Parece que el reinado de la princesa blanca, rubia y de ojos azules tiene fecha de caducidad. Al menos, en el mundo de los cuentos infantiles. Al menos, a medida que más mujeres negras conquistan una voz con la que contar sus historias. Ese es motor de la creatividad de la sudafricana Buhle Ngaba y el sentido de su primer libro The Girl Without a Sound. Es cierto que no es la primera, ni la única, que rompe con los estereotipos de la industria editorial e intenta diversificar los caracteres de los personajes, pero la historia de Ngaba merece ser contada.
Esta joven sudafricana de 25 años se define como actriz, activista y escritora. Y de esas tres almas surge la necesidad de crear una heroína negra. Un cuento ilustrado que tiene como protagonista a una niña africana puede parecer una anécdota. Pero llaman la atención las motivaciones de su autora. The Girl Without a Sound cuenta la historia de una niña negra sin voz. Un capullo dorado está creciendo en su garganta y le impide pronunciar una sola palabra. Una noche, una mujer «con rayos de sol en su piel y alas rojas» aparece al pie de su cama. A partir de ese momento, la misteriosa recién llegada ayudará a la niña a buscar su voz a través de historias, libros y palabras.
«Estaba completamente desilusionada por la falta de representación de las mujeres de color en los personajes literarios, en los que aparecen en las pantallas y en los escenarios», explica Buhle Ngaba. «Y llegué a la conclusión de que tenía que aprender a escribir cuentos porque nadie más podría escribirlos por mí». Así que, al escribir esta historia, escribía para remediar el dolor de ser una mujer de color en la sociedad actual, «una sociedad que nos borraría de la realidad al no escribir sobre nosotros».
“¿Cómo esperamos que nuestros hijos crean en su propia magia si no están representados en los cuentos que leen?”
La autora confiesa que escribió la historia con una curiosa motivación. “No tenía dinero para comprarle un regalo a mi tía para su cumpleaños, así que escribí un cuento”, explica divertida la actriz y escritora sudafricana. Precisamente, la historia está en parte basada en la relación de Ngaba con su tía. Pero tras impulso inicial, las cosas dieron un giro insospechado. La respuesta que la joven recibió cuando explicó en las redes sociales el relato que había escrito, le empujó a desarrollar un poco más el proyecto. “Las reacciones que compartieron conmigo a través del hashtag #BooksForBlackGirls me confirmó mis sospechas. Hacía tiempo que sabía que había necesidad de un libro como este. Si entras en una librería sudafricana para comprar algo para niños, te das cuenta de que no hay libros con pequeños protagonistas negros. Me pregunto, ¿cómo podemos esperar que nuestros hijos se vean a sí mismos y crean en su propia magia si no están representados en los cuentos que leen?”, se lamenta.
Buhle Ngaba ha construido un proyecto que cimienta su reivindicación, una exigencia tan dura como rompedora, sobre una delicada y lírica metáfora. Da la impresión de que esta autora y activista sudafricana asesta un severo mazazo al sistema de referentes con un algodón de azúcar y, ciertamente, consigue hacer tambalearse esos mecanismos de construcción del imaginario. La protagonista de The Girl Without a Sound se presenta de la manera más poética: “Érase una vez, hace mucho tiempo, había una niña con una pelusa como pelo, una boca con forma de flor de cerezo y estanques marrones como ojos. Tan pronto como salió del vientre de su madre, estaba claro que aquella niña era especial”.
Sin embargo, no se puede perder de vista que ese carácter especial es que puede contar historias con sus ojos, pero al mismo tiempo que un capullo dorado que crece en su garganta le impide pronunciar el más leve sonido. Esa metáfora, según su autora, “describe el estado silenciado en el que se encuentra una gran cantidad de mujeres de color dentro del marco de una sociedad racista y patriarcal”. “Estoy segura de que los lectores africanos necesitan referentes como este. Los niños africanos necesitan verse a sí mismo como protagonistas de sus propias historias”, asevera Ngaba.
A la construcción de este personaje protagonista, se suma una delicada edición del libro. El volumen es un cuento ilustrado, para el que la escritora sudafricana ha contado con un equipo de entusiastas artistas que han conseguido unas páginas coloridas y limpias que llaman la atención de los más pequeños. La autora, además, va más allá de las cuestiones étnicas y considera que “la magia de la narración es que puede tener un impacto que cruza todas las fronteras y que puede influir en una amplia variedad de personas dependiendo de cómo lo reciben o cómo les hace sentir”.
Si esa reacción de los seguidores de las redes sociales de Ngaba fue lo que le llevó a compartir su historia y ponerla a disposición de los lectores, la respuesta le ha demostrado que su decisión fue acertada. El libro se puede descargar gratuitamente en formato digital a través de la página web, en inglés y en setswana, uno de los idiomas cooficiales de Sudáfrica, hablado también en Zimbabue y Namibia, y mayoritario en Botsuana. También se puede encargar en tapa dura. “Los lectores nos han recibido con tanto calor que ha sido abrumador”, confiesa Buhle Ngaba. “En la primera hora de disponibilidad de la descarga, la página se colapsó y se cayó. En los primeros seis días, se descargaron 2.000 copias”, continúa sorprendida la autora. “Hemos recibido la atención de las principales plataformas sudafricanas y una intervención en la iniciativa TEDx hizo que también se interesasen por el proyecto en otros países”, concluye la actriz, escritora y activista.
En todo caso, el recorrido de The Girl Without a Sound está muy lejos de haber terminado, ahora está cosechando los reconocimientos, más allá de los que ya le han brindado los lectores, pero además Buhle Ngaba tiene planes de futuro. “Creo que me gustaría desarrollar un juego basado en la historia”, comenta, “y más adelante quizá que se convierta en una película… al fin y al cabo, soy actriz”.
Con este proyecto, Buhle Ngaba ha empezado a materializar su certeza de que la cultura puede ser el motor del cambio social. La autora está segura de que mujeres y niñas negras de todo el mundo tenían la necesidad de encontrar historias con cuyos protagonistas se pudiesen identificar, que pudiesen sentirse cerca de esas historias de princesas reservadas, hasta ahora, a las niñas de tez blanca y pelo largo, liso y rubio. Esa es su contribución a que esas niñas sean capaces de asumir que pueden protagonizar cualquier historia que quieran vivir en sus vidas.