El secreto de las niñas catalanas (y musulmanas) forzadas a casarse
Fuente: El Mundo
Fecha: 24/06/2018
Una tenía sólo cinco años… Los Mossos han impedido 75 matrimonios concertados de menores
Se quedó de una pieza y eso que llevaba años viendo de todo en aquel colegio del centro de Barcelona. «Profe, vengo a despedirme. Me voy de viaje. Es que me hacen una fiesta porque voy a casarme». Lo dijo con la tristeza de una niña de 13 años que todo lo deja atrás. Todavía en estado de shock, él levantó el teléfono y llamó a los Mossos. Fue una suerte que la chavala lo comentara. Por raro, por excepcional. Fue una suerte que el profesor atinara a avisar. No siempre ocurre.No hay un modo suave de contar este escándalo ni debiera haberlo: en España, padres «mayoritariamente musulmanes» organizan matrimonios forzosos para sus hijas menores, algunas de las cuales apenas superan los cinco años de edad.
Solamente en Cataluña, desde 2010, los Mossos d’Esquadra han impedido que 75 niñas menores consumaran su matrimonio con un adulto elegido por su familia. Precisamente en ese año consta que dos de las niñas que iban a casarse tenían menos de 10 años. En 2017, el año pasado, de las tres menores cuyo matrimonio fue impedido, una tenía apenas cinco años.Respecto a los casos de mujeres mayores de edad cuyo matrimonio ha sido impedido por forzoso, han sido, oficialmente, 52.
Esas cifras corresponden a los casos que la Policía catalana ha podido abortar pero lo cierto es que hasta los mismos agentes reconocen que forman parte de una realidad mayor a la que es difícil acceder por la barrera que interpone la cultura bárbara y de costumbres crueles trasladadas a España por inmigrantes procedentes del norte de África y de Asia Septentrional o, más concretamente, de India, Pakistán y de algunos de los países del Magreb.
Algunos de estos lugares tienen leyes que prohíben o regulan este tipo de prácticas pero no se aplican o hacen depender su ejecución de la voluntad de los contrayentes. Si no hay oposición, se llevan a cabo dentro de la legalidad y está claro que una niña de corta edad difícilmente entiende a qué se ha de oponer y, en cualquier caso, tiene poca libertad para hacerlo dentro de un entorno en el que el respeto a la autoridad establecida lo es todo.Así pues, no se trata de compromisos apalabrados por las familias que se consuman cuando las niñas cumplen la mayoría de edad -situación forzada que sería igualmente ilegal- sino de matrimonios que se llevan a cabo de inmediato. «Algunas comunidades exigen que las niñas tengan entre cinco y 12 años, es decir, entre cinco años y la edad a la que suelen tener la primera regla.
Son niñas nacidas en Cataluña, que son trasladadas al país del adulto con el que se van a casar, que se ven obligadas a consumar el matrimonio y que, automáticamente, pasan a pertenecer a la familia del marido, en la que la autoridad es ejercida, normalmente, por el abuelo, que es quien determina cuáles han de ser el destino y el trato a la menor», explica descarnadamente, eficiente y con absoluta conciencia de la gravedad del problema, una portavoz de los Mossos d’Esquadra. «Si la costumbre así lo determina, a las niñas se las mutila aplicándoles la ablación, que se realiza en el país de destino. Aunque algunas asociaciones han tenido la sospecha de que esta práctica pueda realizarse en España, si se hace, es en la clandestinidad más absoluta porque a nosotros no nos consta ni un solo caso», añade.
Hablamos de Cataluña porque es la comunidad autónoma donde consta un mayor asentamiento de la ciudadanos de religión musulmana y donde los servicios de Información policiales y de Inteligencia llevan años alertando de la existencia de una sociedad dentro del Estado pero ajena a éste -que, de hecho, lo rechaza- y que aplica sus propias normas y castigos, que nada tienen que ver con la Constitución ni con el Código Penal. Probablemente por eso los Mossos tienen establecido un protocolo de funcionamiento interno para enfrentarse al problema de los matrimonios forzosos -no lo hay a nivel nacional- que es muy anterior a la reforma del Código Penal que se centró en este delito y que consta apenas del año 2015.En 2002, la Fiscalía General del Estado difundió una circular preocupada por la «proliferación de este tipo de matrimonios», por eso resulta tan inexplicable que, solicitados por este periódico los datos nacionales sobre matrimonios forzosos, sólo se nos haya facilitado una estadística de 2016 en la que se recogen dos causas abiertas correspondientes a tres menores de nacionalidad rumana cuyos padres y madres fueron detenidos.«Nosotros ya trabajábamos sobre este tipo de situaciones mucho antes de 2015.
El matrimonio forzado está vinculado a situaciones de coacción o agresión física y nosotros actuábamos a través de esos delitos, no tanto porque los padres quisieran casar a las jóvenes sino porque se producía una agresión cuando estas se negaban o cuando, una vez casadas, presentaban algún tipo de resistencia al marido», explican los agentes que se llevan enfrentando, en soledad, recibiendo las críticas de muchas asociaciones, a un problema que no fue incluido en los tipos penales hasta hace poco más de tres años.Desde mucho antes, las estadísticas oficiales iban acumulando dramas.
Si las tomamos desde 2010, los Mossos impidieron ese año 15 matrimonios forzados (8 de menores de edad y siete de mayores); en 2011, 21 (13 de menores y ocho de mayores); en 2012, 16 (12 de menores y 4 de mayores); en 2013, 26 (15 de menores, 11 de mayores); en 2014, 10 (seis de menores y 4 de mayores); en 2015, 15 (ocho de menores y siete de mayores); en 2016, 14 (10 de menores y cuatro de mayores) y en 2017, 10 (tres de menores y siete de mayores).
Los Mossos: contra el terror cotidiano
De las 10 víctimas detectadas el año pasado, todos los casos fueron denunciados ante un juez. En cinco se aplicaron medidas cautelares como órdenes de alejamiento de los maridos y los padres. La niña de cinco años vive con unos familiares porque a sus progenitores se les retiró la custodia. También la de 13. La joven de 17 años está ingresada en un centro de protección tutelado.
«Algunas comunidades exigen que las niñas tengan entre cinco y 12 años, es decir, entre cinco años y la edad a la que suelen tener la primera regla. Son niñas nacidas en Cataluña, que son trasladadas al país del adulto con el que se van a casar, que son obligadas a consumar el matrimonio y que pasan a pertenecer a la familia del marido, en la que la autoridad es ejercida por el abuelo, quien determina cuáles han de ser el destino y el trato a la menor».
«Si la costumbre lo dicta, a las niñas se las mutila aplicándoles la ablación, que se realiza en el país de destino. Aunque algunas asociaciones han tenido la sospecha de que esta práctica pueda realizarse en España, si se hace, es en la clandestinidad porque a nosotros no nos consta ni un solo caso».
Las mayores pueden denunciar, si es que pueden. Las adolescentes o preadolescentes pueden acudir a algún profesor, si se atreven. Pero las más pequeñas están perdidas. «A veces las detectamos por los servicios sociales. Las familias tienen una cita porque están recibiendo una ayuda e informan de que se van de viaje, y, según cómo sea la situación, ahí se encienden las alarmas», explican los Mossos. De las 10 víctimas detectadas el año pasado, todos los casos fueron denunciados ante el juzgado ordinario. En cinco fueron aplicadas medidas cautelares como órdenes de alejamiento de los maridos y los padres.
La nena de 5 años vive con unos familiares porque a los progenitores se les retiró la custodia. También la de 13. La joven de 17 está ingresada en un centro de Protección tutelado por la Dirección General de Atención a la Infancia y a la Adolescencia.Inevitablemente, enfada profundamente que la detección de algo tan importante y que genera tanta violencia en personas tan indefensas, siga dependiendo de la casualidad.La doctora en el corazón pakistaní de BarcelonaHuma Jamshed miró a aquella mujer pakistaní totalmente cubierta que estaba sentada en su pequeñísima oficina esquinera de la calle Sant Pau de Barcelona -la llamaremos K.- y sintió un mareo poco sutil.
Era difícil de saber con certeza pero ella le calculó 17 años. Quizás 18. Estaba callada, sumisa, mirando al suelo mientras su marido, también pakistaní, solicitaba asesoría para arreglarle los papeles. Ni en esa ocasión ni en las otras muchas en las que le preguntó si tenía algún problema, si se llevaba bien con su marido o si quería participar en algún tipo de taller, obtuvo respuesta pero, tras más de una década de experiencia, Huma presentía que antes o después algo ocurriría. Hace poco más de una semana supo que la mujer había denunciado a su esposo por malos tratos -su relato habla de un cuchillo y un intento de violación y asesinato- y se había ido de casa con su niña de 4 años para buscar la protección de una de las instituciones sociales de la Generalitat. Huma no cree que el marido la pegase, a menos que la medicación que toma para una operación reciente, además de amargarle el aliento, le haya amargado el carácter y le haya vuelto violento.
El hombre, cocinero de un restaurante del barrio del Raval, dice, es buena persona. Sin embargo, Huma no puede evitar recordar, cada vez que habla con él, el motivo por el que sintió aquel vahído hace cuatro años cuando los vio juntos por primera vez: a aquella chica tan joven, casada por decisión paterna y por intereses familiares, con un anciano que dice tener 68 años pero que probablemente supere los 72.Los archivos de Huma están repletos de casos similares con distintas variables de matrimonios forzosos llevados a cabo en la comunidad pakistaní catalana. Asegura que tiene clasificados, desde 2005, hasta 200 casos de menores catalanas sobre todo, o residentes en Cataluña -las menos-, que le pidieron ayuda para esquivar su destino.
La mayor parte de esos casos corresponde a jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y 16 años, de los que hay que descontar los ocho o 10 en los que ha intervenido y cuyas protagonistas ni siquiera tenían esas edades, eran todavía más pequeñas. Según cuenta, ha conseguido parar aproximadamente un 80% de los compromisos adquiridos en contra de la voluntad de las protagonistas asentadas en uno de los territorios más ricos de España y en los albores del siglo XXI. Del 20% restante ha acabado denunciando otro 20% ante los Mossos.Según Huma, de su experiencia ha de quedar claro que no siempre se trata de menores obligadas a casarse cuando son menores sino que en la mayor parte de los casos que ella conoce, se trata de compromisos adquiridos cuando las chicas son menores de edad y que se sustancian -en esto ella ha percibido una evolución- cuando llegan a los 18 años para no vulnerar las leyes españolas. Y hay que aclarar también que Huma no es cualquiera en este escandaloso mundo de voluntades sometidas. Se trata de una profesora de Química en la Universidad Politécnica de Karachid que llegó a España con sus dos hijas en 1997 para sacarse el doctorado en la Complutense.
Poco antes había llegado su marido. Trabajó en el CSIC como investigadora en Madrid y el destino la llevó a Barcelona donde ha sido premiada con una medalla de bronce por el Cuerpo de Mossos por su labor ardua y desalentadora. Intentó un recorrido político, pero eso es otra historia.«Al llegar a Barcelona vi que muchas chicas pakistaníes estaban asustadas, no te miraban y no hablaban en presencia de los hombres. Hay una fuerte barrera cultural y suelen ser muy tímidas pero noté que, además, estaban nerviosas. Resultó que tenían miedo porque, lejos de sus deseos, estaban siendo obligadas a vivir con un hombre que es su marido porque así lo han querido los padres», relata. Huma no se refiere con este comportamiento a jóvenes que, como K., han sido traídas a España desde Pakistán, donde lo común es el matrimonio concertado. K., en este sentido, es una excepción en sus archivos. Son jóvenes o niñas nacidas en Cataluña, por lo tanto en contacto, al menos inicialmente, con una cultura en las antípodas de esas obligaciones, y forzadas a casarse, normalmente y según la costumbre, con sus primos. «Porque son fruto de familia y su resultado ha de ser para la familia», según el dicho común. Así, en esta realidad paralela retrógrada que se esconde inadvertida entre los pliegues de la sociedad occidental, se aprovecha, con esta costumbre marital, la oportunidad de traer a un familiar a un país europeo; o se busca reconocimiento social; o se cree que el futuro está solucionado; o se pagan deudas o se compensan favores. Todo en silencio porque está en juego «el honor de los padres y de las familias».
Todo oculto tras un tabú tan grande como el tabú de la virginidad.La doctora en Química transformada en el alma de una asociación asiática (ACESOP) -que ha dejado de cobrar ayudas institucionales porque siempre venían con retraso y para no generar suspicacias-, puso sus antenas en la calle, en el mercado, esperando a las puertas de las escuelas de Barcelona a las que no necesariamente asistían sus hijos como alumnos, con el fin de encontrar un momento para hablar con las mujeres. Organizó charlas para que ellas tuvieran referentes de libertad, información de primera mano y posibilidades de reivindicar respeto y su autoestima.
Y puso su dinero para buscar salidas. En las oficinas de la agencia de viajes con la que se gana la vida ha atendido a centenares de pakistaníes que necesitaban que alguien los orientara para actualizar los papeles que necesitaban para conseguir un permiso de trabajo, para sacarse el DNI o el pasaporte. Y mejorar así una vida de necesidades que puede ser un infierno ante el monstruo de la Administración. Huma se ganó la confianza de hombres y mujeres. Y por eso sabe que ellos les quitan la documentación o no la renuevan para tenerlas controladas. Y por eso sabe que este tipo de sumisión no tiene nada que ver con la posición social. «La mayor parte de los padres no deja que sus hijas lleguen a la universidad.
Con suerte acaban la ESO. Saben que aquella que llega al Bachillerato sabe denunciar y protegerse. De modo que muchas de ellas dejan de ir al colegio y normalmente aducen una razón bastante creíble como que la abuela está enferma y han de irse a Pakistán. Y ahí ya están perdidas», argumenta.