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Kurdistán. Refugiados en su propia tierra

Público.- El fin de las negociaciones de paz entre el Gobierno turco y el PKK, y el posterior golpe de estado en julio de 2016 hicieron que Bakur, el Kurdistán turco, vuelva a los peores años de represión. El recorte de libertades, los bombardeos de la artillería turca y la fuerte militarización, así como las duras condiciones de vida, obligan a cientos de millares de kurdos a ser refugiados en su propia tierra.

«El sistema turco nunca aceptó los kurdos, y nunca lo hará. Nos empujan a la esclavitud. Quieren que seamos dóciles como corderos, y si no nos sacrifican… El golpe de estado le dio amplios poderes a Erdogan, y cuando gane el referéndum ya no habrá quien lo pare. Nuestro futuro pinta muy mal». Estas duras palabras de un promotor inmobiliario kurdo, Abdul Nassir, son un buen resumen de lo que está viviendo el pueblo kurdo en Bakur, el Kurdistán turco. Estamos en Newroz, la celebración de año nuevo que coincide con el equinoccio de primavera, y pese al espíritu festivo, una extraña atmósfera de pesimismo lo invade todo. La mujer de Abdul intenta hacer callar a su marido. Tiene miedo porque el lugar está repleto de policía secreta turca, y tampoco quiere que sus hijos pequeños escuchen tan dura realidad. Sin embargo, Abdul continúa. Es su única manera de desahogarse.

En el año 2013 el Gobierno turco y el Partido de los Trabajadores (el ilegalizado PKK) comenzaron un proceso de paz tan esperanzador como inútil. Dos años después del inicio, Erdogan da por finalizadas las negociaciones y comienza una campaña de mano dura que recuerda a las peores épocas. Con el intento de golpe de Estado del 15 de julio, la situación empeora aún más. «Dicen que el golpe de estado fracasó, pero nosotros sabemos bien que no es así. Está consiguiendo todos sus objetivos, que son principalmente destrozar la oposición y a todos nosotros», asegura Velat, un contable de 35 años, mientras sus amigos bailan el govend (la danza tradicional kurda) y chillan por la liberación del líder del PKK Abdullah Öcallan durante la celebración del Newroz en Diyarbakir. Esta teoría de que el golpe de estado triunfó es cada vez más extendida en Turquía, y viendo la situación actual la verdad es que da que pensar: más de 120.000 policías, profesores, jueces y otros funcionarios despedidos, 47.000 opositores detenidos, 156 medios de comunicación cerrados, 1.200 periodistas despedidos y 120 detenidos… Una auténtica purga contra todo aquel que no es siervo de Erdogan y que lo sitúan en una posición de poder hegemónico que se verá aumentado gracias a su victoria en el referéndum del pasado 16 de abril.

La visita a esta zona coincidió en el mes anterior a dicho referéndum, que tenía como finalidad cambiar el sistema parlamentario turco a uno presidencialista. Si se aprobaba, Erdogan tendría aún más poder, lo que suponía un grave problema para los kurdos. Casi todos los interpelados coincidían en que votarían por el no, pero tenían claro que ganaría el sí. Erdogan se encargaría por las buenas o las malas de que así fuera. Y así fue. Finalmente, el resultado oficial otorgó poco mas del 51% al sí, entre acusaciones de fraude por parte de toda la oposición y organismos internacionales como la OSCE. No era difícil de observar. Mientras la campaña por el sí era evidente en las calles de toda Turquía y en todos los medios de comunicación, la del no estaba prohibida y muchos acabaron en la cárcel. Además, la oposición calcula que aproximadamente el 3 o 4% de las papeletas fueron dadas por válidas por la junta electoral sin estar selladas. Hay que recordar que el país seguía en estado de emergencia tras el golpe de estado de julio, lo que le otorga amplios poder al ejecutivo. Si Turquía no es ya una dictadura, está muy cerca.

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