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El sexismo en el lenguaje: «Todas las lenguas de Europa tienden a discriminar a las mujeres»

Rtve.- La lengua, el lenguaje, las palabras dibujan el mundo, reflejan la forma de vivir y de pensar de una sociedad. Si esa sociedad es machista, misógina, excluyente, el idioma también lo será.

“No es que el español sea sexista” afirma Mercedes Bengoechea, sociolingüista y Catedrática de Filología Inglesa en la Universidad de Alcalá de Henares: “Todas las lenguas de Europa tienden, por diversos mecanismos, a discriminar a las mujeres. Incluso el finlandés o el turco que no tienen género gramatical lo hacen”. Esta experta en lenguaje y género señala como hasta en chino el signo para representar al hombre tiene los brazos abiertos mientras que él que dibuja a la mujer parece encogido, como de rodillas.

«Nos hacen creer que decimos de forma natural, mi padre, mi madre, mi tío y mi tía, pero eso no ha caído del cielo», nos cuenta Mercedes Bengoechea y explica que los protocolos de las gramáticas desde el siglo XVIII dicen que se debe nombrar de más importante a menos, es decir primero los hombres y luego las mujeres. Pone otro ejemplo: términos como «señorita» o» mademoiselle«, son palabras para indicar si una mujer está o no en el mercado del matrimonio. «Las sociedades patriarcales no podrían haberse desarrollado sin un lenguaje sexista«, concluye.

María Martín, licenciada en Derecho y especialista en intervención social con enfoque de género lleva varios años investigando cómo se construye lo femenino a través del lenguaje. Autora del libro “Ni por favor ni por favora» o sobre cómo hablar con lenguaje inclusivo sin que se note demasiado y “Mujer tenías que ser” lo tiene claro: “Una sociedad machista habla de una manera machista. Hay que cambiar las normas que rigen la lengua porque tienen patrones sexistas. A través de su campaña  GolondrinasalaRAE  pretende visibilizar el sexismo de la Academia Española: “Nos dicen que no se puede cambiar el diccionario por ideología, pero nosotras no  queremos introducir una ideología en el diccionario, lo que queremos es que la ideología machista salga de él y de la Academia”.

En enero de 2021, la RAE rechazó revisar la Constitución para hacer más inclusivo el lenguaje en el que está redactada.

Masculino genérico

La RAE insiste en que el uso del masculino genérico ya es “inclusivo, que hace referencia también a la mujer y que al ser un mecanismo firmemente asentado en la lengua no supone discriminación sexista alguna.

Estrella Montolío, lingüista, discrepa: «Experimentos sociolingüísticos demuestran que cuando decimos algo como, los jueces de este país,  y preguntamos en qué tipo de persona están pensando, sobre todos los hombres dibujan mayoritariamente a un varón, a pesar de que la judicatura es mayoritariamente femenina”.

«Las mujeres nos hemos acostumbrado al masculino genérico, no nos ha quedado más remedio», corrobora Mercedes Bengoechea. «El  problema son los chicos, incluso los más jóvenes no ven a las mujeres en el masculino. Una confusión que viene de lejos», añade y nos pone un ejemplo del siglo XV: «La Reina Isabel la Católica conocía muy bien el problema del masculino genérico, tanto que en el Edicto de Granada (1492) dice literalmente: «Ordenamos que judíos y judías, con sus hijos e hijas y criados y criadas se vayan de nuestros reinos», porque si no las mujeres se quedaban».

¿Desdoblar hace más inclusivo el lenguaje?

«El lenguaje inclusivo pretende visibilizar y no discriminar, no solo a las mujeres, que somos la mitad de la humanidad, sino a todos esos colectivos tradicionalmente discriminados o que no se sienten representados en los géneros binarios. Pero no se trata dice de incluir miles de vocales, sino de utilizar trucos lingüísticos, explica María Martín . «Puedes decir los cojos, las cojas les cojes o decir las personas con cojera, es más corto y más correcto», apunta con humor.

Desdoblar puede ser una fórmula, pero no la única, como puntualiza Mercedes Bengoechea: “Nadie pretende que por decir niños y niñas o alumnos y alumnas pasado mañana ya no tengamos violencia de género, ni techo de cristal. No se trata de eso, lo que es fundamental es pensar y ver a las mujeres en el lenguaje. Tenemos que cambiar nuestros hábitos lingüísticos, para mostrar respeto por un sexo al que nunca se le ha demostrado respeto a lo largo de la historia».

Machismo verbal 

En 2015  Estrella Montolío, catedrática de Lengua Española en la Universidad de Barcelona, puso en marcha un experimento lingüístico y sociológico a través del programa «No es un día cualquiera» de RNE en la sección «Todo es lenguaje» y recibió más de 150 audios en los que mujeres entre los 20 y los 83 años con profesiones de lo más diversas, desde médicas e ingenieras a jardineras o amas de casa, pusieron voz y contaron en todos los acentos posibles y en primera persona los sesgos y los estereotipos que se trasmiten a través de lenguaje. Para esta especialista: “El machismo verbal tiene muchas formas, pero todas tienen en común que se trata de un comentario que denigra la inteligencia, la capacidad, la manera de estar en el espacio público de la mujer por el mero hecho de ser una mujer«.

Una auténtica fonoteca de la violencia verbal, de los micromachismos que soportan las mujeres. Todos los audios recopilados están a disposición de cualquiera en la  página web de la asociación la CIBA  (Centre de Recursos per a Dones. Espai Feminista)

Violencia verbal contra las mujeres es:

1- Cuando tu tío te dice: «Eh tú que eres mujer, ¿sabes como se quita el olor a gasolina de la ropa?» 

2- Cuando un compañero después de una presentación exitosa te felicita pellizcándote la mejilla

3- Cuando te dicen por la calle: «Te haría de todo, guapa»

4-Cuando de forma sistemática te explican cosas que tú ya sabes

5- Que te pregunten: «¿Señora o señorita?»

6-Cuando te dicen: «Anda, calla, que tú no entiendes nada»

Son  solo algunos ejemplos de microagresiones a las que hay que estar muy atentos porque, según Estrella Montolío, pueden ser el principio de otro tipo de violencias, indicios de lo que puede venir después. «No hace falta un bofetón para que se ejerza la violencia contra las mujeres», nos recuerda.

Para comprobar si el lenguaje es o no sexista, las expertas recomiendan acudir a la regla de la UNESCO: invertir el sexo, cambiarlo  asi se sabe si algo es sexista. Mercedes Bengoechea  nos pone un ejemplo: «¿Alguna vez  leemos:  Antonio Muñoz Molina, esposo de Elvira Lindo, ha escrito una novela? Pues, no, nunca, y eso es machismo, porque va contra la  agencia  de las mujeres, contra su capacidad de decidir, de estar, bien o mal, pero de estar», concluye esta sociolingüista que hizo su tesis doctoral en 1992 sobre lenguaje y género.

María Martín recurre al término “señoro” un epiceno (nombre que teniendo género gramatical femenino o masculino designa indistintamente a seres de uno y otro sexo) para designar a esos hombres y mujeres que discriminan a propósito, muchos de los cuales se sientan en la RAE, asegura. Esas personas que, según esta especialista, se niegan a nombrar el mundo de otra manera porque: «Cambiar la manera de nombrar  el mundo te obliga a pensar en otro mundo». Para eso nos invita a cambiar palabras como “coñazo” por sinónimos menos abominables y empezar a decir “una misma” frente a «uno mismo». Gestos sencillos para modificar el uso del lenguaje, ese potente medio de difusión de ideas capaz de perpetuar las desigualdades y las discriminaciones  por cuestión de género.

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