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Gordofobia: ¿Cómo afecta y por qué debes combatirla?

La Vanguardia.- El activismo contra una sociedad que humilla y maltrata en función del peso gana fuerza

Hablar de gordofobia es hacerlo de una sociedad que humilla, invisibiliza, maltrata, ridiculiza, excluye y violenta a un grupo de personas por el hecho de tener una determinada característica física: la gordura. Así lo relata Magdalena Piñeyro, autora de Diez gritos contra la gordofobia (ed. Penguin), un libro que denuncia la discriminación a la que somete la sociedad a las personas gordas, o más que una discriminación es una “opresión que es omnipresente: ocupa todos los espacios todo el tiempo”.

Piñeyro, en conversación con este diario, explica cómo hace unos años hablando con otras personas gordas vio que todas compartían los mismos sentimientos de dolor, un dolor silenciado. Que era la sociedad la que depositaba en ellos una mirada de desprecio e invisibilidad proyectando una carga de culpa. Este hilo común les hizo ver que éste no era un “problema personal” sino una “cuestión política” que había que convertir. Nació entonces la iniciativa Stop Gordofobia.

La plataforma fue creada inicialmente como una herramienta con la que buscar y unir a personas gordas y tomar conciencia de una discriminación tan extendida como poco denunciada. La iniciativa creció inmediatamente y hoy cuenta con 75.000 seguidores en Facebook. Mujeres y hombres aunque la discriminación pesa más sobre ellas.

 Piñeyro, licenciada en Filosofía y máster en Estudios de Género e Igualdad, cuenta en su libro cómo estuvo casi 30 años callada, habitando su cuerpo “llena de dolor” muchos años con el pensamiento recurrente antes de ir a dormir sobre qué iba hacer al despertar para adelgazar. Un pensamiento constante basado “en el deseo de ser otra, la posibilidad de habitar otro cuerpo”. Sintiéndose culpable de que la discriminaran y “responsable” de tener que cambiar.
La sociedad gordófoba actúa en todas partes, explica. En casa, en la calle, en el médico, en el entorno laboral con “todo el peso de la discriminación cayéndonos encima”. En las tiendas de ropa con “tallas especiales”, en las películas donde los personajes gordos son los “chistosos, ridículos, torpes” y nunca protagonistas de una historia de amor. En el bullying que se sufre en los colegios e institutos, en los medios de comunicación llenos de consejos sobre “cómo acabar con la obesidad” y hasta en la “cara de asco” con el que la gente mira a una persona gorda cuando come. En la médico, donde se acude por una gripe y se receta una dieta. O en los campos de fútbol, como denunciaba hace poco el ex futbolista Ronaldo, el crack brasileño.
Un mensaje general en el que se vincula la gordura con fealdad, con algo que no debería existir. Una sociedad, indica Piñeyro, que considera que las personas están gordas en vez de entender que son gordas. Se las somete así a vivir en un tránsito permanente, lo que imposibilita asumir la propia identidad. La sociedad gordófoba considera que hay que hacer este tránsito, que es una cuestión de voluntad, y ser gorda no es voluntario.
Pero precisamente el segundo grito (capítulo) del libro de esta migrante uruguaya se titula “Nuestra autoestima no es una cuestión de actitud” y denuncia el peligro de “poner el foco en la persona oprimida y no en la estructura de opresión”. La autora explica que esta opresión hace mella en la autoestima, y opera desde la “inferiorización” de las personas gordas. Al asumir la culpa se buscan maneras individuales de ponerle solución, una apuesta que no lleva a ninguna parte ya que el problema es social.
Magdalena Piñeyro habla en primera persona para señalar que como su cuerpo no se ajusta al estándar delgado durante años fue incapaz de sentirlo como algo válido y digno de afecto. Le costó identificar que el odio que sentía dentro era un odio sembrado desde fuera, un odio que la invadía y la destrozaba. Hasta que logró situar donde estaba el enemigo. Y quererse, subraya, no es una cuestión de actitud, “porque es difícil amarse en un mundo que te odio (…). Es difícil ver belleza donde todo el mundo dice que hay fealdad”.

El discurso, la denuncia de la autora opera en una sociedad que ha ido exagerando el canon estético de la delgadez pero pese a ello considera que el activismo iniciado a través de la plataforma está haciendo camino. Escribe, explica, pensando en su yo adolescente para dirigirse también a las y los jóvenes, para decirles que no sientan culpa y que tienen derecho a existir.

Por ello es importante cómo la autora aborda el debate sobre la salud, un manto sobre el que se cobijan un buen número de discriminaciones. En la plataforma Stop Gordofobia se relatan miles de casos en los que debido a esta discriminación tan extendida se sufre ansiedad, depresión, agorafobia. Personas que han caído en trastornos de conducta alimentaria. Personas que suben de peso debido a un tratamiento médico y que son rechazadas… “Nuestro cuerpo está expuesto, como un buzón donde cualquiera puede dejar su cometario, opinión o queja”.

Mi salud, explica, Piñeiro sólo me importa a mi y a mi familia. Al resto del mundo le da igual si mañana me muero por lo que las opiniones sobre la salud “son solo una excusa para tapar la moral gordófoba. La cuestión, subraya, no es estar sana sino cumplir con la norma de la delgadez. El peso del estigma es mucho más dañino. La autora denuncia la cultura de la dieta, y citando a Noami Wolf recuerda que la fijación por la delgadez de las mujeres se basa en la búsqueda de su obediencia.

Plantea así la salud como una reconexión con el propio cuerpo, maltratado por una sociedad gordófoba.La misma Piñeyro tomó unas cuantas decisiones cuando pudo quererse, como dejar de fumar, hacerse vegana y lanzarse al senderismo. Inquiere así porqué las personas se obsesionan con el peso de las demás, y no les preguntan otros aspectos vinculados con la salud.

Los gritos que lanza la autora buscan un mensaje de liberación para las personas gordas, y la para que la sociedad entienda unas cuantas cosas. Sí, somos gordas y no es ningún insulto, escribe. Habla de unirse en una “alianza gorda”, de no esconder el cuerpo. Por ello subraya que no se trata de sólo quererse sino de querer y que te quieran, habla del respeto y disfrute del propio cuerpo, de dar un paso al frente y, sobre todo, del derecho a existir y a ser feliz. Con un poema cierra su narración, un poema que invita a reflexionar a todas las personas gordas. “Y yo no quiero llegar al final de mi vida abrazada al deseo de haber sido otra”.

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