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El peligro tras el último pitido del Mundial de Rusia: el regreso de la homofobia

Fuente: La Vanguardia
Fecha: 12/07/2018

La cita mundialista ha dado un respiro al colectivo LGBTI, cuyos miembros por primera vez en mucho tiempo se han sentido un poco “más seguros” en ciertos lugares públicos

Mientras Vladímir Putin daba la bienvenida al Mundial de Fútbolen la inauguración de la competición el pasado 14 de junio, el activista LGBTI Alexander Agapov ondeaba desde las gradas una bandera del arco iris cerca de niños y niñas en un claro desafío a la legislación rusa que desde 2013 penaliza cualquier ‘propaganda’ homosexual expresada delante de menores de edad. No le pasó nada. Incluso repitió el gesto cinco veces más, tantas como los goles que Rusia marcó a Arabia Saudí, pero nada.

Durante la celebración del evento deportivo el Kremlin se ha visto forzado a mostrar su versión más tolerante de cara a la galería. “Todos los visitantes de Rusia 2018, independientemente de su raza, sexo, religión, capacidad u orientación sexual, pueden esperar una cálida bienvenida”, se comprometió el comité organizador de la Copa del Mundo dirigido por el gobierno ruso antes del torneo. “Las personas no serán multadas por expresar sus sentimientos [en público] y se permitirá la exhibición de banderas del arco iris en las celebraciones públicas”, proseguía el comunicado.

La cita mundialista ha dado un respiro al colectivo, cuyos miembros por primera vez en mucho tiempo se han sentido un poco “más seguros” en lugares públicos, aunque solo haya sido en los estadios y sus inmediaciones. Pero sus líderes temen que tan pronto como el foco mediático se apague, vuelvan las prohibiciones, la persecución, los encarcelamientos, las ofensas y las palizas. “Está bien que Rusia muestre su posibilidad de ser abierta e inclusiva, pero para mí, como persona LGBTI, la gran pregunta es si el legado del Mundial perdurará cuando termine la competición”, comparte Agapov, presidente de la Federación de Deportes LGBT de Rusia, al medio AOL .

La federación de Agapov lleva a cabo eventos deportivos para atletas lesbianas, gays, bisexuales o transgénero en Rusia pero no puede publicitarlos sin contratar seguridad por el temor a sufrir ataques. Desde hace cinco años, cuando entró en vigor la legislación, llamada “antigay”, los miembros del colectivo se sienten amenazados y desprotegidos por igual.

“La tesis de la ley es que las personas LGBTI van reclutando niños para que se unan a su ‘vida homosexual’ y el estado tiene que proteger a los menores”, apunta para la web de La Vanguardia la directora de comunicación de Human Rights Watch (HRW), Emma Daly. “Los efectos son muy graves, porque crea un clima de hostilidad intensa” contra estas personas.

La homofobia está extendida en el país. Cuando la ley entró en vigor, contaba con respaldo del 90% de los rusos, según una encuesta. Desde entonces, las organizaciones de derechos LGBTI han estado informando del aumento de los ataques homófobos. Jonny Dzhibladze, director de Coming Out, una entidad que trabaja desde Sant Petersburgo, alertaba de las consecuencias de la medida: “La parte más peligrosa de esta ley es que prácticamente da rienda suelta a quienes cometen crímenes, asesinatos y violencia física motivados por la homofobia y la transfobia”.

La inseguridad para los ciudadanos LGBTI es alarmante. Hasta el punto que Coming Out se ha visto obligado a publicar en su página web una guía con instrucciones para cómo evitar convertirse en víctimas de emboscadas. En los últimos años, se ha registrado en el país un aumento alarmante de casos de personas que han sido contactadas por Internet por grupos que se hacían pasar por amantes y cuando acudían a la falsa cita recibían palizas, torturas y extorsiones. En algunas ocasiones, los vídeos fueron colgados en la red.

Además, los acosadores saben que la víctima no les denunciará porque el sistema da impunidad a los perpetradores. “Hay grupos de nazis que se dedican a hostigar, y en algunos casos asesinar, gays; y no verás a ninguno de ellos en la cárcel”, relata para la web de La Vanguardia, el investigador sénior especializado en Rusia y Eurasia del CIDOB, Nicolás de Pedro.

Para el especialista, lo más destacable es señalar que la homofobia o bien está instigada desde el Kremlin o bien permitida por omisión. “Los colectivos homosexuales se han usado como chivo expiatorio para aglutinar a la gente a favor de la confrontación con la Unión Europea. Putin lanza este mensaje: ‘La UE nos quiere imponer la homosexualidad’”, resalta De Pedro.

A pocos días de que se celebrasen, los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, en febrero de 2014, el presidente ruso soltó ni corto ni perezoso: “No perseguimos a los homosexuales, pero por favor, dejen a los niños en paz”. De Pedro señala que esa es precisamente la estrategia mantenida por el Kremlin y los medios de comunicación rusos (dominados por el poder): discriminar y estigmatizar al colectivo gay, relacionándolo con la pedofilia y con los ‘degenerados’ países de la UE.

Mientras Vladímir Putin daba la bienvenida al Mundial de Fútbolen la inauguración de la competición el pasado 14 de junio, el activista LGBTI Alexander Agapov ondeaba desde las gradas una bandera del arco iris cerca de niños y niñas en un claro desafío a la legislación rusa que desde 2013 penaliza cualquier ‘propaganda’ homosexual expresada delante de menores de edad. No le pasó nada. Incluso repitió el gesto cinco veces más, tantas como los goles que Rusia marcó a Arabia Saudí, pero nada.

Durante la celebración del evento deportivo el Kremlin se ha visto forzado a mostrar su versión más tolerante de cara a la galería. “Todos los visitantes de Rusia 2018, independientemente de su raza, sexo, religión, capacidad u orientación sexual, pueden esperar una cálida bienvenida”, se comprometió el comité organizador de la Copa del Mundo dirigido por el gobierno ruso antes del torneo. “Las personas no serán multadas por expresar sus sentimientos [en público] y se permitirá la exhibición de banderas del arco iris en las celebraciones públicas”, proseguía el comunicado.

La cita mundialista ha dado un respiro al colectivo, cuyos miembros por primera vez en mucho tiempo se han sentido un poco “más seguros” en lugares públicos, aunque solo haya sido en los estadios y sus inmediaciones. Pero sus líderes temen que tan pronto como el foco mediático se apague, vuelvan las prohibiciones, la persecución, los encarcelamientos, las ofensas y las palizas. “Está bien que Rusia muestre su posibilidad de ser abierta e inclusiva, pero para mí, como persona LGBTI, la gran pregunta es si el legado del Mundial perdurará cuando termine la competición”, comparte Agapov, presidente de la Federación de Deportes LGBT de Rusia, al medio AOL .

La federación de Agapov lleva a cabo eventos deportivos para atletas lesbianas, gays, bisexuales o transgénero en Rusia pero no puede publicitarlos sin contratar seguridad por el temor a sufrir ataques. Desde hace cinco años, cuando entró en vigor la legislación, llamada “antigay”, los miembros del colectivo se sienten amenazados y desprotegidos por igual.

“La tesis de la ley es que las personas LGBTI van reclutando niños para que se unan a su ‘vida homosexual’ y el estado tiene que proteger a los menores”, apunta para la web de La Vanguardia la directora de comunicación de Human Rights Watch (HRW), Emma Daly. “Los efectos son muy graves, porque crea un clima de hostilidad intensa” contra estas personas.

La homofobia está extendida en el país. Cuando la ley entró en vigor, contaba con respaldo del 90% de los rusos, según una encuesta. Desde entonces, las organizaciones de derechos LGBTI han estado informando del aumento de los ataques homófobos. Jonny Dzhibladze, director de Coming Out, una entidad que trabaja desde Sant Petersburgo, alertaba de las consecuencias de la medida: “La parte más peligrosa de esta ley es que prácticamente da rienda suelta a quienes cometen crímenes, asesinatos y violencia física motivados por la homofobia y la transfobia”.

La inseguridad para los ciudadanos LGBTI es alarmante. Hasta el punto que Coming Out se ha visto obligado a publicar en su página web una guía con instrucciones para cómo evitar convertirse en víctimas de emboscadas. En los últimos años, se ha registrado en el país un aumento alarmante de casos de personas que han sido contactadas por Internet por grupos que se hacían pasar por amantes y cuando acudían a la falsa cita recibían palizas, torturas y extorsiones. En algunas ocasiones, los vídeos fueron colgados en la red.

Además, los acosadores saben que la víctima no les denunciará porque el sistema da impunidad a los perpetradores. “Hay grupos de nazis que se dedican a hostigar, y en algunos casos asesinar, gays; y no verás a ninguno de ellos en la cárcel”, relata para la web de La Vanguardia, el investigador sénior especializado en Rusia y Eurasia del CIDOB, Nicolás de Pedro.

Para el especialista, lo más destacable es señalar que la homofobia o bien está instigada desde el Kremlin o bien permitida por omisión. “Los colectivos homosexuales se han usado como chivo expiatorio para aglutinar a la gente a favor de la confrontación con la Unión Europea. Putin lanza este mensaje: ‘La UE nos quiere imponer la homosexualidad’”, resalta De Pedro.

A pocos días de que se celebrasen, los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, en febrero de 2014, el presidente ruso soltó ni corto ni perezoso: “No perseguimos a los homosexuales, pero por favor, dejen a los niños en paz”. De Pedro señala que esa es precisamente la estrategia mantenida por el Kremlin y los medios de comunicación rusos (dominados por el poder): discriminar y estigmatizar al colectivo gay, relacionándolo con la pedofilia y con los ‘degenerados’ países de la UE.

Después hay casos mucho más graves como los de la República de Chechenia, “un auténtico agujero negro, en cuanto a derechos humanos se refiere”, apunta De Pedro. En 2017, las fuerzas de seguridad de la región gobernada por el autoritario Ramzán Kadírov llevaron a cabo una purga contra los homosexuales, con arrestos masivos, desapariciones, torturas y asesinatos. Se denunció la existencia de campos de concentración para homosexuales y muchos tuvieron que exiliarse. “No tenemos gays”, afirmó en 2016 Kadírov a la cadena HBO. “Para purificar nuestra sangre, si hay alguno por allí, lleváoslo”, añadía.

Cuenta Daly que el Gobierno checheno reveló las identidades de las personas homosexuales pidiendo a sus familias que las deshonraran. Tal fue el clamor internacional contra la caza de Kadírov que Putin se vio obligado a pararle los pies, añade la dircom.

Con esa acción como precedente, HRW esperaba que la presión de la FIFA, que en 2017 adoptó una política de defensa de los Derechos Humanos (pdf) en los que prohibía todo tipo de discriminación en todos los eventos deportivos que organiza, contribuyera, en calidad de promotora del Mundial, a derogar la legislación antigay. Pero, como apuntaba recientemente un artículo del periodista Félix Flores, los derechos humanos han sido los principales perdedores del Mundial porque el espectáculo “lo ha cubierto todo”.

Lo máximo que se ha conseguido, apuntan los activistas LGBTI, es una especia de paz impostada que se desvanecerá tan pronto como las cámaras dejen de grabar y se vayan los últimos fans.

Las organizaciones de derechos humanos leen la celebración en Rusia como un ensayo (light) de lo que pasará durante la celebración de la Copa del Mundo de 2022 en Qatar, que tiene leyes que castigan a las personas LGBTI con condenas de uno a tres años en prisión.

Con todo, es mejor contar con la atención que aporta la cita mundialista, aunque las políticas domésticas contradigan los estatutos de la FIFA, que ser invisible. Dzhibladze reconocía que al menos de esta forma “la sociedad tiene la oportunidad de informarse de la situación que vive el país”. Un boicot, en cambio, “solo hubiera contribuido al aislamiento”, concluye.

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