El día en que Ana Frank dejó de escribir
La Vanguardia.- Contaba solo 15 años cuando las huestes nazis, obcecadas en la exterminación de la raza judía, la separaron de su familia y la condujeron a un campo de concentración donde murió víctima del tifus. Empero, Ana derrotó a sus captores en la posteridad gracias a la fuerza de la palabra
Kitty recibe la última carta de Ana Frank el 1 de agosto de 1944. La amiga imaginaria de Ana, a la que dirigía las más sentidas misivas de su diario, nunca llegaría a saber que la autora de las epístolas iniciaba ese día un trayecto por los campos de concentración en los que el inhumano régimen nazi pretendía exterminar a todo un pueblo. Los hombres de Hitler no se detuvieron ni siquiera ante esta niña de 15 años escondida con su familia en un pequeño habitáculo en Amsterdam. Ana no pudo escribir a Kitty desde Auschwitz, donde tras ser separada del resto de su familia estuvo internada junto a su hermana un mes, ni desde Bergen-Belsen, otro campo de concentración, donde encontraría la muerte en el invierno de 1945 a causa de una epidemia de fiebre tifoidea. Pero Ana iba a derrotar a sus captores en la posteridad gracias a la fuerza de la palabra.
El 12 de junio de 1929 nace Annelies Marie Frank, conocida como Ana Frank, en Francfort (Alemania). en el seno de una familia de judíos alemanes, cuyo padre, Otto, había participado como teniente del ejército alemán en la Primera Guerra Mundial.
Los Frank eran felices pero su país cambiaba: la crisis económica propicia que el NSDAP de Hitler vaya ganando terreno y con él el antisemitismo. En 1933, Hitler asume el mando del gobierno.
Padres de dos niñas, Margot y Ana, de siete y cuatro años los Frank se hallan contra las cuerdas. Decididos a sobrevivir, se trasladan a Ámsterdam, donde fundan una empresa. La familia se encuentra allí perfectamente ubicada. Edith, la madre, se ocupa del hogar, mientras sus dos hijas van al colegio.
Así Ana vive una infancia feliz, es vivaracha e inquieta, dotada de un inusitado talento para la escritura. El día de su 13º cumpleaños recibe un regalo que la colma de felicidad: un cuaderno que, sin saberlo, le ‘salvará’ la vida.
El 10 de mayo de 1940, Alemania invade Holanda.
La familia Frank está de nuevo en peligro: el régimen nazi les impone cada vez más restricciones, tanto en su empresa como en su vida privada. La espoleta que da un vuelco a su existencia es una citación para Margot, en la que se le ordena viajar como deportada a un campo de trabajo en Alemania. Es entonces cuando la familia, considerando que la situación es extrema, toma una determinación y decide esconderse.
El 9 de julio de 1942 los Frank se mudan a su nuevo hogar, la Achterhuis o ‘Anexo de atrás’, (como lo describiría Ana), situado en un antiguo edificio del Prinsengracht, que acoge instalaciones de la empresa de su propiedad. El local está ubicado en un canal en el lado occidental de Ámsterdam. Empleados de su confianza les protegerán y se ocuparán de facilitarles los víveres que les permitirán subsistir durante el tiempo que se prolongue la forzosa reclusión.
El escondrijo acogía a ocho judíos: sus padres, su hermana, un dentista (‘Albert Dussel’ en su diario) y a un matrimonio, Hermann y Auguste Van Pels, y a su hijo Peter. Solo una estantería les separaba del exterior.
La reclusión se extendió desde el 9 de julio de 1942 hasta el 4 de agosto de 1944.
Casi dos años en los que ocho seres humanos se vieron obligados a convivir en un reducido espacio, sumidos en la desesperación y el terror a ser descubiertos por los ejecutores de la Gestapo, intentando huir del genocidio al que les condenaba su pertenencia a la raza judía.
La pequeña Ana, empero, tiene un secreto, cuenta con una tabla de salvación: su diario, al que bautiza como ‘Kitty’. Él le salvará de la rutina y el pavor cotidiano. En sus páginas, desde el día en que lo recibió, la niña judía condenada a muerte por su raza e ideología r edactó una crónica vital sin saberlo. En su inicio, reseña la opresión a la que son sometidos sus padres y demás seres queridos desde el inicio de la ocupación nazi. Después, inocente, vuelca sus más íntimos temores, deseos y sentimientos. Ufana, lo reescribe con un objetivo claro: la seguridad de que, finalizada la guerra, será publicado en forma de novela, como testimonio de todo lo que se ha visto obligada a vivir.
El 1 de agosto hace su última anotación porque, tres días después, el 4 de agosto de 1944, el escondite sale a la luz. Alguien los ha delatado. Sus ocho ocupantes son deportados a Auschwitz, previo paso por el campo de tránsito de Westerbork. Ana y su hermana, tras permanecer un mes en Auschwitz, son enviadas al campo de concentración de Bergen-Belsen , donde fallecen víctimas del tifus en marzo de 1945, poco antes de la liberación. Ana tiene sólo 15 años.
El patriarca de los Franz, Otto, es el único superviviente de la familia. A su regreso a Ámsterdam, finalizada la contienda, es informado del fallecimiento de todos los demás. Es entonces cuando sus antiguos empleados, que le habían protegido durante dos años, le entregan el cuaderno de Ana.
Decidido a cumplir el último deseo de su hija, lo da a la imprenta. Publicado en Holanda en 1947 por vez primera con el título de La casa de atrás, el libro inicia una carrera singular como superventas durante décadas, convirtiéndose en inspiración para ver la esperanza ante la adversidad, por más dura que esta sea.
Setenta años después de su muerte, esas páginas, traducidas a más de sesenta idiomas, constituyen un símbolo de todos los niños que perdieron sus vidas en el holocausto nazi.
En su memoria recuperamos una cita de su diario que da fe de su madurez y visión de futuro:
«¡Las mujeres deben ser respetadas! En términos generales, los hombres son tenidos en gran estima en todas partes del mundo, así que ¿por qué no pueden las mujeres tener su parte? A los soldados y a los héroes de la guerra se les honra y conmemora, a los exploradores se les otorga fama inmortal, los mártires son venerados, pero ¿cuántas personas ven a las mujeres también como soldados?».