El fatídico día que Oscar Wilde fue condenado a dos años de prisión y trabajo forzado por homosexualidad
ABC.- En muchas partes del mundo, las libertades sexuales de los ciudadanos no están protegidas. Recordamos con detalle el famoso juicio por el que el escritor irlandés, en la cima de su carrera, perdió sus propiedades y su familia tuvo que trasladarse y cambiar de nombre tras un veredicto que le deshizo como persona
Ayer 25 de mayo, pero en este caso de 1895, o sea hace 125 años, Oscar Wilde fue declarado culpable por los cargos de conducta indecente y sodomía, con una condena de dos años en prisión y trabajos forzados. El escritor irlandés tenía entonces 41 años y era uno de los más notables y populares personajes artísticos de su tiempo. El juicio le obligó a vender sus propiedades, y su familia tuvo que cambiar de apellido y trasladarse.
Wilde encarnaba el éxito literario y en el West End londinense se ovacionaba todas las noches la brillantez de «La importancia de llamarse Ernesto». Casado y padre de dos hijos, era el paradigma del ingenio. Políglota, afable, famoso, un conversador fabuloso. Y también un esteta amante del amor griego, en una época en que la homosexualidad estaba penada por las leyes victorianas…
El juicio tuvo lugar en 1895 en los juzgados centrales de Londres, comunmente conocidos como Old Bailey, y fue todo un drama que finalmente conduciría a la caída en desgracia del gran escritor. Mervin Holland, el nieto de Wilde dijo en una ocasión al respecto: «Si pudiera hacerle a mi abuelo una sola pregunta, ésta tendría que ser: ¿por qué te metiste en esto?».
Wilde había iniciado en 1891 una apasionada relación con «Bosie», uno de esos petimetres de la nobleza británica que había acudido a Oxford un poco por estudiar y un mucho por participar en alguno de los ritos de paso de esa clase social, en este caso, devaneos con la homosexualidad. El padre del joven, el marqués de Queensberry, se dedicó a insultar a Wilde allí donde podía, y éste, en un arrebato algo absurdo, decidió demandarle por libelo.
El escritor era consciente de que habría de justificar ante la corte su relación con «Bosie», así como su comportamiento público y el contenido de algunas de sus obras. Pero con lo que no contaba era con la evidencia que los abogados del marqués habían recogido en medios homosexuales de la capital británica. En realidad, Wilde conoció parte de estos testimonios unos días antes del juicio y podía haber retirado entonces la querella, tal y como le aconsejaron sus amigos y su familia. Pero no lo hizo y ésa fue su ruina.
El primer día el juicio pareció ir bien para Wilde, pero durante el segundo se comprobó que el asunto no tomaba muy buen cariz. Wilde, interrogado por el abogado de Queensberry, Edward Carson, cayó en numerosas trampas tendidas por éste. El tercer día, Carson presentó una larga ristra de testigos dispuestos a contar con pelos y señales las actividades sexuales de Wilde, ante lo que su abogado, Edward Clarke, le aconsejó retirar la demanda, y el jurado sentenció la inocencia del marqués.
Hace cuatro años, en cárcel de Reading, donde estuvo preso el autor de «El retrato de Dorian Gray». se organizó una exposición en su recuerdo a modo de (muy tardío) desagravio. Pocos literatos han tenido un final tan triste. «Si todavía hoy las cárceles británicas resultan durísimas, tal y como revelaron con gran escándalo recientes documentales televisivos, a finales del XIX eran inhumanas», escribió Luis Ventoso entonces, corresponsal en Londres en esas fechas.
Cuando ingresó en la cárcel, Wilde estaba en la cima dijo James Lingwood, codirector de la muestra de murales en esta prisión. «Sus obras triunfaban en el West End, tenía una vida social palpitante. Tres meses después, está en la cárcel bajo un régimen de castigo brutal. Fue insoportable».