos de refugiados rohingya, por ejemplo, no hay camas de cuidados intensivos en este momento«, explica el doctor Shamim Jahan de Save The Children.

Mientras, desde Myanmar siguen saliendo embarcaciones con rohingyas que pretenden llegar a alguno de los campamentos de refugiados de Bangladesh o de Malasia. Aunque en este último país, donde viven en torno a 100.000, la xenofobia contra ello no deja de crecer desde el comienzo de la pandemia. En abril supimos que 60 de estos refugiados habían muerto en un bote que llevaba dos meses en el mar esperando atracar en Malasia. El cierre de fronteras de los países asiáticos por la pandemia ha significado que muchos barcos con refugiados se queden atrapados en aguas del Índico.

También en abril, alrededor de 400 fueron rescatados de otro barco varado en el mar después de escapar dos meses antes de los campos de Cox’s Bazar. Muchos de ellos fueron llevados hasta la isla de Bhashan Char, en la Bahía de Bengala, donde el Gobierno de Bangladesh construyó el año pasado instalaciones para alojar a 100.000 personas con el propósito de aliviar los hacinamientos en sus campamentos de refugiados.

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