En Kenia se enseña sexo por la radio
Fuente: El Pais
Fecha: 24/10/2017
“El porno se ha convertido en el profesor de sexo para muchos jóvenes en Kenia. Y no hay peor profesor”. A Karen Kaz Lucas, que ha sido cantante, poeta y actriz, le encanta el porno. “A mí me gusta verlo con mis parejas”, proclama públicamente a través de la radio en Internet. Porque puede ser excitante, pero también deformador para quien no entiende lo que ve. Y en Kenia, pese a ser uno de los países más abiertos de África, el sexo sigue siendo un tabú. Un ejercicio de virilidad masculina. Una obligación conyugal para las mujeres. Alejado de las escuelas por influencia religiosa, miles de jóvenes pagan en forma de VIH y embarazos no deseados la falta de educación sexual.
Entre los encargos de su modesto negocio de moda, sus compromisos con Dios y la vorágine de preguntas de su pequeña de tres años, poco tiempo le queda a Marianne para charlar con sus amigas. Por eso, cuando encuentran un rato no dejan de reír escuchando a Kaz Lucas. No paran de bromear sobre las locuras de una juventud que todavía les pertenece, pero que hace tiempo han tenido que abandonar. “Pensaba que si tenía el hijo se enamoraría más de mí”, cuenta. Ocurrió que el chico se marchó y a Marianne, por entonces solo una chiquilla de 21 años por mucho que los años en este lado del mundo valgan doble, su padre la echó de casa. “Pude volver al cabo de tres meses, gracias a que mi madre le convenció”.
¿Pero qué lleva a una joven estudiante a quedarse embarazada? “Se debe a cómo hemos sido educadas”, interrumpe Mel. Mientras apura un trago de vino blanco, la joven, tres años menor que su amiga, dibuja con sonrisas y aspavientos el relato de género más allá de los barrios altos de Nairobi: el de la Kenia donde el 15% de las mujeres de entre 15 y 19 años ya han dado a luz y un 3% más están embarazadas, donde el matrimonio infantil supera el 25% y la mutilación genital, el 27%.
“El porno se ha convertido en el profesor de sexo para muchos jóvenes en Kenia. Y no hay peor profesor”. A Karen Kaz Lucas, que ha sido cantante, poeta y actriz, le encanta el porno. “A mí me gusta verlo con mis parejas”, proclama públicamente a través de la radio en Internet. Porque puede ser excitante, pero también deformador para quien no entiende lo que ve. Y en Kenia, pese a ser uno de los países más abiertos de África, el sexo sigue siendo un tabú. Un ejercicio de virilidad masculina. Una obligación conyugal para las mujeres. Alejado de las escuelas por influencia religiosa, miles de jóvenes pagan en forma de VIH y embarazos no deseados la falta de educación sexual.
Entre los encargos de su modesto negocio de moda, sus compromisos con Dios y la vorágine de preguntas de su pequeña de tres años, poco tiempo le queda a Marianne para charlar con sus amigas. Por eso, cuando encuentran un rato no dejan de reír escuchando a Kaz Lucas. No paran de bromear sobre las locuras de una juventud que todavía les pertenece, pero que hace tiempo han tenido que abandonar. “Pensaba que si tenía el hijo se enamoraría más de mí”, cuenta. Ocurrió que el chico se marchó y a Marianne, por entonces solo una chiquilla de 21 años por mucho que los años en este lado del mundo valgan doble, su padre la echó de casa. “Pude volver al cabo de tres meses, gracias a que mi madre le convenció”.
¿Pero qué lleva a una joven estudiante a quedarse embarazada? “Se debe a cómo hemos sido educadas”, interrumpe Mel. Mientras apura un trago de vino blanco, la joven, tres años menor que su amiga, dibuja con sonrisas y aspavientos el relato de género más allá de los barrios altos de Nairobi: el de la Kenia donde el 15% de las mujeres de entre 15 y 19 años ya han dado a luz y un 3% más están embarazadas, donde el matrimonio infantil supera el 25% y la mutilación genital, el 27%.
“Incluso para mí. Yo lo he llegado a decir —de alguna amiga—”, reconoce Marianne, perdida en ese debate interno entre la moral cristiana que su familia le inculca cada domingo y las ganas de mirar la vida con otros ojos.
Pese a la libertad de culto y la convivencia de múltiples creencias, es la comunidad cristiana, mayoritaria en el país, la que conforma las fronteras de la vida pública: la que persigue con cárcel las relaciones homosexuales, la que impide abortar a la víctima de una violación, la que entiende que repartir preservativos incita a la promiscuidad. “La religión juega el mayor papel en la actitud de la sociedad acerca del sexo”, resume Kaz Lucas.
En este estrato de Kenia que es mayoritario pero no único, el sexo está enfocado hacia la procreación: solo el hombre, en el ejercicio de lo que las activistas han bautizado como la «exaltación de la virilidad africana», tiene derecho a disfrutar:
-“Los chicos no nos preguntan qué necesitamos. Si lo pasamos bien o no”.
-“La mayoría además no quieren usar condones”, asegura Mel.
-“Incluso los pinchan”, bromea, entre risas que esconden verdades, su amiga Marianne.
Sexo en positivo
Más allá de la Kenia del libro sagrado existe otro país repleto de americanas de colores, champán caro y ritmos carnales que celebra la vida cada noche en los locales del Westlands de Nairobi. Esta Kenia, con sus locales de ambiente y sus fiestas privadas, sí habla de sexo. De un sexo en positivo. Habla de masturbarse, de condones y de relaciones homosexuales. “Se trata de disfrutar del sexo de manera segura. Mientras sea seguro y consentido, el resto depende de ti. Lo que a ti guste no le tiene por qué gustar a otro”, subraya ‘Kaz’ Lucas.
Fue esta joven artista, quien ya había formado parte de la versión keniana de los Monólogos de la Vagina y participado en un documental sobre mujeres supervivientes, la que decidió llevar esta idea del sexo en positivo al otro lado de la burbuja de lujo de Nairobi. Junto a su compañera Nina Wacera ideó en 2015 The Spread, un programa de radio que aclara dudas sobre salud reproductiva y métodos anticonceptivos al tiempo que reflexiona sobre la monogamia o el sexo después de una ruptura amorosa. “La idea del podcast es que los chicos aprendan a hablar de sexo y también cambiar la mentalidad de los adultos que han sido criados en esa atmósfera en la que el sexo es visto como algo malo”.
Convertida en el foco de todas las miradas mientras disfruta de un café bajo el sol reconfortante de la mañana en una terraza del Arboretum de Nairobi, ‘Kaz’ Lucas mantiene invariable su hoja de ruta: poco importan las críticas, los hombres que se sobrepasan ni las voces que las tachan de lesbianas. Ni siquiera el Gobierno ha logrado silenciar su programa – “amenazaron con cerrarnos, pero no hacíamos nada contra la ley así que no pudieron”-. Su objetivo: «Reintroducir la educación sexual en la escuela”.
“Hay que empezar por enseñarles a conocer su propio cuerpo, llamándolo como corresponde: esto es una vagina, esto un pene”, para después educar a los jóvenes en el sexo seguro. Solo así Kenia podrá frenar la expansión del VIH, una pandemia que afecta a más de 1,5 millones de personas —es el cuarto país del mundo por población afectada— y que está detrás de alrededor del 29% de las muertes anuales de adultos. “La epidemia afecta además a la economía del país reduciendo su producción per cápita un 4,1%”, advierte un informe del Instituto Nacional de Control del Sida (NACC).
Es la educación, continúa Kaz Lucas, el único camino para transformar el país. “Se trata de enseñar a la gente a desaprender las cosas tal y como se las han enseñado”. Hacerles entender que las mujeres también tienen derecho a disfrutar, que no deben abandonar la escuela al quedarse embarazadas y convencerlos del uso de preservativos para prevenir el contagio de enfermedades. Tres ideas que “lo son todo” y que deberían explicarse en casa y en el colegio.
Mientras esto no ocurra, The Spreadcontinuará en la red, bramando contra el silencio, para que chicas como Mel y Marianne encuentren una respuesta a lo que no entienden.
“Cuando mi hija crezca”, asegura Marianne, “tengo una cosa clara: hablaré con ella sobre sexo”.