«Hay que violarlas a todas»: estos son los mensajes que tus hijos ven en internet
Público.- «Hay que violarlas a todas». Esta es una frase que se escribió, se leyó y se compartió, en un grupo de Facebook donde era habitual retransmitir videos de violaciones que acumulaban decenas de ‘me gusta’. Es tan solo un ejemplo de cómo el machismo se expande impunemente a través de las redes y el mundo digital, un refugio en el que prende la misoginia y al que los más jóvenes tienen acceso. En el anonimato del ciberespacio abunda la justificación de la violencia contra las mujeres: redes en las que se naturalizan las violaciones, se impulsan falsedades y se degrada a las mujeres. «¿Nos preguntamos por qué crece el machismo? Ahí tenemos la respuesta, en internet y la ‘manosfera’ [neologismo que procede del inglés y que viene de las palabras ‘man’ -hombre- y ‘sphere’ – esfera]», afirma Pau Crespo, sociólogo y director del Máster de Universitario en Intervención Interdisciplinar en Violencia de Género de la Universidad Internacional de Valencia (VIU).
Cada avance de los derechos de las mujeres ha sido contestado. Pasó con las sufragistas americanas en el siglo XIX. En los archivos históricos aún pesan las pancartas que mantenían, sin tapujos, que las mujeres no estaban capacitadas para ejercer el derecho al voto. Hoy, esta ola contestataria sigue más activa que nunca y se abre paso entre los jóvenes. «Hay hombres que tienen un fuerte rechazo contra la construcción de una sociedad igualitaria y necesitan reafirmar su modelo de masculinidad machista y misógina, su poder», cuenta Crespo. «Esto les pasa a desde señores de 60 años que llevan toda la vida visitando prostíbulos hasta adolescentes de 15 años enganchados a los ‘youtubers’ y ‘streamers’, y cuya educación sexual se basa en el porno. Y también hay algunas mujeres», añade.
Negacionismo
De hecho, hay una generación de creadores de contenido que han construido su discurso y su modelo de negocio con el combustible de la misoginia y el negacionismo de la violencia machista. Por ejemplo, el ‘youtuber’ Roma Gallardo decía esta semana, comentando el anuncio del Ejecutivo con motivo del 25N, que «la única violencia de género es la que ejerce el Gobierno contra los hombres por el mero hecho de ser hombres». Este mismo ‘streamer’ se ha hecho un nombre en la red abundando en mensajes tipo «si tu novio te agrede lo hace por motivos personales, no porque seas mujer». Y no es ninguna excepción. Ahí está, si no, el Xokas, que este año tambiéen prendió la mecha de la polémica al decir que «tenía un amigo que era un crack, ligaba con pibas colocadas y borrachas«. O todas las proclamas del corte de la que inicia esta pieza.
Estos discursos también coinciden con ese fabuloso refugio que brinda internet para comentarios que ya no pueden hacerse en voz alta sin provocar reacciones. «La red proporciona anonimato y a la vez una mayor capacidad de conexión y difusión. Es su espacio de semiclandestinidad», cuenta Crespo. Los movimientos sociales, y también el feminismo, se han beneficiado de la capacidad de conectividad de las redes sociales. No habrían existido campañas como el #Metoo, donde las mujeres, en masa, empezaron a contar las violencias que habían sufrido. «Ellos hacen lo mismo, las redes les dan esa capacidad de organización y, sobre todo, de difusión de estos mensajes», cuenta.
Esto es lo que conforma la ‘manosfera’. «Se trata de un espacio de contenidos misóginos que atacan a las mujeres y desmontan los avances feministas con falsedades», afirma el sociólogo. Actúan aplicando la camaradería, y se encuentran en centenares de foros. «Hay grupos de Facebook que dicen cómo violar a las mujeres, ‘youtubers’ que hablan de ello, o foros y comentarios en las redes. Muchos de ellos se activan, o aumentan, cuando hay algún avance o contestación feminista. Por ejemplo, lo vimos con el caso de La Manada», cuenta el experto. Solo hay que recordar al ‘youtuber’ que dijo sin tapujos que se retiraba el preservativo mintiendo a las mujeres con quien se acostaba, fomentando la violencia sexual. Crespo también menciona a un grupo llamado ‘proviolación’ o los vídeos de agresiones sexuales que se consumen como material pornográfico. «Por eso luego sale en las encuestas que los jóvenes y adolescentes son más intolerantes. Están socializándose, y construyendo su identidad, en este espacio mucho más oscuro que no vemos», insiste.