El machismo en el deporte, también cuestión de educación
Fuente: Marca
Fecha: 23/05/2018
De niña jugué poco al fútbol. Me gustaba, pero solía encontrarme con pocos compañeros o amigos que quisieran dejarme un hueco en el campo. Mi edad de entonces no me permitía alzar demasiado la voz y mi deriva deportiva fue hacia otras disciplinas con más niñas entre sus practicantes. Han pasado décadas de aquello y hemos evolucionado, está claro, pero sigue quedando mucho.
Y todo es cuestión de educación; la que falta en una sociedad en la que el fútbol femenino, por ejemplo, está considerado por muchos como ‘otro deporte’. Contra esa idea se levantaron algunas de las jugadoras de LaLiga Iberdola, que en un vídeo dejaron claro su mensaje: «Estamos hartas de escuchar que ni es fútbol ni es femenino. No permitas que nadie te diga que no puedes hacerlo».
Porque ahora la diferencia es que no nos callamos. Salimos a correr aunque nos silben desde un coche y hacemos deporte, cualquiera, aunque nos sugieran que no es para nosotras o lleguen a mirarnos mal. La calidad y la idoneidad de la mujer para el deporte se demuestra con hechos, de los más recientes a los más globales: los dos golazos de Eva Navarro ante Alemania que han permitido a España proclamarse campeona de Europa sub’17 esta misma semana o el hecho de que el grueso de las medallas olímpicas del equipo español en los dos últimos Juegos, Londres 2012 y Río 2016, hayan sido femeninas.
Y todo es cuestión de educación, también de políticas deportivas, ayudas e iniciativas, todas son bienvenidas, pero, sobre todo, de educación. Porque los continuos casos de abusos sexuales que se están denunciando en los últimos meses, con el del estadounidense Larry Nassar como la punta del iceberg de unas prácticas comunes en algunos ámbitos, no son sino la manifestación más extrema de un machismo que durante años ha corroído equipos e instituciones, también por la inanición de los que miraron hacia otro lado sin levantar la voz.
Decía recientemente Sagrario Aguado, saltadora de altura de finales de los 60, que «en mi época ver una mujer con chándal era como ver al demonio». Eso ya no es así, por suerte, porque las marcas deportivas, que hace unos años apenas diseñaban ropa femenina, ahora han encontrado un negocio en este ámbito.
La Carrera de la Mujer es otro ejemplo: 35.000 mujeres salieron en Madrid a primeros de mayo para hacer deporte. Hay quien se pregunta por qué esta carrera tiene tanto éxito, por qué esta cita es señalada por muchas mujeres en el calendario como su única referencia deportiva del año. La respuesta es sencilla: se sienten cómodas. Nadie las mira mal por salir a hacer deporte y sudar sin maquillaje.
Porque todo es cuestión de educación: en la familia, en los colegios, en los medios. El deporte no es un coto de hombres, aunque lo siga siendo aún en numerosas federaciones y organismos internacionales. A nivel popular, la práctica deportiva es salud y aprendizaje de valores y eso es para todos. En la élite, el deporte es competitividad, superación, lucha por ser los mejores, por batir récords, por explorar los límites del cuerpo humano. También eso es igual para todos.
Hombres y mujeres somos distintos en algunas características físicas, así es por naturaleza, pero iguales en todo lo demás. Por lo que acabar con el machismo que fomenta esa desigualdad está en nosotros. Por mi parte, sigo haciendo deporte, el que puedo. Y juego más ahora al fútbol que cuando era niña, en el parque, con mi hijo y mi hija. Lo dicho, cuestión de educación.