España se mezcla: uno de cada seis ciudadanos ya es hijo de padres extranjeros
Público.- La formación de casi 100.000 parejas mixtas en dos años dispara la hibridación de autóctonos y foráneos mientras crece el grado de asentamiento de los migrantes que llegan al país, el peso demográfico de cuyos descendientes se acerca ya a la cuarta parte entre los niños y los adolescentes.
El país sube multicultural, con mezcla; y con normalidad en la calle, por mucho que algunos discursos apunten en otra dirección. Algo más de uno de cada seis residentes en España son ya hijos de padre y/o madre de origen extranjero, según reflejan los datos de la Encuesta Continua de Hogares que acaba de hacer pública en INE (Instituto Nacional de Estadística).
El estudio revela cómo el 16,91% de los ciudadanos del país se han criado con una mezcla de culturas, un sector de la población cuyo peso demográfico ha avanzado algo más de un punto porcentual en solo cinco años (del 15,74% al 16,91%) al pasar de 7,26 a 7,82 millones de personas desde 2013.
El crecimiento de los llamados ‘españoles de segunda generación’, del 10,76%, es netamente superior al escaso 0,2% que ha registrado el conjunto de la población del país en ese mismo periodo. Y su peso demográfico entre los jóvenes prácticamente duplica al que representan las personas de origen extranjero en el global del padrón: un 23,7% entre los menores de quince años (1,57 millones) frente a un 12,8%.
«Esto es algo que resulta enriquecedor. La globalización también tiene efectos positivos como permitirte trascender tu cultura», señala Celia Marcén, profesora de Sociología en la universidad San Jorge de Zaragoza, que destaca que «nos encontramos en un contexto en el que las identidades locales se difuminan, están cada vez menos marcadas. Cada vez es más difícil definir qué es ser español, o aragonés, o cualquier otra identidad. Se trata de un fenómeno que se da a nivel global».
¿Cuál es el beneficio social esa mezcla cultural? La socióloga tiene pocas dudas: «Cuando alguien estudia y domina dos lenguas es bilingüe, suma una a otra. Sin embargo, en el caso de la hibridación cultural el resultado no es la suma de dos culturas diferentes sino algo totalmente nuevo, distinto. Por eso resulta enriquecedora».
Los cambios en las relaciones y las familias
El avance de los españoles de segunda generación se debe a varias circunstancias entre las que resultan clave, obviamente, las corrientes migratorias tanto hacia el país como desde él.
En el plano cuantitativo, España lleva una década enviando al extranjero a más gente de la que recibe procedentes de otros países. Y, desde el punto de vista cualitativo, el grueso de los autóctonos que se van lo hacen en su juventud, lo que está desplomando los índices de natalidad y fecundidad.
Y, por otro lado, algo más de la mitad de las personas de otras nacionalidades que llegan a España lo hacen cuando tienen entre 15 y 35 años, es decir, en las edades de mayor fertilidad y, también, cuando sus vidas laborales comienzan o se encuentran en su tramo inicial.
Junto a esto, los elevados niveles de precariedad del mercado laboral están reduciendo la emancipación de los jóvenes a mínimos históricos y extendiendo nuevos modelos de familia como el de la convivencia de padres jubilados con hijos de más de 25 años, que ya se da en más de 800.000 hogares.
Y por otra parte, y aunque siguen siendo más del 85% del total, el número de parejas cuyos dos miembros son españoles decrece, con 146.000 menos que hace un lustro, mientras aumenta el de las mixtas (un autóctono y un foráneo), que crecieron en 72.500 en ese mismo periodo tras encadenar tres años de aumento(99.600 en los dos últimos), y el de las formadas por extranjeros. Estas últimas son 100.000 menos que en 2013, aunque en solo dos años han ganado casi 28.000.
En este apartado llama la atención el creciente número de parejas integradas por una española y un extranjero, con un aumento superior a las 65.000 en los últimos dos años para situarse en 285.700.
Hibridación, no mestizaje
«El término académico que define estas tendencias es hibridación», explica Marcén. «Mestizaje es un término desechado que presupone la existencia de distintas razas que se mezclan, es algo asociado a unas diferencias genéticas que no existen», añade.
¿Y cómo afecta esa hibridación a los hijos de extranjeros y a la sociedad? «Los hijos de parejas mixtas y los de extranjeros del mismo país que crecen en España tienen la influencia de dos sistemas de valores, de dos culturas, y los que descienden de parejas de extranjeros de distinta nacionalidad, el de tres marcos de influencia socializadora», explica Marcén.
Eso abre un horizonte enriquecedor en ámbitos como la educación, aunque en la calle esa realidad convive con los mensajes xenófobos de rechazo al diferente que amplifican algunos grupos sociales y políticos.
Sin embargo, los estereotipos segregacionistas tienen en realidad más que ver con creencias relacionadas con la economía, con la aporofobia (rechazo a los desfavorecidos), que con otra cosa. «Algunas polémicas, como la surgida con los menas (menores extranjeros no acompañados), no tienen relación con la hibridación sino con la pobreza”, explica la profesora, que recuerda cómo “a los deportistas de elite de origen extranjero no se les hace de menos, sino al contrario”.
Cada vez más asentados
«Cuando hablamos de migrantes hablamos en realidad de migrantes económicos, pero la migración se da en todos los niveles sociales, desde los altos ejecutivos hasta los que no tienen nada», anota, aunque «el estereotipo tiende a marcar unas líneas».
Sin embargo, los datos de la Encuesta de Hogares apuntan más a una integración, o cuando menos a un asentamiento estable, entre los extranjeros que llegan a España procedentes de otros países.
Así, casi tres cuartas partes de las personas de origen extranjero que viven en España (4,3 millones de 5,9, el 72,8%) llevan más de seis años en el país, en una tendencia al alza tanto en términos porcentuales (seis puntos más que hace un lustro) como en volumen, ya que quienes superan el sexenio son 474.600 más que en 2013, con un crecimiento de casi 100.000 por año.
Tanto ese dato como el del peso demográfico de los españoles de segunda generación entre los jóvenes parece apuntar más bien, o cuando menos más que a otra cosa, a una tendencia al asentamiento de los ciudadanos de origen extranjero en el país. Se quedan, y nos mezclamos.