«El odio que nutrió a ETA sigue vivo en una parte de la sociedad vasca»
La hija de Fernando Buesa se ha convertido en una voz autorizada y representativa de las víctimas del terrorismo de ETA. El Confidencial le ha pedido en esta entrevista su punto de vista sobre lo que está ocurriendo en el País Vasco
Marta Buesa Rodríguez, la mayor de tres hermanos, tenía 29 años cuando la banda terrorista ETA asesinó en Vitoria-Gasteiz a su padre, Fernando Buesa Blanco, y a su escolta, el ‘ertzaina’ Jorge Díez Elorza. El atentado se produjo el 22 de febrero de 2000 cuando el político socialista, portavoz de su grupo en el Parlamento vasco, se desplazaba a pie desde su casa a la Cámara legislativa. Una potente bomba instalada en un coche explotó a su paso e hirió mortalmente a ambos. Su trayectoria política —tenía 54 años cuando fue asesinado— era muy relevante: fue diputado general de Álava (1987-1991) y consejero de Educación en el Gobierno de coalición bajo la presidencia de José Antonio Ardanza y vicelendakari para Asuntos Sociales (1991-1994). Fernando Buesa representaba en el Partido Socialista de Euskadi una referencia que trascendía su propia organización. Fue un político de consenso y de amplio registro ideológico.
Su hija Marta, abogada desde 1995, especialista en Derecho Colaborativo, forma parte del patronato de la fundación que lleva el nombre de su padre, constituida en noviembre de 2000, y, continuando el talante sosegado, analítico, sereno y firme de Fernando Buesa, se ha convertido en una voz autorizada y representativa de las víctimas del terrorismo de ETA. El Confidencial le ha pedido en esta entrevista su punto de vista sobre lo que está ocurriendo en el País Vasco: la reiteración de los recibimientos populares a etarras excarcelados, enaltecidos por los legatarios de la banda terrorista —Sortu, núcleo de Bildu, bajo el liderazgo de Arnaldo Otegi— que humillan a la víctimas de sus crímenes. Los actos de apoyo a ETA se han multiplicado en los últimos meses y se han producido hasta nueve recibimientos populares y festivos —enaltecedores— a etarras excarcelados responsables de asesinatos. El día 18 de septiembre —si nadie lo evita—, el etarra Henri Parot, condenado por 39 asesinatos, será recibido y homenajeado en Mondragón. Marta Buesa es terminante: “La actitud y el discurso de Bildu no han variado. Acogen a los presos de ETA en la tribu de manera ostentosa”.
PREGUNTA. Han pasado muchos años desde el final de los asesinatos de ETA, pero ¿qué ha quedado como rescoldo de la banda terrorista en la sociedad vasca?
RESPUESTA. Han pasado 10 años largos desde que ETA asesinó a Jean-Serge Nèrin. El discurso del odio que nutrió a la organización terrorista está aún vivo y presente en una parte de la sociedad vasca. Se recibe a los presos de ETA que salen de la cárcel y regresan en Euskadi con homenajes públicos en la calle; las placas colocadas en recuerdo de las víctimas son saboteadas, se pintan, se rompen y se dañan una y otra vez; en muchísimos lugares se mantienen las pintadas que recuerdan a ETA o se hacen pintadas nuevas… Todo ello es una muestra de una violencia pasiva que, después de décadas de terror, tiene unas raíces profundas y es la gasolina del fuego de la violencia física. Y ya hemos tenido algunos casos: en diciembre de 2018, un estudiante de la Facultad de Letras del campus de la UPV de Álava, perteneciente a una asociación estudiantil en defensa de España, fue atacado de forma brutal por un grupo de encapuchados; en mayo de 2021, Iñaki García Calvo, del PP, fue agredido en el casco viejo de Vitoria por varios jóvenes radicales.
P. ¿Cree que la sociedad vasca requiere para su propio bienestar moral una especie de catarsis que reconozca colectivamente que no se enfrentó enteramente al fenómeno terrorista?
R. El terrorismo de ETA ha dejado una sociedad vasca traumatizada. El gran sufrimiento de las víctimas ha permanecido soportado en la intimidad y totalmente desconocido para gran parte de la sociedad. El terror de ETA impuso un silencio que, en algunas ocasiones, fue deliberadamente elegido, en otras indiferente, en otras cómplice… Durante décadas, se ha callado porque no había libertad para expresarse y aún ese miedo persiste. La sociedad vasca se mostró durante mucho tiempo indiferente e impasible ante la violencia, muchas veces lejana y hostil con las víctimas, en ocasiones cruel y deshumanizada.
La perversión de valores fue tal que es necesario, como paso previo para la construcción de la convivencia, el establecimiento de unos principios éticos básicos. Ese bienestar moral tiene que partir de tener unos límites éticos firmes que deslegitimen de forma clara, rotunda y sin ambigüedades el recurso a la violencia y, en particular, el terrorismo de ETA.
Para ello, es esencial, más allá de un reconocimiento colectivo como sociedad, la autocrítica por parte de quienes tomaron la decisión de recurrir a la violencia, de quienes asesinaron, amenazaron, secuestraron y extorsionaron, y de quienes apoyaron todas estas acciones. Es imprescindible su reconocimiento público de que aquella decisión fue un error terrible, que ha causado un daño irreparable a las víctimas y a toda la sociedad vasca. Y que nunca debería haber sucedido.
P. Vuelven los ‘ongi etorris’ a los presos excarcelados de ETA. ¿Cree que son formas legítimas de la libertad de expresión o enaltecen objetivamente a esas personas condenadas por delitos de sangre gravísimos?
R. En primer lugar, me gustaría que no se les llamase ‘ongi etorris‘. No son una bienvenida, son homenajes que se realizan en el espacio público, a los que acuden decenas de niños y jóvenes. Suponen una demostración pública de legitimación social de un criminal, una persona que ha salido después de cumplir una condena de cárcel por matar, ayudar a matar, secuestrar, extorsionar… como integrante de la organización terrorista ETA. Por ello, son actos de enaltecimiento del terrorismo. Es inconcebible que se entiendan como algo normal, permisible, en aras de la libertad de expresión. Otra cuestión es que no lleguen a ser considerados como delito en los términos que exige nuestro Código Penal.
Estos actos se vienen realizando desde hace años y son una prueba clara de la radicalización que aún persiste en nuestra sociedad, que aplaude y jalea el recurso a la violencia para conseguir objetivos políticos.
Éticamente son inaceptables. Y aquí se debería acabar el debate. Una sociedad sana jamás permitiría este tipo de actos.
P. ¿Estima que los gobiernos, tanto el vasco como el central, hacen lo que deben ante estos hechos?
R. Los mensajes públicos de rechazo son mayoritarios, expresan la necesidad de que deberían cesar. Sin embargo, ha llegado un punto en el que no tienen ningún valor si no van acompañados de actuaciones dirigidas a afrontar, de una vez por todas, el radicalismo que persiste en la sociedad vasca.
Para poder llevarlo a cabo, se necesita de un liderazgo institucional sólido, de un gran pacto social y político por la memoria y la convivencia, ya que la ausencia de un referente moral público para construir una convivencia sana deja sola a la sociedad y abandonadas a las víctimas.
En el ámbito vasco, el artículo 4 de la Ley 4/2008 de reconocimiento y reparación de las víctimas del terrorismo garantiza que las víctimas sean tratadas con humanidad y respeto a su dignidad y derechos. Establece específicamente la obligación de los poderes públicos vascos de adoptar medidas apropiadas para garantizar la seguridad, el bienestar físico y psicológico y, en particular, para prevenir y evitar la realización de actos que entran en descrédito con menosprecio o humillación de las víctimas, exaltación del terrorismo y homenaje a los terroristas.
Los medios están a su alcance, ahora bien, la pregunta es si existe voluntad de hacerlo. Por el momento, yo no la aprecio.
En el ámbito nacional, también la Ley 29/2011 de reconocimiento y protección integral a las víctimas del terrorismo contiene referencias similares.
Por otro lado, la verdadera deslegitimación del terrorismo vendrá de la educación en valores. Es necesario promover una cultura de paz, libertad y respeto, así como el pensamiento crítico. Este trabajo trasciende del ámbito de la escuela, es transversal. Nuestros representantes públicos deben ser los primeros en convertirse en un referente de pedagogía social. Y con ellos, los medios de comunicación, que muchas veces, como es el caso de EITB, no están a la altura.
P. La actitud de Bildu, a través especialmente de Sortu, es de connivencia con estas bienvenidas, ¿cree que en la opinión pública española hay conciencia de esta proximidad emocional y política de Bildu con los excarcelados de ETA?
R. La actitud de Bildu y su discurso no han variado. Los presos de ETA forman parte de su causa política, deben asumir la deuda generada con ellos por la política penitenciaria de la izquierda ‘abertzale’ y acogerlos de nuevo en la tribu de manera ostentosa. Es otra manera perversa de utilizarlos. Y los presos excarcelados han pagado su deuda con la Justicia, pero tienen una deuda pendiente con la sociedad. La autocrítica también les atañe a ellos.
No estoy segura de cómo se aprecia en la opinión pública española pero, desde luego, es evidente que no se ha producido ningún avance.
De poco vale asistir a actos de homenaje a las víctimas del terrorismo y lanzar mensajes de empatía hacía ellas desde sectores de Bildu, si poco después se apoyan actos que ensalzan a quienes han sido responsables de esos asesinatos. La memoria de las víctimas y la deslegitimación de los terroristas son dos caras de la misma moneda y no es posible reconocer una y enviar la otra.
No me vale que se diga que solo es una parte de Bildu, Sortu, la que apoya estos actos. Arnaldo Otegi fue reelegido coordinador general de Bildu hace cuatro meses. Esto supone el continuismo de la estrategia de la izquierda ‘abertzale’. Nada va a cambiar. Rechazar la violencia en general y mantener un discurso ambiguo y condescendiente en relación a esta es éticamente insostenible y no pasa la prueba del principio básico de respeto a los derechos humanos.
En septiembre de 2020, ante los homenajes a presos de ETA y los murales y pancartas que aparecieron durante ese verano en innumerables pueblos, nuestra fundación, junto a la Asociación Gogoan-Memoria Digna y Elkarbizi, elaboró un documento en el que pedíamos que se pusiera fin a los homenajes públicos a los presos de ETA. Al mismo tiempo, solicitábamos a los ayuntamientos que garantizaran que los espacios públicos de sus municipios fueran un ámbito de convivencia, libres de mensajes que idealizan a los miembros de ETA y de la iconografía de los presos de ETA. Les animamos a crear foros municipales para impulsar espacios y murales locales destinados a reforzar los valores de la memoria democrática, la convivencia y la deslegitimación de la violencia.
Cabe reseñar que muchos ayuntamientos llevaron este texto en forma de moción a sus plenos, entre ellos, Vitoria-Gasteiz, San Sebastián o Zarautz, por ejemplo y, en todos ellos, EH Bildu votó en contra. Hoy, un año después, seguimos igual.
P. ¿Aprecia un deterioro en la convivencia entre los vascos en los últimos tiempos?
R. Sinceramente, creo que estamos igual que hace 10 años. No siento que haya habido un cambio a mejor, más allá de palabras y buenas intenciones. Como he dicho antes, sigue faltando lo más elemental. Los principios sobre los que debe pivotar nuestra convivencia son la aceptación de los valores del Estado de derecho y el respeto a los derechos humanos. Debemos de ser extremadamente exigentes con esto.
P. ¿Cree que se ha derrotado políticamente a ETA o que continúa a través de la presencia política de la izquierda ‘abertzale’?
R. El proyecto de ETA era un proyecto político nacionalista, totalitario y excluyente. Y un proyecto compartido por otros agentes políticos. No en los medios, pero sí en los fines. ETA pudo mantenerse y actuar durante 50 años gracias al apoyo social y político que tuvo. El entramado civil de la izquierda ‘abertzale’ le permitió mantenerse extendiendo el terror de manera planificada, cotidiana y constante. Aún hoy, los líderes de la izquierda ‘abertzale’ están en las instituciones y sin haber realizado autocrítica alguna de su actitud.
Para entender que definitivamente hay una ruptura total con el proyecto político de ETA, es necesario que los líderes de la izquierda ‘abertzale’, de EH Bildu, que estuvieron conformes con la liquidación física del adversario político, hagan autocrítica de su pasado y asuman, de forma pública y sin ambigüedades, su propia responsabilidad en el terrible daño injusto ocasionado. Esos líderes son ahora los mismos que hace 20 años. Y es necesario que el resto del arco político y social lo tenga presente y se lo recuerde de forma permanente, para que no caiga en el olvido.
P. La fundación que lleva el nombre de su padre, para recordarle y subrayar su extraordinaria trayectoria, ¿qué acciones concretas desarrolla para lograr la convivencia en Euskadi? Su padre fue un hombre de paz, de entendimiento, pero con criterios morales y éticos muy acendrados, buscando la conciliación. ¿Siguen en la fundación esa estela que tanto lo distinguió?
R. Este año cumpliremos 21 años desde que la fundación se creó con el objetivo de continuar el trabajo por la defensa de la libertad, la democracia, la convivencia y los derechos humanos por los que mi padre tanto luchó. Somos una fundacion plural y abierta que a día de hoy centra sobre todo sus esfuerzos en la memoria de las víctimas y en la deslegitimación de la violencia terrorista. También hay otro objetivo fundamental: la educación en valores de los más jóvenes. Para llevar a cabo todo ello, generamos espacios de reflexión y encuentro, organizando conferencias, presentaciones de libros, mesas redondas, exposiciones y un seminario anual. Hemos publicado más de una treintena de publicaciones, entre las que hay varios cómics para niños, y también hemos diseñado varios videojuegos, uno de ellos pionero porque se centra en la deslegitimación del terrorismo. A principios de este año, presentamos junto al Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo un glosario audiovisual ‘online’ que intenta clarificar y difundir el significado de diversos términos y conceptos relacionados con el terrorismo y sus víctimas. En todo caso, y a pesar de todo lo realizado, creemos que debemos continuar con nuestra labor porque queda aún mucho para tener una sociedad sana donde impere la memoria y la violencia terrorista sea definitivamente rechazada por todos.