Informe Raxen nº84. No a los grupos urbano-identitario violentos
No resulta fácil aportar una visión holística o con “mirada de gran angular” sobre la realidad de los Grupos Urbano-Identitarios Violentos a los que nos vamos a referir y que por otra parte, ya el Ministerio del Interior ha reajustado en el Plan de Actuación y Coordinación Policial contra Grupos Violentos de Carácter Juvenil, aprobado en mayo de 2022. Es evidente que su diversidad dificulta presentar conclusiones de índole general pero eso no quiere decir que los diferentes grupos no tengan elementos comunes que se deben de valorar con arreglo a su praxis, dado que sus consecuencias e interacciones muestran muchas características semejantes.
No hablamos de violencia en grupo o de manadas, ni de pandilleros o matonismo urbano, ni de organizaciones creadas para la comisión de delitos comúnes, aunque los cometan, no es su fin, hablamos de Grupos Urbano-Identitarios Violentos, colectivos organizados que poseen una ideología o una visión identitaria, para los que la violencia es una opción asumida y en muchos casos prioritaria en su praxis de grupo. Todos pueden ser considerados Grupos de Odio y en efecto, hay elementos comunes, similares y diferenciales entre ellos, sean ultras del fútbol, ultraindependentistas, ultraizquierdistas o ultraderechistas, junto las bandas urbanas con referencia étnica. Incluso para estudiar las interacciones de su ecosistema. Todos a su manera serían Ultras porque van “mas alla”(ultra) de la legalidad democrática. Desde el rol que juega su naturaleza identitaria, como el caso de la ideología o cosmovisión, al simbolismo y mitos que resulta prevalente en todos, aunque luego cometan delitos comunes, hasta sus elementos seductores de captación, trasvases intergrupos y construcción, así como su práctica y conductas violentas, y ello unido a la dinámica de odio hacia quienes señalan como enemigos, hacia quien desde su intolerancia rechazan y niegan, lo confirma.