“En la calle es un ángel, en casa un demonio”. Las claves para destapar la violencia machista entre menores
La Vanguardia.- Los casos aumentan, la edad de la víctima baja y perdura la sensación de que el maltrato va con la relación.
Algunas todavía son niñas y viven ya atrapadas en el infierno de la violencia machista. Y lo más preocupante: los casos de menores víctimas de esos malos tratos en pareja aumentan y son cada vez más graves, mientras que muchas de esas niñas y adolescentes siguen sin tener conciencia de la situación de violencia que sufren.
Es una de las conclusiones del último informe de la Fundación ANAR (Ayuda a Niños y Adolescentes en Riesgo) sobre violencia de género en niños, niñas y adolescentes. El estudio revela que baja la edad de las menores que llaman al Teléfono ANAR. La media es de 15,7 años, pero casi un 18% tienen entre 12 y 14 años.
La información difundida en las innumerables campañas para destapar la violencia machista no parece llegar a las victimas más precoces de esa lacra. Ocurre, especialmente, cuando el maltratador despliega la violencia psicológica, presente en el 97% de las llamadas recibidas en ese teléfono de orientación especial.
Para identificar con claridad ese maltrato tan común, las menores víctimas de ese infierno tendrían que tener muy claro lo que es violencia psicológica. Así la define la Fundación Anar: “Es cualquier acto contra la integridad psíquica y emocional de la mujer y contra su dignidad como persona”
O dicho de otra manera, “las amenazas, insultos, humillaciones y vejaciones, exigencia de obediencia, control y vigilancia constante (dónde vas, dónde has estado, control de las salidas y la forma de vestir…) ciberacoso, chantaje o manipulación afectiva”.
Pero el principal problema, recalca este estudio, es que a esas menores maltratadas “les resulta difícil, pese a todas las campañas desplegadas, discriminar y tomar conciencia de que los insultos, el control, el chantaje y las amenazas sean ejemplos de violencia. Y actos como el control o los celos son interpretados como demostraciones de amor y confianza en la pareja” en lugar de como indicadores de una relación tóxica.
Testimonios de adolescentes que han llamado al Teléfono ANAR dan fe de esas dudas. “Yo no sé si soy yo la que tiene la culpa de todo, si me quiere o si me odia…., lo peor es que si él volviera hoy, acabaría entre sus brazos…como siempre acabo haciendo”, contaba una chica de 15 años.
El segundo tipo de violencia más detectado en este estudio es la violencia social (40% de los casos). Aquí se trata “de aislar a la pareja de amigos y familiares, controlar sus actividades o ser violentos en presencia de otras personas, con el fin de alejar a la víctima de su entorno y humillarla, y demostrar poder delante de los demás en aras de generar vergüenza, soledad, dependencia y miedo”,se afirma desde el Colegio de Psicólogos de Madrid.
”Le decía a mi hija que no saliera con sus amigas, que se iba a volver igual de suelta que ellas, que le iban a llevar por mal camino. Luego él se arrodilló y le pidió disculpas…”, revelaba la madre de una adolescente de 15 años que recurrió a ese teléfono para pedir ayuda.
“Me insulta continuamente: asquerosa, zorra… no te pongas eso, no vayas con ese, ¿tú te has mirado? No te pongas eso, ¡ni se te ocurra!…. Y yo ya no sé casi ni quién soy…”, denunciaba otra adolescente de 16 años.
“Había momentos que era muy defensor de mis derechos; pero su mejor arma era hacerme sentir insegura diciendo que él sólo quería protegerme…”, comentaba otra chica de 15 años desconcertada al no saber si continuar o no con esa relación.
Y otro dato preocupante revelado por este último informe de ANAR: La violencia física está presente en cuatro de cada diez llamadas recibidas en ese teléfono de orientación especial (39,5%) y la violencia sexual en un 14,4% de las situaciones, lo que supone el doble de agresiones que las denunciadas en el anterior estudio de hace un año.
En estos casos “el agresor alterna dos personalidades: la persona cariñosa y el agresor (intolerante, con escasa capacidad para frustrarse, con altas dosis de agresividad…). Esto hace que la adolescente se vea muy confusa ante su pareja, y tenga una mayor dependencia emocional”, recoge el estudio.
Para muestra otra llamada de una adolescente de 16 años pidiendo ayuda: “Al principio era genial, nunca he conocido un chico tan especial… ni que me hiciese sentir tan bien, solo que poco a poco fue alejándome de todo lo que era yo antes de conocerlo a él. Empezó a prohibirme cosas y controlarme. Más tarde se fue volviendo violento, bueno… siempre lo fue, pero no conmigo… luego hasta me forzaba a mantener relaciones…”.
“Estaba preparando la cena a mi hermana y empezó a echarme de la cocina empujándome, me insultó y luego escupió la comida que había preparado…”, contaba otra chica de 15 años.
La violencia machista se ejerce también como nunca a través de las nuevas tecnologías. Algo lógico por la edad de las víctimas. En muchas de las denuncias recogidas por la Fundación ANAR en este estudio, el maltrato llegaba por esos nuevos canales.
Son relatos de control y faltas de respeto en un escenario, el de las nuevas tecnologías, “que irrumpe con fuerza a la hora de ejercer la violencia de género”, constata este estudio.
Dos ejemplos: “Me manda mensajes por WhatsApp y me dice, ¿qué pasa hija de puta, qué vas a la playa a exhibirte delante de los demás? Te voy a arrancar la lengua…..”. Es el caso de una adolescente de 15 años.
“Si enviaba cualquier mensaje, tenía que vigilarlo él, aunque fuera a mi madre. No me dejaba hacer nada. He estado 6 meses sin hablar con nadie porque él no me dejaba”, relataba otra chica de 16 años.
Estas conductas asumidas entre muchas adolescentes como una factura que hay que pagar cuando se tiene una relación sentimental son generadoras de graves problemas psicológicos. En la investigación se ha determinado que un 61,1% de las adolescentes que pidieron ayuda sufrieron ese mal. Son cuadros de ansiedad (21,1%) tristeza (9,1%) miedo (7,5%), aislamiento/soledad (6,8%) y autolesiones o ideación e intento de suicidio (2,3%).
El informe revela otros datos. En el 67,5% de los casos el agresor es el compañero actual y en el 32,5% de las denuncias atendidas a través de ese teléfono el maltrato fue infligido por una expareja.
En casi el 40% de los casos el agresor tiene menos de 18 años. El rango de edad de los agresores identificados por la menor adolescente oscila entre los 12 y los 56 años. Y en el 53,5% de las llamadas de orientación especial atendidas, la adolescente víctima no parece ser consciente del problema, según el juicio del psicólogo orientador del Teléfono ANAR.