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Gordofobia, el último populismo

ABC.- Una plataforma defiende el orgullo de estar gordo pese al riesgo para la salud que conlleva el sobrepeso

Yo soy un gordo. Yo soy un gordo. No es que esté gordo: a veces lo estoy mucho más y a veces algo menos. Soy un gordo, un gordo moral y esto se refleja en el cuerpo. Como casi todo y como casi siempre. La contención es difícil, los riesgos para la salud crecen con la edad, y la condición física afecta a la calidad del sueño, al estado anímico y al rendimiento intelectual. No hay absolutamente nada que se haga mejor cuando estás gordo que cuando logras mantenerte en buena forma. Ni siquiera comer, cuando encadenas meses de excesos y llegas a los restaurantes pesado, sin hambre real y sólo gula, y te das cuenta de que necesitas parar y no puedes.

Ante los rigores que el esfuerzo por mantenerse en un peso saludable plantea, ha emergido el último populismo: la gordofobia. Una de sus principales impulsoras es Magdalena Piñeyro. Fundadora de la plataforma «Stop Gordofobia» y autora del libro «Diez gritos contra la gordofobia», defiende «la necesidad de politizar la gordura» porque «la sociedad odia, humilla y patologiza a los gordos». Para elevarlo a teoría sentencia que «es importante la visibilización de los cuerpos gordos para romper con el modelo único de cuerpo». Y como suele pasar en estos casos, se afirma en el orgullo de su causa: «Existimos. Y no vamos a pedir perdón ni permiso».

Los que somos gordos, lo estemos más o menos en distintos momentos de nuestra vida, hemos pasado por estos momentos de negación ante la frustración por no conseguir perder peso. Piñeyro es sincera al admitir que «me cansé de torturarme con dietas milagro y de dejarme torturar con nutricionistas que me trataban de enferma y sólo alimentaban el odio por mí misma», pero es débil —como todos lo somos en algún momento y no sólo en relación con la gordura— al refugiarse en el victimismo y en convertir su problema en su orgullo, y hasta en su engaño —«nunca he tenido problemas de salud por mi peso, mis analíticas son perfectas»— en lugar de insistir en el esfuerzo por mejorar y lograr sus retos.

Elogio de la enfermedad

En esta misma línea, rechaza que la obesidad tenga que ver con la indisciplina y afirma que hay obesos que cuidan mucho su alimentación y hacen deporte. Y cuando ya uno se instala en el elogio de la enfermedad —y ya no digamos en su «politización», como pretende su autora- las patologías nunca llegan solas: «En cualquier caso sí que cambié mi alimentación estrictamente hace dos años para hacerme vegana (no por bajar de peso sino por amor a los animales)».

La doctora Carmen Torrejón, máster en dietética y nutrición con 30 años de experiencia ayudando a pacientes desde su centro médico Starbene, puntualiza que «en primer lugar hay que aclarar que el término “gordofobia” no es una patología reconocida como tal sino un sentimiento, una emoción. Trato a diario con personas que sufren diferentes grados de obesidad y no viven ese odio ni humillación».

Diversidad estética con consecuencias

Sobre el negacionismo de los problemas que la obesidad comporta, la doctora Torrejón es categórica al afirmar que «el sobrepeso, y sobre todo la obesidad, terminan generando en los años diferentes patologías de tipo metabólico, cardiocirculatoria y osteoarticular. El paciente llamado gordo tiene el derecho a conocer el devenir de su situación mantenida en el tiempo. Y también tiene el derecho a ponerse el mundo por montera asumiendo las consecuencias de estas patologías. Es verdad que una persona puede ser hoy obesa y sin enfermedades, pero la medicina ha comprobado, tristemente, que dichas enfermedades aparecen en el tiempo».

Igualmente la doctora señala que «la obesidad es resultado de la indisciplina alimentaria, más o menos consciente, y en absoluto tiene la autora razón cuando afirma que el cuidado de la alimentación y el deporte no repercuten de manera directa en el peso corporal». Carmen Torrejón no niega el «derecho» a la diversidad estética que reclama la autora, pero advierte de las severas consecuencias.

Es la característica de nuestra era sustituir los deberes por los derechos, separar la libertad de la responsabilidad y recurrir a la queja y al enemigo imaginario cada vez que nos da pereza sobreponernos a nuestras dificultades.

Pero más allá de la demagogia la verdad es que a los gordos no hay que humillarlos, ni politizarlos, ni odiarlos, ni visibilizarlos. Lo que hay que hacer es cuidarse, templarse y esforzarse y simplemente dejar de estar gordo.

 

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